Siguiendo la tendencia de los últimos años, el cine más estimulante de Cannes 2022 no venía de la Sección Oficial, normalmente consagrada a los grandes nombres que nadie quiere perderse, pero a menudo poco rompedora, con una selección que este año combinaba la dosis habitual de directores venerados con un hueco importante para realizadores presentando su segunda o tercera película (Lukas Dhont, Ali Abbasi, Léonor Serraille, Saeed Roustayi), sin embargo, las voces más interesantes de esta edición salían del resto de secciones paralelas, competitivas o no.

En este grupo de enorme interés, aunque menor foco mediático, encontrábamos maravillas como ‘The Woodcutter Story’, ópera prima del finlandés Mikko Myllylahti, que sigue la estela del cine del absurdo con un toque fantástico, a camino entre la comedia surrealista que hace Dupieux y el realismo mágico minimalista nórdico de ‘The Innocents’ por ejemplo, o ‘Pamfir’, también debut del artista ucraniano Dmytro Sukholytkyy-Sobchuk, que impresiona con un drama que, de alguna manera, recuerda a la nueva ola del cine rumano de las últimas dos décadas, con el añadido de un punto mágico de la superstición tradicional.

Dos sólidos primeros largometrajes que, aun con sus flaquezas, auguran un gran potencial, en una edición en la que la competición de primeras películas, entre las que se incluía la española ‘El agua’, ha sido verdaderamente cautivadora. Precisamente nuestra favorita, la americana ‘War Pony’, de Riley Keough y Gina Gammel, a competición en Un Certain Regard, se hacía anoche con el galardón a la mejor ópera prima, la codiciada Cámara de Oro.

Además, en esa sección, que suele acoger primeros trabajos de cineastas en su búsqueda de la propia voz cinematográfica, o bien aquellas propuestas algo más radicales que no pasan el corte de lo establecido para la competición oficial, como pasara en la anterior edición con ‘Lamb’ (Valdimar Jóhannson) o ‘The Innocents’ (Eskil Vogt), es donde encontrábamos algunas de las mejores apuestas de este festival.

A la ya mencionada ‘War Pony’, de Caviar, la productora belga con sede en Los Ángeles que silenciosamente se está haciendo con el control de los mejores pequeños hits del indie americano de los últimos años como ‘Diary of a Teenage Girl’ (Marielle Heller, 2015), ‘The Rider’ (Chloé Zhao, 2017) o la más reciente ‘Sound of Metal’ (Darius Marder, 2019), se suma la inmensa ‘Godland’ (2022), del islandés Hlynur Pálmason (‘A White, White Day’) o la franco-coreana ‘Retour à Séoul’, también conocida como ‘All the People I’ll Never Be’, segundo largometraje del cineasta francés de origen camboyano Davy Chou, que también nos ha fascinado y de la que hablamos más abajo.

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‘War Pony’ (Riley Keough y Gina Gammel)

War Pony

En la reserva nativo-americana de Pine Ridge, Bill, un joven veinteañero y ya padre de dos niños de diferentes parejas, malvive entre trabajillos en negro y no muy brillantes negocios, al cobijo de la casa materna, que suele ejercer también de guardería para un puñado de niños. En paralelo, Matho, un niño abandonado, y su grupito de amigos pre-adolescentes, descubren temprano la existencia de las drogas y, con la inocencia del juego de niños, comienzan a traficar pequeñas dosis de manera inofensiva.

Con una población de etnia minoritaria aparentemente protegida, pero en realidad convertida en un gueto donde impera la pequeña delincuencia y el consumo de drogas, esta reducida comunidad se debate por mantener el equilibrio entre la tradición ancestral transmitida entre generaciones y la supervivencia en esa gran máquina capitalista de los Estados Unidos.

Una doble visión que convive y se entrecruza, y de alguna forma explica el origen de esos Bills y la enorme dificultad para romper ese inevitable destino, para el que la falta de oportunidades pesa más que las buenas intenciones. Partiendo de ese punto de vista de una comunidad poco representada, la película incorpora un componente identitario que añade valor respecto a otras producciones de temática relacionada.

Protagonizada por actores nativos con unas interpretaciones verdaderamente genuinas y dirigida de forma novel por el dúo formado por Gina Gammel y la célebre actriz (y nieta de Elvis) Riley Keough, la solidez de ‘War Pony’, cuya narrativa tiene poco que envidiar al mejor indie autoral americano de los últimos años, augura una prometedora carrera por delante.

‘Retour à Seoul’ (Davy Chou)

Retour A Seoul

Con un equipo mixto y una producción internacional que involucra a varios países, el cineasta francés de origen camboyano cuenta la historia de una joven que viaja por primera vez a Corea, donde la dieron en adopción sus padres biológicos. El viaje inicial disfrazado de inocentes vacaciones se convierte en realidad en una toma de contacto como primer paso para investigar sus orígenes.

Una historia de búsqueda en varios tramos, que comienza como una especie de thriller dramático al encuentro de unos progenitores desconocidos y se transforma en un drama identitario de búsqueda interior del propio yo y su lugar en el mundo, dejando a su paso varias películas en una. Apoyada principalmente en un personaje arrollador, aunque lleno de contradicciones, la película nos arrastra con ella por las calles de una Corea moderna y cosmopolita representada con la fuerza propia de un personaje en sí mismo.

Respaldada por una puesta en escena naturalista y a la vez poderosamente atractiva, con pasajes visualmente muy potentes, ‘Retour a Seoul’, (o en su versión internacional, posiblemente más pertinente ‘All the People I’ll Never Be’), es una muy sólida propuesta, especialmente considerando que se trata de un segundo largometraje. Un viaje introspectivo catártico muy disfrutable.

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