Lo que hizo Always Ready, víctima en la cancha de un fallo desacertado (clave en el resultado), fue vincular esa circunstancia con otra: los regalos de camisetas que Boca le hizo al árbitro antes del partido. Amplificó la difusión de ese hecho, mandó a la Policía a encontrar los regalitos en el vestuario, y dio a entender que el perjuicio que había sufrido era producto de una especie de “soborno” con camisetas.

El episodio, que no prevé castigo en el código de ética de la Conmebol, puso de relieve que hacerles esa clase de “atenciones” a los árbitros es cosa de todos los días, que muchos clubes lo hacen y ya está como incorporado al protocolo.

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Todo el mundo desconfía, casi por deporte, de la integridad de los árbitros. Y aunque eso es una gran injusticia, tampoco seamos ingenuos.

Nadie puede asegurar que no haya árbitros coimeros (como hay coimeros en todas las profesiones), y hay también referís permeables a los signos que envían sus jefes, sin decirles necesariamente algo puntual, para que sepan qué resultado les conviene: a quién designan, a quién congelan, a quién promueven, a quién suspenden, quién progresa y quién se estanca en su carrera internacional.

Pero tampoco seamos ingenuos a la inversa: suponer que un árbitro le va a inventar un penal a uno porque le regalaron diez camisetas es un disparate.

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Policías en el vestuario de los árbitros.

Policías en el vestuario de los árbitros.

Menos, cuando se sabe que es práctica habitual dar esa clase de souvenirs (es otra discusión si es moralmente admisible aceptar regalos de una de las partes que un árbitro va a juzgar; para este columnista, hay que evitar toda clase de contactos y chichoneos entre dirigentes/emisarios de los clubes y árbitros antes de los partidos).

Acusar a Boca de haber sobornado al referí con camisetas se ve más como un manotazo de impotencia y bronca, no creíble y que en nada compensa tampoco a los bolivianos del fallo que los perjudicó.

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