Pocas cosas hay más mágicas y energizantes en esta vida que una sesión nocturna en el Auditori de Sitges con un público entregado, con ganas de jarana y sed de sangre, reunido para ver un slasher. Una experiencia colectiva que justifica por sí sola la supervivencia de la gran pantalla y que puede hacer ganar enteros a cualquier tipo de producción.

Hace tres años pudimos vivir una sesión de este corte gracias a ‘La noche de Halloween’ de David Gordon Green, y este 2021, tras el retraso pandémico de rigor, una figura tan icónica del cine de terror como Michael Myers ha regresado a la costa catalana con una continuación que, además de volver a poner patas arriba el patio de butacas, me ha dejado un sabor de boca infinitamente mejor que el de su deslavazada predecesora.

Y es que ‘Halloween Kills’, pese a su clara condición de episodio central de transición dentro de una trilogía —casi podríamos utilizar el término peyorativo de «relleno»—, brinda un espectáculo más brutal, más cafre, más directo y mucho más lúdico que, al mismo tiempo, homenajea al clásico de John Carpenter con un corazón e inteligencia enormes.

¡El mal muere esta noche!

Puede que ‘Halloween Kills’ diste mucho de ser un largometraje perfecto y esté condenado a dividir al respetable del mismo modo que lo hizo en su día la —magnífica, todo sea dicho— visión de Rob Zombie sobre la mitología hombre del saco de Haddonfield; pero, tal vez ayudado por el efecto colmena y la intoxicación de entusiasmo durante la proyección, no he podido evitar alinearme con los defensores del filme.

En esta segunda piedra del tríptico planeado, Gordon Green ha echado toda la carne en el asador para ofrecer al fandom 105 minutos marcados por una ristra interminable de cadáveres, asesinados de las formas más salvajes que se nos puedan ocurrir. Un repertorio de muertes que no escatima a la hora de ponerse gráfico y que logró arrancar no pocos aplausos tan sádicos como cómplices con la autoconsciencia reflejada en pantalla.

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Pero más allá de su infalible espíritu body count, engalanado con un tratamiento formal realmente sólido —fantástica labor del DOP Michael Simmonds— y envuelto por un tono que equilibra con acierto comedia y terror sin abusar de efectismos baratos ni de los siempre aborrecibles jumpscares, si hay algo que hace bien ‘Halloween Kills’ es no confundir el fanservice rancio con un verdadero tributo al clásico de 1978.

El modo en que la cinta conecta con el título original no sólo cautiva a través de la BSO de John y Cody Carpenter o del genial flashback que preside el primer acto y que derrocha iconicidad plano a plano; también triunfa con su modo de enlazar los eventos narrados en la primera ‘Halloween’ para presentar a un nutrido grupo de personajes que, en la cara opuesta al clan Strode, terminan limitándose a ser carne de cañón.

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Si a esto le sumamos un discurso sociopolítico velado con astucia y sin atraer más atención de la cuenta y ciertos momentos de lucidez que desembocan en destellos de empatía impensables, la lacra de contar con una trama y narrativa intrascendentes que sólo sirven de antesala para el fin de fiesta en la futura ‘Halloween Ends’ logra disiparse hasta casi perder su efecto negativo por completo. Eso sí, no puedo prometer que estas sensaciones sean las mismas en un pase fuera del marco festivalero.

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