Si algo sabemos los argentinos es de inflación. Ya nos acostumbramos a bailar la danza continua de precios que se mueven para arriba y nunca para abajo.
En febrero pasado, el Indec informó una inflación de 4,7 por ciento y acumula así un 52,3 por ciento en los últimos doce meses. En alimentos la situación fue peor ya que aumentaron un 7,5 por ciento.
El Centro de Almaceneros, que mide los aumentos en grandes superficies y almacenes barriales, midió en febrero 6,14 por ciento de inflación y proyecta un 9 por ciento para marzo. El costo de la canasta alimentaria de febrero para una familia tipo de cuatro integrantes fue de casi 42 mil pesos.
El presidente de la Nación, Alberto Fernández llamó “diablos” a los formadores de precios y dijo que la inflación era un fenómeno “autoconstruido”. Quiso decir que cuando más piense la gente en la inflación, más suben los precios. Suena a disparate.
Para comprender la dimensión estructural del problema basta decir que el porcentaje que Argentina tiene de devaluación un mes, un país vecino como Chile lo tiene a un año.
En el barrio
En los escaparates de los negocios de la avenida de Mayo los precios se renuevan periódicamente.
“Todas las semanas hay precios nuevos”, dice Ricardo Lalilla, dueño del local de ropa infantil Arco Iris. “A esto tenés que sumarle el aumento de los costos fijos; el alquiler a mí me aumentó un 40%”, señala.
Javier Alvarez, dueño de la óptica Laura Barrera, señala que “esta durísima la cosa”. “Cada dos o tres semanas hay remarcaciones de precios, son todos productos importados lo de la óptica. Si no aumentas te quedas atrás y terminas regalando las cosas”, dice.
Paola Rossi, de perfumería Emilse, apunta algo novedoso. “La gente parece resignada como que se ha acostumbrado a los aumentos y ya no se queja tanto”, dice. Apunta que en su caso “cada tres meses hay listas nuevas de precios, con aumentos que van del 12 al 20 por ciento”.
La dueña de un polirubro frente a la plaza 12 de Octubre dice que los precios se mueven menos porque trabaja con productos importados “y el dólar sigue estable”. Lo mismo dice el dueño de un local de repuestos para motos de la calle Congreso. “Yo trabajo a valor del dólar oficial, pero en pesos se mueven”, dice.
Natalia Ruiz, del local de productos para limpieza El Rey de la Limpieza revela que en su caso han logrado bajar el precio del cloro en una segunda marca. “Teníamos los cinco litros a 350 y lo bajamos a 280 pesos, porque con las clases aumenta la demanda de cloro, jabón líquido, perfuminas y jabón en pan”, dice.
Desde el Rey del Colchón, Jorge Acosta cuenta que en el último mes de marzo los precios se movieron en tres oportunidades acumulando “un 10, 12 por ciento” de subas. Indica que en marzo las ventas mejoraron y que la gente “se mueve mucho con tarjeta de crédito”, cuando antes predominaba el dinero en efectivo.
Segundo Fernández, del almacén del Dante, dice que ”desgraciadamente todos los días aumenta algo”. “De dos meses para acá, fácil ha habido aumentos de 5, 10, 15 o un 20 por ciento”. Lo que más aumenta hoy son los productos derivados de la harina, pan y criollos. “El cliente ya viene resignado y cuando le vendes algo barato abre los ojos”. Aunque barato ya queda poco y nada porque un simple chupetín hoy vale 20 pesos.
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Carnes y pan
El pollo fresco ha sido uno de los alimentos que más se han movido últimamente.
La caja de 20 kilos, que en febrero costaba 3.600 pesos, le cuesta hoy al comerciante 5.000 pesos. Esto hace que el kilo de pollo se comercialice al público en 300 pesos, en el barrio.
El asado también ha aumentado. Ya es difícil conseguir el kilo de costilla o vacío a menos de mil pesos, a menos de que se consigan los cortes de Precios Cuidados.
Y el pan, que en febrero valía alrededor de 180 pesos, desde marzo cuesta 100 pesos más. Lo mismo ocurre con los criollos, hoy a cuatrocientos pesos el kilo. Es que la bolsa de harina de 25 kilos ronda los 2000 pesos cuando valía ochocientos pesos menos.
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