Cada partido de Lionel Messi o de los jugadores de la Scaloneta generan sentimientos encontrados: por un lado, el disfrute de verlos mostrar su talento en los mejores equipos del mundo, con sus goles, sus gambetas, sus quites o sus atajadas. Pero a 26 días del Mundial y con casi una decena de futbolistas con pequeños problemas musculares -salvo Paulo Dybala, que tiene una lesión más importante-, cada encuentro de Champions, Premier, Serie A o LaLiga se mira con temor, con miedo a que alguno de los que son clave para el DT, se lesionen.

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Y en el medio de esa contradicción aparece Messi, siempre Messi. El capitán de la Selección cumple con aquello que viene profesando en las diferentes entrevistas: jugar como siempre porque si se entra con pánico, puede ser mucho peor. Y ahí anda el mejor del mundo, regalando su talento, metiendo goles y asistencias como si no tuviera algo trascendente por delante en su carrera. Después de su parate, de 10 días sin jugar por la contractura en el gemelo izquierdo, regresó con todo: entre Olympique de Marsella, Ajaccio y Maccabi, gritó tres veces -un gol más lindo que el otro- e hizo gritar en cuatro oportunidades.

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Leo está en un gran comienzo de temporada. PSG lo está mimando desde el armado de Galtier a la dosificación de minutos cuando lo ven que tiene alguna dolencia. Y lo más importante es que el equipo francés ya está en los octavos de la Champions -aunque le queda algo importante, salir primero en su grupo- y puntero de la Ligue 1. Al 30 le quedan cuatro juegos hasta que se una a la Scaloneta y hasta quizás el París le permita sumarse un poquito antes a la Selección. Leo irradia buenas vibras y eso puede ser un buen ejemplo para sus compañeros, que también buscan su mejor forma, como Gonzalo Montiel, que está agarrando ritmo en el Sevilla, o Lautaro Martínez, que la está rompiendo en el Inter.

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