Ana Calvo


Ana Calvo


Los Flores son, sin duda, una de las familias más queridas, carismáticas y conocidas de nuestro país. De la gran Lola La Faraona y su marido, Antonio El Pescaílla, a sus tres hijos, Lolita, Antonio y Rosario, o sus nietas, Alba o Elena Furiase. Ahora, el clan vuelve a estar de plena actualidad por el estreno del documental Flores para Antonio.

Dirigido por Isaki Lacuesta y Elena Molina, Flores para Antonio acaba de presentarse en el Festival de San Sebastián, devolviendo a la conversación pública la figura de Antonio Flores treinta años después de su muerte. Su hija Alba lidera este homenaje íntimo y familiar en el que sus tías Lolita y, por supuesto, Rosario también participan con recuerdos y emociones.

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Tengo que reconocer que busco inspiración deco en todas partes, y este comentado estreno me ha hecho teletransportarme al refugio de Rosario Flores en la costa de Cádiz, que hemos podido conocer a retazos por programas de televisión o publicaciones de la artista en Instagram.

En primera línea de la playa de Zahora, salvaje y libre como los Flores y considerada una de las mejores de la costa gaditana, a pocos minutos de Conil y de Vejer de la Frontera, este paraíso escondido tiene muchas raíces familiares, ya que Lola Flores, la Faraona, siempre presumió de ser gaditana de pro, de Jerez de la Frontera.

Las historias de los Flores que cuenta la decoración de la casa de Rosario en Zahora

La casa de Rosario Flores en Zahora no es solo un lugar donde veranear, es su residencia familiar y, también, es un santuario frente al mar en el que cada rincón cuenta una historia. En ella, los muros encalados y la piedra vista dialogan con la luz del Atlántico y unas espectaculares vistas al Cabo y al Faro de Trafalgar en una conversación serena, con duende y espíritu bohemio.

Tal y como hemos podido descubrir a través de imágenes del programa ‘Joaquín, el novato’, en el que Rosario Flores participó en 2022, el gran porche es el corazón de la casa de Zahora. En él encontramos una gran mesa de madera rústica, bancos con cojines de lino y macetas de barro con plantas aromáticas.

Además, en el jardín salvaje abierto al mar sobre un acantilado los caminos de piedra irregulares se entrelazan con plantas autóctonas y rincones de relax en los que grandes puf blancos, las hamacas de ratán y las mecedoras rústicas hablan de estilo mediterráneo con vistas al Atlántico.

De puertas para adentro, el refugio gaditano de Rosario Flores es una melodía ecléctica llena de magia y con alma bohemia. El minimalismo no existe y en su decoración conviven muebles vintage, piezas funcionales, recuerdos familiares, textiles llenos de color y detalles étnicos. Y en un juego perfecto de luces y sombras, como la vida, las ventanas se abren al mar con cortinas ligeras que dejan que la brisa del levante y la luz mágica de Cádiz se cuelen en cada rincón.

El salón se percibe como un espacio vivido y el epicentro de casa. En él, destacan sofás de terciopelo rosa, lámparas de inspiración árabe, espejos antiguos con el cristal marcado por los años, estanterías llenas de libros y fotos familiares, guitarras y, por encima de todo, un colorido retrato de Antonio Flores presidiendo la estancia que no decora, acompaña.

Los dormitorios mantienen un estilo rústico mediterráneo muy relajado, con cabeceros de madera natural, textiles de algodón en tonos crudos, cojines de patchwork y mantas artesanales. Además, la música, como no podía ser de otra forma, se respira en cada rincón y también en el estudio de grabación que Rosario Flores tiene en su propio hogar, un rincón para crear con instrumentos que descansan en alfombras y cojines que suavizan el espacio y lo llenan de calidez e intimidad.

Más allá de los objetos que la decoran, la casa de Rosario Flores en Zahora no exhibe, acoge y habla de vida, de historias y de duende. De la herencia artística de la Faraona y el Pescaílla, del recuerdo eterno de Antonio y de la propia madurez de una artista que supo hacerse su camino sin olvidar sus raíces.

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