Parece que en los últimos tiempos la naturaleza está desatada. El coronavirus procedente de los murciélagos o pangolines, el virus del Nilo Occidental de los mosquitos, las amebas ‘come cerebros‘ que vuelven a estar el candelero. Por no hablar del gorila que atacó a su cuidadora, las orcas chocan contra barcos en Galicia, el cocodrilo de Valladolid o la pantera negra de Granada. Algo debe estar pasando para que estemos viviendo en nuestras propias carnes la reedición de Rebelión en la Granja, la novela del genial escritor Británico George Orwell.

Hay incontables ejemplos de las consecuencias que pagamos por nuestros actos. Quizá una de las más llamativas fue la que sufrieron los descubridores de la tumba de Tutankamon. Tanto Arthur Conan Doyle, creador del detective Sherlock Holmes, como la mayoría de la prensa de la época llegaron a pensar y ayudaron a difundir la leyenda de que la tumba estaba protegida por magia. Todo por que se desencadenó la muerte de gran parte de las personas presentes durante la apertura del túmulo del Faraón. Años más tarde se descubrió que la mayoría de estas defunciones pudieron estar relacionadas con un hongo llamado aspergillus. Pudo estar latente en forma de esporas durante miles de años y activarse en contacto con el aire, al abrir la tumba. El aspergillus es capaz de producir infecciones pulmonares y en ocasiones incluso auténticas bolas de hongos dentro del pulmón, que lo pueden terminar erosionando y produciendo un sangrado incluso mortal, cuya única solución suele ser la cirugía. Ataca con más frecuencia a niños, ancianos y personas inmunodeprimidas. Como casi siempre, los golpes se los llevan los más débiles..

La ameba ‘come cerebros’ se ha dado en llamar así ya que su principal efecto dañino se produce por la destrucción de este órgano. La Naegleria Fowleri, que es su nombre técnico, se localiza en aguas contaminadas. Por ejemplo aguas residuales, piscinas o incluso en el agua corriente. Esto obliga a no poder usarla, salvo para los inodoros, en los sitios donde se han producido casos. Por vía nasal, es decir por inhalación, penetra en el cerebro, causando una mortalidad superior al 90%, según diversas publicaciones. Los últimos episodios se han producido en el estado Texas y además, afecta más a niños y ancianos. En nuestro país se ha producido el caso de una niña en la localidad de Torrijos, provincia de Toledo. Afortunadamente consiguió sobrevivir a pesar del mal pronóstico de la infección.

El Virus del Nilo Occidental, que produce la fiebre que recibe el mismo nombre, es una enfermedad que se contagia a través de los mosquitos comunes, presentes en casi todo el mundo. Desde el África Subsahariana se extendió al resto del mundo. Parece ser que se transmite inicialmente entre pájaros, siendo muy mortal en los córvidos. Los mosquitos pueden transmitir el virus, a través de la picadura desde las aves a caballos o a humanos. Ataca también al cerebro produciendo una meningoencefalitis. Afortunadamente solo ocurre en el 1% de los casos, pero se han registrado varias muertes a nivel mundial. En nuestro país se conocen episodios desde hace años en Extremadura y Andalucía. Últimamente ha habido casos nuevos que incluso han llegado a Sevilla, con brotes en Coria del Río y Puebla del Río. Es muy probable que esté más extendido de lo que pensamos a lo largo y ancho de nuestra geografía. Como en el caso de las amebas, será fundamental el saneamiento de aguas estancadas o residuales para evitar la proliferación del mosquito. En ambos casos siempre será preferible extremar las medidas de prevención. También el uso de mosquiteras o repelentes puede ayudar.

Seamos respetuosos con nuestro medio ambiente. Tengamos conciencia del cambio climático y que con nuestro pequeño granito de arena podemos ayudar a que la naturaleza y el planeta en general no se vuelva en nuestra contra y lo terminen por pagar, ‘más pronto que tarde’, nuestros descendientes.

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