Los Óscar cada vez se van abriendo más a la posibilidad de que películas no hechas en Hollywood arrasen en los Óscar. Hace unos años fue ‘Parásitos’ la que hizo historia, pero todo apunta a que no va a quedarse en una anécdota. Por ejemplo, este año ‘Emilia Pérez’ parecía la gran favorita hasta que estalló toda la polémica con Karla Sofía Gascón, pero la que ahora nos interesa es ‘Aún estoy aquí’, largometraje brasileño nominado a tres premios de la Academia de Hollywood, entre ellos el de mejor película.

El nuevo trabajo de Walter Salles se ha cansado de recibir alabanzas desde su presentación en el Festival de Venecia del año pasado. Y las buenas noticias no se han quedado ahí, pues también ha arrasado en taquilla, convirtiéndose en la película brasileña más taquillera de los últimos años. A todo eso hay que sumarle que es un excelente drama que nunca cae en el error de caer en lo lacrimógeno pese a la innegable fuerza de la historia real que adapta.

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Sin prisa

Aqui

‘Aún estoy aquí’ nos lleva hasta 1971 para mostrarnos cómo el antiguo diputado Rubens Paiva era secuestrado por la Dictadura militar de Brasil, lo cual pone en una situación muy delicada a su familia, en especial a su esposa. Partiendo de las memorias de Marcelo Rubens Paiva sobre cómo reaccionó su madre, los guionistas Murilo Hauser y Heitor Lorega proponen un relato estructurado en cuatro partes diferentes que se retroalimentan entre sí y convierten lo que en una gran película lo que podría ser otra historia de secuestrados.

Salles se toma todo con calma en ‘Aún estoy aquí’, pero eso no quiere decir que estemos ante una película con un ritmo moroso o que vaya dando vueltas sobre las mismas ideas de forma innecesaria. La realidad es que estamos ante una película que se preocupa por sentar unos cimientos sólidos y que huye del sensacionalismo, por lo que prefiere que todo va fluyendo con naturalidad para intentar conseguir ese esquivo realismo al que tantos aspiran y que pocos logran captar de forma satisfactoria.

Eso es algo que se percibe desde los primeros minutos, donde ‘Aún estoy aquí’ es la historia de una familia que intenta mantener una vida normal y feliz, pero a sabiendas en todo momento de la terrible realidad política que asola su país. Por ello, Salles no cae en ofrecer un mero retrato idealista de dicha familia, pero sí sienta muy bien las bases para que entendamos la buena relación que había entre ellos. De esa forma, cuando llega al mazazo, el golpe resulta aún más duro.

Aun Estoy Aqui

A partir de entonces, ‘Aún estoy aquí’ podría haberse convertido en una película más de madre coraje para el mero lucimiento personal de una extraordinaria Fernanda Torres, e imagino que habrá algunos que quieran despacharla así. Sería un error, ya que es cierto que hay una fase de la película en la que se lleva al límite el dolor tanto físico como emocional de su protagonista, pero a la hora de la verdad se siente más como otra forma más de incidir en que tu destino en Brasil estaba totalmente fuera de tu control cuando el ejército decidía que había llegado tu hora.

No obstante, ‘Aún estoy aquí’ se apoya al mismo tiempo en la ausencia y la presencia de alguien: la desaparición de un marido y cómo su familia sobrelleva y asimila su nueva realidad como resultado de ello, pero también en un madre que hace todo lo posible para que salgan adelante mientras al mismo tiempo busca un reconocimiento de lo que ha sucedido. Ambos juegos se prestaban a grandes momentos dramáticos, pero tanto Salles como Torres apuestan por una sencillez que algunos confundirán con simpleza. Lo cierto es que hay multitud de matices en la forma que tienen ambos de mostrar las emociones que la película quiere transmitir al público.

De hecho, ‘Aún estoy aquí’ es una película que va creciendo en la memoria del espectador, resultado directo de que planta muy bien una semilla en nuestra cabeza pero quizá no somos plenamente conscientes de ello nada más acabamos de verla. Al final, la sociedad capitalista impone unos ritmos distintos en los que parece que estamos obligados a decidir todo contrarreloj. Aquí eso se destierra por completo en beneficio de un retrato sensible de una historia que sucedió en Brasil en 1971 pero que perfectamente podría haber tenido lugar hoy en día en algún otro país.

Y es que ‘Aún estoy aquí’ es una película con una fuerza atemporal con capacidad de sobra para conquistar tanto a los espectadores que vayan estos días a verla a los cines como a aquellos que la recuperen o descubran dentro de varios años.

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