Familiares, amigos y vecinos de Miguel Molina, el joven asesinado el fin de semana en Villa El Libertador en el marco de una fiesta clandestina, salieron a las  calles del barrio para visibilizar el reclamo de justicia. 

Molina había cumplido 18 años el 31 de mayo pasado, jugaba a la pelota, estudiaba y cursaba el secundario en el Ipem 360 Edgar Toledo. 

“Tenía un corazón lleno de amor, era el más chiquito, el bebé de todas nosotras”, comenta Julieta a La Décima, sobre Miguel, el más chico de doce hermanos, que aún buscan una explicación de lo sucedido en la madrugada del domingo pasado.

Ese día, Miguel se encontraba afuera del inmueble ubicado en Carmelo Ibarra y Pilcomayo -a metros de allí está su casa- donde adentro se desarrollaba una fiesta clandestina. De repente se escucharon tiros y el joven cayó conmocionado al piso. Había recibido una bala con orificio de entrada y salida en la cabeza.  

“En ese momento se pidió al dueño del local que pidiera ayuda y llamara a la policía y él se metió y cerró la puerta con chicos adentro del local, él hizo abandono de persona de mi hermano”, denuncia Julieta. Por “él” se refiere a Fabio Fernández, el presunto dueño del inmueble que era alquilado para estas juntadas que los vecinos denunciaban por las escaramuzas. Como no era la primera vez que se escucharon tiros, lo de Miguel fue la crónica de un final anunciado. 

El inmueble que se usaba para juntadas

El inmueble funcionaría para fiestas sin habilitación alguna y a la vista de las autoridades: CPC, Policía e inspectores municipales. Esta presunta irregularidad deberá ser esclarecida con la apertura del expediente judicial. Las juntadas se venían haciendo de modo ilegal desde cuando existían las restricciones de juntarse por la pandemia de coronavirus. 

“Realmente es clandestino porque no tiene ninguna habilitación. Metían más de cuatroscientas personas te cobraban una entrada que no tenía seguridad y él lo único que hacía era revisar a los jóvenes de acá, los que venían de otros barrios no eran revisados”, cuenta Claudia Molina sobre los presuntos y laxos controles. 

“Solo pedimos justicia y que el culpable pague porque nos hizo un daño muy grande a todos porque mi hermano era muy apreciado”, sostiene Julieta.  

“Mi hermano era muy querido por todos porque no tenía maldad para nada”, comenta Julieta, mientras que cuando se les pregunta si creen en la justicia, Claudia contesta: “Primeramente creo en la justicia de Dios, y sé que Dios va a sacar a luz todo lo que tenga que sacar”.

Según lo apuntado desde la Policía, la causa de la muerte sigue sin un detenido. 

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