Leandro Paredes volvió al futbol argentino y a su primer amor con todas las ganas. Para vivir lo que fue su recibimiento en una noche sin fútbol con 50.000 personas y fantaseando con más vivencias de ese estilo. Incluso hasta dejó de lado consejos de peso que le advertían que no era momento de regresar a Boca, que el contexto es muy complicado, que no hay equipo. Y se lanzó a la aventura que en diez días le demostró en carne propia que lo que le decían era bien cierto y no tenía IVA.
Porque hay que estar adentro para vivirlo. Para sentir de cerca que hay referentes colgados como Romero y Rojo. Que hay muchos hoy compañeros que no dan la talla. Que todos los rivales pueden ser como el Bayern Munich para Boca. Que Cavani no es el del United ni el del PSG. Que Merentiel, el de mejor nivel en la mediocridad, se entera de que tiene que salir cuando está a punto de jugar el segundo tiempo. Que a Morena Beltrán la llevan a hablar de su pareja Blondel en la TV. Que Russo está frágil y se lo ve vulnerable en todo sentido, más allá de que quiera hacerse cargo de todo. Que Riquelme, presidente gracias a su pasado como jugador top de la historia, no sale de su laberinto. Que de tres partidos que jugó, en el primero arañó un punto dulce porque fue en su debut y luego se pegó dos balazos.
Sin embargo, creyente, con ánimo de contagiar, lanzó en sus redes un “elijo creer hoy y siempre, ” que en la actualidad se hace difícil de creer. Aunque claro, esto es fútbol y los milagros existen. De todos modos, el mismo Paredes sabe muy bien que ni Messi podría resolver los problemas estructurales y de fondo, de manejos, de desprolijidades y, sobre todo, de fútbol, ya que siempre prefieren hablar de fútbol. En eso justamente Boca es un desastre y un campeón del mundo que juega de volante no puede hacer magia. Se verá recién el 9 de agosto, contra Racing, si se puede cambiar algo que no se cambia hace rato en un Boca que no es campeón desde hace más de dos años.
La imagen de Paredes tras la caida ante Huracán (Foto: Fernando de la Orden).
