*Por Nicolás Aguilar

Norberto Elder García, popularmente conocido como Jericles, presenta su nuevo libro: “Jericles, el hazmerreír del pueblo”. El humor en tiempos de pandemia.

En una calle de tierra con algunos pozos tapados con agua de lluvia hay una casa cubierta por la sombra de una enredadera. Desde una ventana se divisa la figura del humorista que tiene las llaves de la ciudad porque en uno de los carnavales lo eligieron como Rey Momo. No alcanzamos a poner un pie en el pórtico cuando se abre la puerta y nos invita a pasar. Lo primero que se ve es una biblioteca llena de libros, entre los que claramente resaltan los de historietas. Despeinado, con chinelas y una sonrisa amplia, Prepara el mate mientras dice renegar de la lluvia y el calor. Pero lo dice sonriendo. Se ríe con una risa para adentro, como si estuviera rumiando un chiste. Pocos lo conocen como Norberto Elder García. Sus amigos del barrio donde se crio lo apodaron Jericles y así se lo conoce desde entonces. “El Jeri” es oriundo de La Carlota, pero hace años vive en Río Cuarto. Trabajó en la mítica revista Hortensia -que según él fue como jugar en primera división-, Humor, los diarios La Voz del Interior y Puntal, entre otros medios.

-Está por publicar “Jericles, el hazmerreír del pueblo”. ¿Cómo surgió la idea de este nuevo libro y por qué lleva ese título?

-Siempre me pareció que esa palabra, hazmerreír, se usó de manera peyorativa. Yo pienso que ser un hazmerreír no es algo degradante, sino un orgullo. Es ser el tipo que provoca las risas en el pueblo y eso me ocurrió desde chiquito. Entonces dije: “si yo creo eso, por qué no ponerlo de título y que quede como una definición de lo que pienso sobre la función de hacer reír”. Y este libro, que creo es el número 22, surgió porque me parece que los dibujos que se publican en los diarios, hoy están y mañana no sabés. Entonces está bueno ponerlos en un libro, que queda y pueden guardarlo los lectores.

– ¿Recuerda algún dibujo tuyo que lo haga reír?

-No soy de reírme de mis chistes, pero siempre hay dibujos que me causan más satisfacción. Algunos son hallazgos. No sé si por ahí lo que hace reír es un chiste o una ocurrencia. Recuerdo uno donde está Dios y arriba le puse un cartelito que dice: “Big Bang S.A. Una empresa en constante expansión”. A veces no es tanto el humor, sino el ingenio. Esas cosas, curiosamente, pegan en el público. Este libro tiene bastante humor sobre la religión. Por ahí me salen chistes muy graciosos con eso porque no lo tomo de manera burlona, sino que me río de determinadas cosas que están implícitas en las frases bíblicas y son muy grandilocuentes. La religión es uno de los temas más ricos para tratar de hacer reír a la gente.

-¿Qué lo hace reír entonces?

-Hay dibujantes o humoristas que admiro y algunos me hacen reír mucho. Hay humoristas que me hacen reflexionar y otros que me hacen reír. En esa línea están Podetti, Angonoa, Ham.

-¿Lee a otros humoristas contemporáneos?

-Sí, nunca dejé de leer ni seguir el trabajo que hacen los colegas. Antes había más humoristas profesionales que uno podía leer en las revistas. Ahora prácticamente no hay revistas, así que uno los tiene que seguir a través de las redes. Pero sí, siempre sigo lo que hacen, me gusta e investigo cómo trabajan, porque cada humorista tiene un laboratorio propio para hacer sus ideas. Por ahí puede coincidir algún chiste que hagamos, pero cada uno tiene su propio laboratorio.

-¿Y su laboratorio cuál es?

-Eso se va armando, no es una cuestión que uno planifique. Se arma de acuerdo a lo que uno leyó desde chico. Yo estuve muy influenciado por Fontanarrosa, Crist, Quino, Caloi y fui haciendo humor en ese sentido. Después en el laboratorio uno va acomodando las cosas de acuerdo a lo que lo haría reír y lo que piensa que puede hacer reír a la gente.

-¿Cómo fue el pasaje de los medios impresos a los digitales?

-En realidad lo que cambia es el contacto con la gente. Antes publicar en los diarios o sacar libros era un poquito más anónimo, porque uno no veía la respuesta de la gente, mayoritariamente. Ahora si uno publica un chiste instantáneamente hay interacción. Incluso vas midiendo lo que le va gustando al público.

– ¿Y cómo es hacer humor en estos años de pandemia?

– Generalmente se hace humor sobre cosas angustiantes, porque sirve para hacer catarsis. Le sirve al lector para sentirse identificado y hacer catarsis. Ahora en pandemia, pero también en crisis nacionales, mundiales… humor en dictadura, como hice en la época de la revista Humor, por ejemplo. Me ayuda a mí y pienso que también ayuda al lector el poder reírse de las cosas que a uno le molestan.

Jericles es un hombre simple, carente de toda ostentación. Haber trabajado en grandes y trascendentes medios de comunicación como Hortensia, Humor, Sex Humor, La Voz, Puntal, etc., no lo cambiaron más allá de lo que a él le importa: hacer humor, lograr despertar la risa en la gente. Las adversidades tampoco lo cambiaron porque está convencido de que en todo ámbito hay algo para aprender y mejorar. Jericles tiene la capacidad de condensar sus preocupaciones –que suelen ser comunes a mucha gente- en una viñeta. Pero también de reflejar un tiempo histórico en un libro. Ese don, que practica con pasión, hace que en sus tiras y viñetas se refleje la voz de la gente. Por eso para muchos, Jericles es considerado el humorista del pueblo.

-Hizo humor contra la dictadura, pero también contra el menemismo y el macrismo. ¿Eso le trajo problemas?

-Más o menos. Hasta hace no mucho, no había tenido problemas en los diarios. Pero últimamente en algunos medios sentí que los chistes no caían bien como en otras épocas. En su momento tuve amplia libertad para reírme o hacer humor contra la dictadura y el menemismo. Pero advertí que, por ejemplo, en la última etapa de la presidencia de Macri era más difícil hacer humor. Es un poquito más complicado cuando se pretende que uno haga un humor políticamente correcto. Actualmente en los medios no es tan fácil hacer críticas. Hay que cuidarse un poquito más en un montón de temas y antes era más abierto ese panorama. Pero bueno, son las reglas del juego en esta nueva época.

-En las redes hay mucho comentario anónimo…

-Sí y uno está más expuesto. Es cierto que han cambiado los tiempos para bien en algunas cosas, pero qué se yo… en cuanto a ciertas temáticas como -y no hablo de mí, sino en general- hacer humor machista, por ejemplo, es mal visto por una parte de la sociedad. Y es complicado. Ahora sería impensado reírse de los borrachos o de los opas, como se hacía en otro tiempo. Es más limitado. Y me parece que por un lado está bien, pero por otro uno siente que hay libertades que ya no están más, o que algunos chistes que pasan ese límite ya no se pueden hacer.

-¿El humor tiene que ser transgresor?

-Sí, el humor tiene que ser transgresor y tomar partido en algunas cosas. El objetivo principal es hacer reír. Ser más o menos crítico es la característica de cada dibujante, pero ser transgresor, correr el límite, es una de las funciones del humorista.

– ¿Tiene algún método de trabajo?

-Son varios pasos: primero, conseguir la información; después, trabajar una idea hasta que aparezca y dibujarla o escribir sobre ella. Ahora que hago radio también está la variante de plasmar la información en el texto. Uno va acumulando información. Para mí es algo que lleva toda la vida, porque uno va juntando todo tipo de evidencia y en el momento que vas trabajando las ideas recurrís a todo eso para buscarle el lado humorístico. Puede ser información de actualidad como también sobre otras cosas. Hoy hay una sociedad distinta a la que había cuando yo empecé a trabajar, hace 40 años. Y uno también tiene que adaptarse a los nuevos tiempos.

-¿Le gustan los memes?

-Algunos sí. Es una competencia para el humor gráfico en general. Cuando pasa un hecho, a la media hora circulan un montón de memes, mientras que el humorista tiene que trabajar una idea, dibujarla, etc. El meme siempre le va a ganar al chiste, siempre va a llegar primero, pero el humorista debe crear una idea más elaborada. Y ahí está el desafío: conseguir algo superador.

-Usted hace una columna semanal en radio Gospel, ¿Cómo fue el pasaje del humor gráfico al radial?

-Venía trabajando algunas ideas hace mucho tiempo, en forma de monólogos. Los iba preparando por si surgía alguna cosa así. Ya había escrito algún monólogo para Humor con Voz, hace diez años, y me quedó ese material. Apenas me jubilé en Puntal, encontré que tenía más tiempo para hacer cosas. Y al mes me convocó Pablo Callejón para hacer columnas en su programa. Me entusiasmé mucho porque si bien es algo nuevo, tiene que ver con lo que hago: el humor, hacer reír a la gente.

-¿Fue difícil el cambio?

-Lo tomé como un desafío. Había que escribir columnas que duraran entre ocho y diez minutos, hacer dos por semana, actuarlas -¡yo jamás había actuado!-. Eran todo un desafío. Pero me entusiasmé porque me gusta. A veces pasa que del monólogo digo: “Ah, esta frasecita puede dibujarse”. O al revés, a veces hago una idea para un dibujo y me doy cuenta de que se puede desarrollar en un texto.

-¿Son tareas complementarias entonces?

-Lo que pasa es que yo también fui modificando mi forma de hacer humor gráfico. Porque en La Voz del Interior tenía un espacio grande, en la página editorial, y después me pasaron a la página de clasificados, con un dibujo mucho más chiquito, realmente muy chiquito. Entonces me vi obligado a sintetizar todo: el dibujo y el texto. Tenía que decir todo con la menor cantidad de palabras y con el dibujo más austero posible para que entrara en ese lugar. Y eso terminó siendo beneficioso.

(Artículo publicado por gentileza de Revista EL SUR)

*Nicolás Aguilar es estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Río Cuarto.