La final de la Copa Libertadores entre Palmeiras y Santos invitó, durante 98 minutos, a la ucronía: qué hubiese pasado si a River no lo hubiera detenido el VAR en las semis, qué hubiese pasado si Boca hubiera reaccionado, qué hubiera pasado si tantas cosas. Invitaba a imaginar todos esos escenarios alternativos o hipotéticos porque el escenario real, el que se veía, fue un bodrio hasta que en el octavo minuto de descuento, Breno López metió un cabezazo hermoso que le dio el triunfo al Verdao.  

Parece una contradicción en sí misma, pero la final de la Copa, la que todos los jugadores quieren jugar y la que todos los hinchas quieren vivir, no cautivó ni emocionó a nadie. Salió campeón Palmeiras, es cierto, pero probablemente sea un campeón poco recordado.  

Lo peor, sin dudas, sucedió en el primer tiempo. Habría que dejar un espacio en blanco si quisiéramos ser precisos y sintetizar ese tramo del partido. No hubo llegadas, no hubo juego asociado y ni siquiera hubo el fuego o la tensión con la que por lo general se juegan este tipo de finales.

Quizás el Maracaná semi desierto no ayudaba desde lo visual (¿hacía falta poner al 10% del público que habilitó el Gobierno de Río de Janeiro, y que asistieron con entradas de protocolo, en una misma tribuna?), pero desde lo futbolístico ni Palmeiras ni Santos regalaban nada. Nada: ni siquiera un momento de tensión. 

El segundo tiempo mejoró un poco. Pero no porque haya mejorado el juego y la dinámica del partido, sino porque al menos los dos equipos se aproximaron a los arcos rivales. El nivel nunca estuvo a la altura de una final. Con centros pasados que por centímetros no se cabecearon o con tiros de Raphael Veiga (Palmeiras) y Felipe Jonatan (Santos) que casi terminan en el arco. 

Y al final, como si todo se pudiese resolver sobre la hora, tuvo todo lo que no había tenido el partido: la expulsión de Cuca por un tumulto fuera de la cancha, los ocho minutos de adición por los reiterados cortes en el juego y el gol de Breno López, luego de un centro perfecto de Rony. El festejo anti protocolo del autor del gol con los hinchas nos hizo acordar por qué la Libertadores nos gusta tanto.