Todo era festejo para los hinchas de River después de la victoria ante Central en el Trofeo de Campeones hasta que Claudio Diablito Echeverri, 17 años, abrió la boca y la cagó. En grande, la cagó. El pibe, que cumplió el sueño de tantos pibes y pibas, llegar a la Primera, jugar con la camiseta de River, hacerlo realmente muy bien, avisó que no renovaría. Y fue un torbellino.

Diablito Echeverri
prensa RiveDiablito Echeverri
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En el medio, los dirigentes salieron a gestionar (o sea, esconder la basura debajo de la alfombra; Brito llegó a declarar que “Echeverri no quiso decir lo que dijo”), muchos hinchas salieron iracundos a tuitear y el hermano del Diablito salió a hacer lo más fácil que hay en River por estos días: pegarle a Demichelis. Lo responsabilizó porque su hermano “comió banco cuatro meses”. Demichelis, es cierto, es un técnico que más allá de sus trajes impecables ha mostrado poco vestuario, pero Echeverri no se va de River porque el entrenador lo puso poco o muy poco. Se va por algo más poderoso que tener más minutos: tener más guita.

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El pibe quiere armar las valijas y, besito en la frente, irse a Europa. Y está en todo su derecho. No hace nada fuera de lo que sueña la mayoría ni de lo que establece su contrato. Es cierto: River lo cuidó, lo cobijó, le dio un techo, ayudó a su familia, lo protegió. Claro que no lo hizo con un carácter benéfico: lo hizo para que el día de mañana (hoy), esa joyita -esa inversión- ganara torneos y trofeos y le dejara millones. Lo concreto es que ahora no hay muchas vueltas que darle al asunto. Porque acá cada uno jugó su partido: el Manchester City jugó para el Manchester City, el representante de Echeverri jugó para el representante de Echeverri y el Diablito Echeverri jugó para el Diablito Echeverri… ¿River? Hoy, una vidriera. En pleno Núñez, grande, hermosa, tan luminosa, pero una vidriera al fin…

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¿Está bien lo de Echeverri? ¿Está mal? Quién puede decirlo. Algo es cierto: habrá mucha plata en su cuenta bancaria, lo que no habrá es el amor de la tribuna del club que lo formó. O quizá después de un tiempo sí. Sin ir más lejos, miremos el caso del Colo Barco: en su momento, a Boca no le quedó más remedio que aceptar las condiciones de su representante (esto es firmar un contrato por una cláusula considerada baja, diez millones), porque -aunque no expresada públicamente- la idea del jugador y de su entorno era irse, y hoy tantos hinchas llevan la camiseta con su nombre…

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