Ya no solo es el pueblo en sí, sino los alrededores. Almonaster la Real lo tiene todo. Un ilustre nombre, con más miga de la que parece, un conjunto histórico-artístico digno de verse y un entorno del que salen múltiples caminos por los que echar a andar. Está entre Jabugo, Aracena, Aroche y Zalamea la Real. A cien kilómetros de Huelva, con su espectacular paisaje, y a solo cuarenta de Portugal.
O sea, jamón del bueno, naturaleza privilegiada, ciudad colombina y los mil y un cantos de sirena del país vecino que tanto nos hacen soñar. Además, en los bordes del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. En medio de las dehesas donde pasta el cerdo ibérico, la famosa montanera, por ubicarlo aún más. Es decir, en las protegidas Dehesas de Sierra Morena, la Andalucía que tira al monte.
Para empezar, Almonaster puede presumir de la única mezquita conservada prácticamente intacta en el medio rural de la península ibérica, y dentro de un castillo. Pero no solo eso. Sus encantadoras calles están empedradas, su arquitectura popular es sobresaliente, luce casas señoriales y atesora un más que notable catálogo monumental. Así pues, habrá que doblar esquinas y aventurarse por las calles de la Torre o de Santa Eulalia. Pero es que el discreto encanto andaluz le viene también de sus zaguanes, de las flores que asoman, de sus fuentes y de su blancura, bañándolo todo.
Para contemplarlo en su máximo esplendor, nada como subir al cerro de San Cristóbal, a 900 metros de altitud. Ya solo el camino, como el de Ítaca -guiño a Cavafis-, merece la pena: lo flanquean muros de piedra, va entre las encinas y alcornoques que adornan estas tierras junto al quejigo andaluz y pasa por un pequeño riachuelo que riega frutales y huertas. En la cima, la magnífica panorámica. Por Almonaster en sí y por las numerosas aves que se ven volar, en plena migración o no.
La capilla de la Trinidad se alza en la plaza del Ayuntamiento.
TURISMO ALMONASTER LA REAL

Al-Munastyr, como se llamaba en el siglo IX, contaba con una muralla que protegía la medina, la aljama y el castillo, ahora en ruinas, que fue perdiendo su fuerza con el paso de los siglos hasta que en el XIX se aprovecharon sus materiales para construir una plaza de toros sobre lo que era el patio de armas. De 32 metros de diámetro interior y con un aforo de 1.200 espectadores, lo que la sitúa en tercera categoría, fue inaugurada en 1821 y reformada a finales de siglo. Como atracción turística, desde luego, la colocamos en primera categoría, de pintoresca como es. Resumiendo: tenemos un castillo con mezquita y plaza de toros. Un trío de ases difícil de igualar.
Almonaster, Tenorio y las hijas de Isabel II
Otra curiosidad es la ermita de Santa Eulalia, que no es una ermita al uso porque, al parecer, los tres muros de su ábside son los de un mausoleo de época imperial romana, datado en la primera mitad del siglo I d.C., del estilo de la Torre de los Escipiones de Tarragona. Como ermita se levantó entre finales del XV y principios del XVI, época de la que aún quedan pinturas, adscritas al gótico. Pero es fundamentalmente barroca como lo prueban su precioso porche, su espadaña, la sacristía y las pinturas al fresco de la bóveda. También tiene su interés la más reciente ermita de Nuestro Señor de la Humildad y la Paciencia (XVII), con tejado a dos aguas. Y, por supuesto, la capilla de la Trinidad, igualmente barroca (XVIII) y en blanco y rojo, alumbrando la plaza.
Puestos a ver edificios singulares y a bucear en su historia, el siguiente a tener en cuenta es la casa palacio del ilustre Miguel Tenorio de Castilla, a quien los rumores de la corte le hacían padre de las infantas Pilar, Paz y Eulalia de Borbón, hijas de Isabel II, aunque sin pruebas. Sí es verdad que Tenorio pasó sus últimos años en el exilio junto a la infanta Paz y su marido, Fernando de Baviera, en el castillo de Nymphemburg (Múnich), donde murió en 1916, y que el nombre de Eulalia podría ser fruto de su devoción por esta Virgen de su Almonaster natal.
Esta es una de las pocas mezquitas en un núcleo rural.
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El puente de la Tenería no se queda atrás. Este puente medieval, que fue romano, daba acceso a la antigua Tenería, una fábrica de curtido de pieles de 1806, tal y como reza en la inscripción de su portada, que se convirtió después en molino de aceite y que hoy espera ser rehabilitada. De hecho, está a la venta en una inmobiliaria de lujo como joya histórica para turismo rural.
Por lo demás, la era de la Cuesta es un escenario de múltiples actividades culturales, al margen de un mirador excepcional. La fuente del Concejo, al final de la calle de la Fuente, precisamente, tiene su punto, con su pilón, abrevadero y lavaderos, y el detalle particular de que fue sufragada por sus vecinos en 1701, aunque ahora exhiba remodelación decimonónica.
Sin olvidar la iglesia gótico-mudéjar de San Martín (XIV), cuya portada es fiel al estilo manuelino, del que sabe mucho Olivenza, el pueblo más portugués de España. Y volviendo de nuevo a la ya nombrada mezquita, testigo de un pasado glorioso en este rincón del Al-Ándalus. No es casualidad que anualmente, para octubre, se celebren aquí las Jornadas de Cultura Islámica.