
Las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump sobre la posibilidad de incursiones terrestres en Venezuela volvieron a colocar la relación bilateral en un punto de alta tensión. Amparada en la lucha contra el narcotráfico, la advertencia volvió a poner en alerta al Gobierno de Nicolás Maduro.
Según afirmó Trump, su administración logró reducir de manera significativa el ingreso de drogas por vía marítima mediante operativos navales desplegados en el Caribe. De acuerdo con sus propios cálculos, esa estrategia habría permitido salvar unas 25.000 vidas en Estados Unidos. Sin embargo, Trump admitió que ese plan comenzó a mostrar límites, ante la diversificación de rutas utilizadas por las organizaciones criminales.
“Ahora estamos empezando por tierra, lo cual es mucho más fácil. Eso va a comenzar a suceder”, sostuvo el presidente estadounidense. “No vamos a permitir que esa gente destruya a nuestra juventud, que destruya a nuestras familias”, agregó.
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Trump adelantó, no obstante, que “no son solo ataques terrestres en Venezuela. Son ataques terrestres contra personas horribles que traen drogas y matan a nuestra gente”, reiteró.
La afirmación marcó un giro discursivo que, sin mencionar formalmente una intervención militar, dejó abierta la puerta a acciones directas en suelo venezolano.
El Gobierno de Nicolás Maduro respondió con un llamado a la “serenidad absoluta” y a la defensa del territorio, al tiempo que reforzó ejercicios militares y reiteró su disposición a responder ante cualquier eventualidad.
En paralelo, el mandatario venezolano mantuvo contactos con aliados estratégicos, entre ellos el presidente ruso Vladímir Putin, en un intento por mostrar respaldo internacional frente a la presión estadounidense.
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