Puede que haya tantos usos posibles del tarot como lectoras del mismo, de ahí la importancia de elegir bien a quien interpreta nuestras cartas. Aunque nos parezca un juego, le estamos dando un poder considerable: las historias, también las que surgen a partir de una tirada de tarot, pueden hacernos cambiar de idea sobre todo, incluso sobre nosotras mismas. No conviene entregarse a cualquier tarotista que asegure adivinar el futuro previo pago, y no solo porque obviamente se trate de un timo (cuidado, millennials y centennials). Ni siquiera por las risas. No debemos minusvalorar su capacidad para condicionarnos, incluso para mal. Si vamos a conversar con el tarot, quisiéramos a una buena persona, a una intérprete compasiva, sabia, benevolente. O a una gran maestra como Marianne Costa, probablemente la taróloga más influyente, prestigiosa y reconocida del mundo.

Cantante, experta en literatura comparada, escritora, traductora (ahora tiene entre manos un libro del poeta estadounidense Lawrence Ferlinghetti, recientemente fallecido), actriz…
Marianne Costa no solo es la sabia del tarot mundial, sino una mujer interesantísima, más allá de haber sido la principal alumna, colaboradora y pareja de Alejandro Jodorowsky, el gran impulsor del tarot más allá del juego y la adivinación. Acaba de publicar ‘El tarot paso a paso’ (Grijalbo), un libro perfecto para iniciarse en la conversación con los arcanos. «He tratado de escribir un libro inagotable, una especie de novela iniciática muy fácil de seguir que también le hable a los lectores avanzados», explica Marianne Costa. «Tengo mi orgullo y también quiero demostrar a mis alumnos que sigo siendo la maestra».

Marianne Costa, la taróloga más influyente del mundo, publica ‘El tarot paso a paso’, una guía de iniciación al tarot. / TASYA MENAKER

¿Por qué se ha popularizado tanto el tarot? ¿Cómo explicamos su poder de seducción para la moda, el cine, la televisión y las nuevas generaciones?

Nuestra época pide un resurgir de la intuición y de lo femenino. No se trata de hacerse vidente o desarrollar superpoderes, sino de una emergencia del hemisferio derecho del cerebro que rige la creatividad, la compasión hacia los demás, la contemplación… Es lo que se activa cuando una mujer siente una comunicación telepática con su hijo. Eso no pertenece al reino de la razón o de la lógica, sino a la dimensión del sentir del ser humano que puede prescindir de las palabras y está más conectada a los colores, las formas, el olor y lo emocional.

Por otra parte, el tarot nos invita a interpretar una imagen, algo que el ser humano hace desde el amanecer de la humanidad, cuando derivaba sabiduría de la observación de las plantas, las estrellas, los animales. Ahora volvemos a iniciar en una época de dominio de las imágenes gracias a la aparición de las redes sociales e Instagram y el tarot entra en esa abundancia visual y se deja apropiar. No podemos olvidar que se trata de un juego y que, como la Oca o los videojuegos, propone una cancha de juego basada en el camino de la vida del ser humano.

Creo que que el ser humano está harto de tanta lógica y tanta ciencia, algo que además solo responde hasta cierto punto, como hemos visto con la crisis de la covid-19, porque nos hacen falta los abrazos, las reuniones, el calor humano. Anhelamos más poesía en nuestras vidas.

También tiene una dimensión calmante, relajante…

Sí, por eso gran parte de mi trabajo se basa en lo que llamo ‘ficciones sanadoras’. En cualquier momento puedes interpretar las cartas de tarot de manera negativa. De hecho, buscar el enemigo es una tendencia preexistente en el cerebro humano. Pero podemos hacer el esfuerzo de elegir una narración positiva. Cuando mis sobrinos empezaron a tener pesadillas, probé a ayudarles a encontrar un final feliz a aquellos malos sueños, a veces con una carta del tarot que introducía en la historia. Esa es la esencia del trabajo que hago con el tarot: encontrar una interpretación que pueda sostener el proceso creativo vital de autoestima de la persona. Yo no leo el futuro. No creo que esté ya escrito. Para mí, el tarot nos permite reconfigurar el talento innato para generar historias que tenemos los seres humanos.
Lo oriento como una especial de yoga psicológico, como una narración que tiene que ser sana, positiva y funcional. No se trata de crear castillos en las nubes, sino en nuestra propia realidad.

Nada que ver con las futurólogas que salen en las películas.

En este sentido pertenezco al linaje de mi maestro del tarot, Alejandro Jodorowsky. Jodorowsky siempre ha mezclado la dimensión poética, narrativa y teatral con la psicología, en el sentido de tener presente qué es lo que necesita un ser humano: un anclaje en una familia sana, poder expresar su herida, recibir informaciones que le permiten crecer… Cuando enseño a leer el tarot insisto en poner las bases de un trabajo que ayude al consultante a reflexionar sobre sus propias necesidades psicológicas. Se trata de ponerse al servicio del psiquismo del consultante y no un discurso de alguien que te cuenta cualquier cosa. La persona que viene a consultar siempre está en un estado de vulnerabilidad y lo mínimo que podemos hacer es entender esa vulnerabilidad y proponer algún camino para salir a la luz y la fuerza. ¿Cómo? Escuchando. No se trata simplemente de ser proactivo y de hablar. Volviendo a lo femenino, hay que hacer un hueco para recibir lo que la persona tiene que decir y saber ver lo que necesita.

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¿Cómo es un lectura de tarot con Marianne Costa?

Para mí, una lectura de tarot es siempre un diálogo con cuatro elementos: la pregunta, que siempre es una especie de adversario;
la persona que hace la pregunta; el tarólogo, que es un traductor y está al servicio del consultante, y el mensaje del tarot, que siempre lo tenemos que considerar como venido de una dimensión más sabia y más benevolente. Toda el estereotipo del vidente que suele salir en las películas y las series es una supervivencia del siglo XIX, del romanticismo, que sigue fascinando porque seduce su relación con el peligro y con el poder. Pero para mí, la lectura del tarot tiene que ver más con una colaboración que con avivar los miedos. Está claro que si lees el tarot para tener poder sobre las personas, puedes infundir temor para que vuelvan a ti y hacer mucho dinero. Por eso siempre digo que no hay que vivir del tarot. Puedes cobrar por las lecturas, pero no depender de él. Si dependes del dinero que te trae el tarot vas a tener tendencia a que los consultantes dependan de ti.