Hay una cosa (una pequeña confesión) que me gustaría dejar claro: no creo que la ‘True Detective‘ original (por contraponerla con esta nueva entrega) sea la excelencia que se proclama. Quizás porque, si bien me gusta la serie, nunca logré conectar con ella al nivel que muchos otros fans. Sin embargo, con esta temporada 4, con esta ‘Noche polarme encuentro, por primera vez, absolutamente fascinado. Y el segundo episodio no hace sino confirmar las buenas sensaciones del arranque.

Por cierto, a partir de aquí spoilers de la Parte 2 de ‘True Detective: Noche polar’.

El episodio comienza justo donde dejamos a la detective Danvers (Jodie Foster) la semana pasada: en esa «mitad de la nada» donde han aparecido los cuerpos de los científicos desaparecidos de la base Tsalal. Aquí nuestra protagonista se alza como la policía más veterana del lugar, intentando evitar chapuzas e imágenes de mal gusto. Pronto salta la sorpresa cuando uno de los cuerpos empieza a gritar.

Espiral

Es también explorando los cuerpos cuando la experimentada detective halla un extraño símbolo. Nuevamente la serie nos sumerge de nuevo en las obsesiones por las espirales y su simbolismo. Esta espiral resulta relativamente familiar y será lo que conecte definitivamente a Danvers y Navarro (Kali Reis).

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Pero no adelantemos acontecimientos, ya que el guion de Issa Reis va dosificando las pequeñas revelaciones en un episodio centrado, sobre todo, en consolidar las temáticas, personalidades, el tejido del pueblo y los traumas del pasado. Es aquí cuando se manifiesta mejor esa red que conecta sus yo de ahora con las de años atrás.

Es interesante, en ese sentido, cómo en pocas líneas nos presentan los conflictos de Ennis: ahí vemos la enemistad entre los mineros y los iñupiats, que insisten en que les están envenenando. La importancia de comprender a los habitantes del terreno se pone en relieve también con Leah (Isabella Star LaBlanc), con Danvers no haciéndole gracia que se pinte la cara con los rasgos tradicionales de los indígenas.

También algo que nos lleva al lado más de terror/superstición folk con el que se impregna esta temporada: Rose (Fiona Shaw) no es la única, desde luego, que ve fantasmas… o «gente que no está», como dice el transportista interrogado por el joven, también Jules ve fantasmas. Sin embargo, aquí se habla de la línea entre lo sobrenatural y la salud mental.

La investigación, con los cuerpos trasladados a la pista de hielo para que vaya descongelándose todo, sigue su curso y empiezan a surgir preguntas: ¿por qué están desnudos?, ¿quién dobló sus pantalones?, ¿de qué puedes tener tanto miedo como para salir pitando y a medio vestir? y, una de las que más ronda, ¿qué estaban investigando?

Apuntando al sospechoso

En lo que vamos sabiendo alguna respuesta en torno a la base Tsalal, incluyendo que era una investigación en torno a microorganismos que podría servir para curar el cáncer (y ser la panacea) y que estaban financiados por una compañía propiedad de Tuttle United (siendo un nexo con la primera temporada), el nombre de uno de los científicos empieza a destacar respecto a los demás: Raymond Clark.

De esta manera, la serie comienza a señalar a un sospechoso claro. Una sospecha que empieza a crecer en el tercer acto del episodio donde descubrimos que, claramente, conocía a la pobre Annie (de la que se confirma ser la propietaria de la lengua encontrada). No solo eso, tenían el mismo tatuaje: el pictograma de una espiral. La misma espiral.

Aquí reconozco que hay que dar cierto salto de fe: ¿cómo es que en todo este tiempo de obsesión con el caso por parte de Navarro, sea la primera vez que se sepa de este tipo? Independientemente de eso (que la verdad es un poco de puntillismo) pronto queda constancia de que el hombre no estaba bien, con su diario de investigación del científico ilustrando su viaje a la locura.

Con Danvers y Navarro aliándose definitivamente, los últimos minutos del episodio nos llevan a una caravana abandonada, la de Clark, ahí tenemos lo que ya es un tropo de la serie: un escenario siniestro con huesos de animales y, en esta ocasión, muñecos de trapo… uno gigante, acostado en la cama. De vuelta a la pista de hielo, se nos da una última revelación: solo hay seis cuerpos… falta uno, el de Clark. La conclusión a la que saltan las detectives es contundente: ha sido él.

En Espinof:

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