Los tiempos actuales piden comodidad. Una necesidad que hemos aprendido a valorar desde la intimidad de nuestros hogares durante el último año y medio pero que, poco a poco, se ha convertido en un axioma inseparable de algunos de los estilismos cotidianos más allá del ámbito doméstico. Tras el imparable ascenso de los conjuntos pijameros ante los que famosas y anónimas ya han caído rendidas, sacarle partido y reformular el estilo de andar por casa era cuestión de tiempo.

El romanticismo de la ropa de inspiración lencera se ha impuesto gracias a su delicadeza y feminidad, elevando prendas como el camisón a la categoría incluso de vestidos aptos para lucir el día de tu boda. Una tarea en la que la seda y los encajes junto con las transparencias se alían para confeccionar un look perfecto para los cálidos días de verano. En este seductor repertorio destacan también prendas como el kimono, que en su versión estampada tiene la virtud de combinar con absolutamente todo y ofrece la posibilidad de ser un compañero perfecto tanto durante el día como la noche.

Sin embargo, hay otra pieza que ha llamado nuestra atención por su elegancia y sencillez. Se trata del conocido como deshabillé, un concepto que procede del francés y que la firma española Opere Plumari acaba de rescatar.

Fundada por la estilista Cristina Pérez Hernando, Opere Plumari bebe directamente de la influencia de diseñadores como Cristóbal Balenciaga y Hubert de Givenchy, cuya elegancia indiscutible sedujo a finales de los años 50 a todas las damas de la alta sociedad parisina con una combinación perfecta de sastrería, minuciosos detalles y materiales de calidad. «Quería crear un producto polivalente, que te sirviera tanto para recibir en casa como para irte a la playa, siempre con estilo y comodidad», afirma.

Precisamente es la aproximación a un diseño tan sencillo que casi roza lo monacal lo que convierte a las batas de Opere Plumari en un imprescindible tanto dentro como fuera de casa. Realizadas con algodón orgánico, de origen nacional y tratadas artesanalmente con tintes naturales (ya que la vocación eco también está muy arraigada en el ADN de la firma), la primera colección que acaba de lanzar está compuesta por cuatro modelos.

Pensadas para todas aquellas que buscan comodidad sin comprometer la elegancia, las batas se caracterizan por las siluetas relajadas, las líneas refinadas y los minuciosos detalles. Un giro de tuerca en toda regla al clásico estilo boudoir de los años 50 para hacerlo más contemporáneo, fácil de llevar y versátil. La elección perfecta para saltar de casa a la calle.

De manga corta o manga francesa, con cuello chimenea o sin solapas, con cierre de botones cruzado sobre el pecho, pliegues verticales o detalles como un cinturón, las batas se declinan en los tonos más delicados del espectro cromático, desde el lavanda al azul bebé o un tostado arena.

Además, en un guiño a la autoexpresión, cada modelo puede personalizarse con un mensaje, nombre o iniciales.

Como la propia creadora afirma, estas prendas surgen como respuesta a una necesidad palpable de elegancia sin excesos para luchar contra la desidia estilística que nos ha perseguido últimamente. A lo que ella le añade un toque de poesía sartorial de lo más evocador: «Los colores de un atardecer junto al mar, ese momento en el que la luz se encuentra con la oscuridad, el azul se mezcla con el rosa. La austeridad monacal, la tradición española en los conventos del sigo XVII y la destreza de las monjas para bordar la ropa de ajuar».