Telam SE

Yendo del perfume al tufo

Además de convivir con nuestros congéneres, con animales, con virus, con terraplanistas, con remarcadores de precios y panelistas de televisión de dudoso coeficiente intelectual – tanto que dudo conozcan el significado de “coeficiente”, mucho menos de “intelectual” -, en la vida cotidiana convivimos con las sensaciones que nos transmiten nuestros sentidos.

Y no se puede evitar. Cuando algo huele, mal o bien, lo sentís. Y de eso les voy a hablar: de lo que nos entra por la nariz. Ojo: Hablo de cosas legales. Me refiero a los aromas. Y ya de entrada hay que entrar a definir cosas, con las palabras correctas.

Porque los aromas, los perfumes, las esencias, las fragancias son las palabras que describen positivamente la cosa. En cambio tufo, olor, vaho, baranda, hedor, pestilencia, sputza, ya no te dan ni ganas de respirar. Pero uno convive con los olores. Sobre todo si convive con una pareja olorosa. Pero no me refería a eso, sino a que es uno de nuestros sentidos más preciados: nada como el olor a café en la mañana, o a asado, o a cebolla y ajo friéndose, que a cualquier hora del día, te despiertan el apetito, así antes te hayas bajado una olla entera de mondongo a la española.

¿Qué tienen esos aromas como el café recién hecho? Son capaces de levantarte de la cama sin siquiera darte un sopapo. Claro: te despiertan el apetito, la sed, las ganas de placer. En cambio el olor a hierba fresca, a lluvia, a pasto mojado, no te saca de la cama. Al contrario, te hace querer hibernar.

El problema con los aromas se presenta cuando no se puede definir olor a qué es: El olor a limpio, por ejemplo. No es olor a limpio, sino que en general se asocia a la fragancia del jabón de lavar la ropa, el suavizante, el líquido lustramuebles, incluso  algunos encuentran agradable el olor a lavandina, a shampú anticaspa, a bañadera resbalosa. Eso es olor a limpio, aunque no lo sea. Basta con tirar un chorro de lavandina y no limpiar y ya tenés sensación de limpieza. Por eso: ojo con los sentidos. Son como algunos slogans políticos: muy engañosos.

Y el concepto de aroma agradable varía según las personas. “Nada como el olor a Napalm en la mañana” decía el personaje de Robert Duvall en «Apocalypsis Now». Pero sin ir tan lejos, ¿a cuántos de ustedes les gusta el olor a nafta recién cargada? Y aunque no lo crean, hay gente a la que el olor a coliflor hervido le despierta el apetito, y hasta las ganas de tomarse un vasito de nafta recién cargada.

Hay gente que tiene gustos más extremos. Prefiere que su pareja, en lugar de oler a perfume francés, huela a pollo al horno con papas. Es absolutamente subjetivo. Hay gente que disfruta del olor a perro húmedo, y para mi, es la segunda cosa más desagradable del mundo. La primera: es una pareja con olor a perro húmedo.

Es que el olfato, como el gusto, y los otros sentidos, se educa. Y las madres lo hacen en forma inconsciente. Cuántas veces de niños íbamos por la ruta, y tu vieja te hacía abrir la ventanilla y te decía: “olé, olé el verde”, como si el olor estuviera en el color. Y todos abríamos las ventanillas e inspirábamos el “olor a verde”. Hasta que se cruzaba un zorrino, y ahí si, cerrabas las ventanillas, el ventilete y descubrías que tal vez eso tan famoso que olía mal en Dinamarca no era una sopa de brócoli, sino un puchero de zorrino…

Y como necesitamos que las cosas huelan bien, alguien inventó los desodorantes de ambientes. Y hay algunos nombres de aromas de desodorantes de ambientes asustan: el que viene con “olor a bebé”, por ejemplo: ¿Cuántos bebés sacrifican para hacer uno de esos tubos? Y una pregunta más terrible: el olor a bebé, ¿es olor a bebé recién bañado o todavía sigue con los pañales sin cambiar?

Y los nombres exóticos que les ponen a las fragancias: “Campos de algodón” (como si el campo de algodón no pudiera oler a abono), “Despertar de energía” – (créanme, no lo invento, existe). ¿Qué clase de energía? ¿Nafta, kerosene, porotos en escabeche? “Brisa Polar” (y te ponen una foto de la Antártida), como si fuera agradable el olor a la brisa polar que trae el olor desde la isla de las focas, o de las ballenas transpiradas.

Y es que la gente cree que el desodorante neutraliza otro olor y no es así. Lo único que hacés al tirar desodorante para tapar un tufo… ¡es taparlo y mezclarlo con otro olor! Craso error. Eso solo da como resultado un olor aún más asqueroso que el original. E incluso le advierte al visitante desprevenido que intentaste tapar un olor desagradable antes de su llegada.

Y yo tengo un problema con cierta gente y ciertos olores. Me molesta esa gente que viene y te dice: «sentí que olor a podrido tiene esto», y te lo acerca a la nariz inescrupulosamente. Si tiene olor a podrido, ¿para qué me lo hacés oler?

Y también me molestan los que no comen naranjas o mandarinas “porque les deja olor en las manos”, pero van a lavar el auto y se dejan poner un pinito que el auto te huele una semana a albergue transitorio.

Como dijo alguna vez una comediante llamada Rita Rudner: “lo que nunca voy a entender de los aromas es por qué las mujeres se matan poniéndose perfumes que huelen a flores, si a los hombres no les gustan las flores. ¿No sería mejor que usen, no sé, perfume a interior de auto nuevo, o a pelota de fútbol?”

Y es cierto: existe el olor a nuevo: libro nuevo, auto nuevo, cd nuevo, mueble nuevo, billete nuevo… aunque este, en general, y sin importar su valor nominal, vale mucho menos de lo que vos creés que vale su aroma.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here