Otamendi, de su premonición con Di María a «estamos para romper las reglas»

Fue un salto a la eternidad. Nicolás Otamendi voló a lo Michael Jordan, quedó suspendido en el aire y, con un cabezazo furioso y extraordinario, enmudeció a los brasileños que colmaron las tribunas Maracaná. A los 35 años, el zaguero hizo un tremendo aporte para que esta Selección agigante el póster con una victoria que quedará grabada a fuego en la memoria de los hinchas argentinos. Un triunfo que será una nueva página dorada en la historia del fútbol argentino. Su grito desaforado fue también el puño apretado de un país que se acostumbró a beber el elixir de las alegrías ofrendadas por este equipo. Un grupo que no se conforma con la gloria alcanzada en el Mundial de Qatar.

“Esto es hermoso. Le había dicho a Fideo (Di María) que no solamente él hace goles importantes. Así que el de hoy por suerte sirvió para la victoria. Tengo recuerdos inolvidables en este estadio y estoy contentísimo”, comentó el defensor, visiblemente eufórico luego del golpe que dio Argentina en el emblemático escenario de Río de Janeiro.

Otamendi destacó la actitud, la garra, la rebeldía de un conjunto que supo apretar los dientes en un contexto hostil, en un Maracaná que fue un volcán en erupción. “Somos un equipo que está para romper las reglas. Con respeto tratamos de hacer nuestro juego. No jugamos bien en el partido anterior contra Uruguay, pero hoy dimos una respuesta hacia nosotros y obviamente a la gente que nos sigue apoyando”, comentó el experimentado central.

La represión, la violencia, los palazos y el ataque son saña que recibieron los fanáticos argentinos en la cancha antes del encuentro destaron la reacción de un grupo que utilizó esa bronca como combustible. “A los únicos a los que les pegan es a los argentinos. Pasó en la final de la Libertadores también. Da mucha impotencia. Fuimos con la gente porque era pegar por pegar. Ojalá que esto cambie y cada equipo argentino que venga a Brasil sea respetado”, expresó Otamendi.

Sólido de arriba y de abajo, firme en la marca y recio para defender cada pelota a punta de pistola, el zaguero fue guerrero y caudillo en un Maracaná que se rindió a los pies de la mejor selección del mundo. Por eso gritó su gol con alma y vida. Por eso hizo gritar a todo un país.