
Si tuviera que enumerar la cantidad de veces que me he quejado esta semana, este artículo tardaría en leerse más de 30 minutos. Me he acomodado sin darme cuenta en una queja constante por todo: porque el agua está muy fría, porque hace calor en el gimnasio, porque los huevos han subido de precio, porque se me ha roto una taza, porque un paquete que venía hoy no ha llegado. Y un largo etcétera al que me he propuesto poner fin al escuchar a Victor Küppers en el podcast ‘Elijo ser feliz’.
Küppers, doctorado en Humanidades, profesor en la Universidad de Barcelona y experto en psicología positiva, aseguraba conversando con Mariale Requena que se muestra reacio al uso de frases como “si quieres, puedes”, porque lamentablemente en la vida “la actitud no lo es todo”. La motivación nos sirve para empezar pero “para llegar no hace falta motivación, hace falta fuerza de voluntad. Hace falta disciplina y eso es lo que muchas veces falta”, aseguraba. En cambio sí es partidario de algo que también promueve la psicología positiva: relativizar. Justo lo que yo necesitaba haber hecho esta semana para no amargarme viva.
“Hay algo que nos cuesta mucho y es aceptar que no todo es controlable. Hay que aprender a vivir de forma razonable con la frustración, pero nos cuesta mucho. Aunque uno tiene derecho a quejarse, hay un tiempo para el desahogo”, asegura. Cuando te estas quejando constantemente y te instalas en un lamento crónico por todo, tu bienestar disminuye. “No te puedes enfadar porque el café no es el que habías pedido o porque hay un retraso en el vuelo. Cuando no tienes un problema muy grave hay que aprender a relativizar porque nos enfadamos por muchas cosas que no deberíamos”, explica.
Relativizar no necesariamente es negar que algo tenga valor, sino entender su contingencia y cambiar su peso emocional en nosotros. Es hacer una reinterpretación cognitiva y cambiar la perspectiva para reducir el impacto emocional. De hecho,cuando las situaciones emocionales no son tan intensas, relativizar lo que sucede es una estrategia más eficaz que distraerse o minimizar. “Todos pasamos túneles, no pozos y de los túneles se sale. Lo que puedes es quedarte en la queja permanente”, explicaba Küppers.
Como nos explicaba la psicóloga Iria Reguera, todas las emociones son válidas y ninguna de ellas es evitable. Todas tienen un espacio, y el primer paso para una gestión saludable de tus emociones es reconocerlas, aceptar que existen y buscar una manera sana de gestionarlas, pero regocijarnos en ellas no es una solución. “Hay gente que tiene derecho a estar enfadado, a estar triste a estar desanimado”, argumentaba, pero de ahí, de abrazar esas emociones desagradables y transitarlas, de permitirnos estar tristes a quedarnos en la queja de forma permanente, hay un mundo.
En lugar de quedarte lamentándote haz cosas pregúntate si en un mes importará. Si la respuesta es no, relativiza. Además, Küppers aconseja que puedes preguntarte qué puedes hacer. Stephen Covey explicaba en el famoso libro ‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva’ que existen dos círculos. Por un lado el de preocupación, donde se encuentran las cosas que nos afectan pero no podemos controlar y, por otro, el de influencia donde está aquello sobre lo que sí podemos actuar. Lo que propone Küppers es centrarnos en ese segundo círculo y no gastar energía en lo incontrolable, sino actuar en lo que está bajo tu influencia.
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