Tan solo hizo falta un capítulo de Emily in Paris para que los buscadores de todo el planeta detectaran un aumento más que considerable en las búsquedas de boinas. Concretamente el interés por el accesorio estrella con el que la protagonista de la serie, interpretada por Lily Collins, emulaba el paradigma de la parisina por antonomasia, registró un 48 % más de resultados respecto al mismo periodo del año anterior.

Un dato que podría quedarse en una simple anécdota y que sin embargo es la punta del iceberg de un fenómeno que ha convertido a las series de televisión en las nuevas prescriptoras de moda así como el nuevo filón para las marcas. Y es que tras un año en el que los hábitos de consumo audiovisual se han visto completamente alterados y con las salas de cine en sus horas más bajas, el influjo catódico ha visto elevarse a la enésima potencia su poder de influencia con una diferencia respecto a lo que estábamos acostumbrados hasta ahora y es el potencial que han encontrado en aprovechar el tirón comercial de su vestuario.

El último fenómeno lo hemos podido ver esta semana con el estreno del esperado reboot de Gossip Girl. Una nueva versión de la serie que entre 2007 y 2012 convirtió a los estudiantes del exclusivo colegio de secundaria Constance Billard en auténnticos iconos catódicos, con Blake Lively y Leighton Meester (como Serena van der Woodsen y Blair Waldorf respectivamente) al frente de un reparto en el que los estilismos eran uno más del reparto y que convirtieron piezas de diseñadores como Marc Jacobs, Chanel, Gucci o Stella McCartney en ejes argumentales de peso.

Aunque lo que podemos esperar de la nueva versión de 2021 a nivel de tramas se mantiene aún en secreto según se vayan estrenando los capítulos, de lo que ya hemos tenido un apetitoso aperitivo ha sido de los looks de los protagonistas. Un repertorio que promete ser mucho más rompedor incluso que el anterior, plagado de chaquetas bómber de inspiracion universitaria,
vestidos deslumbrantes y estilismos preppy a la altura de uno de los barrios mas elitistas de Manhattan

De arriba a abajo, fotogramas de Killing Eve, Gambito de Dama y Emily in Paris. / D.R.

Desde la edad de oro de la televisión, allá por los años 80, ha habido series que han dejado una huella imborrable en el imaginario estético y a la que numerosos diseñadores siguen recurriendo hoy para hacer caja, apelando a la sensible vena nostálgica del espectador/consumidor. Títulos como Dinastía -y los excesivos estilismos a base de hombreras y lamé cortesía de Alexis Carrington-, Mad Men -que resucitó la impecable elegancia de las señoras bien de los 60- o Sexo en Nueva York -que elevó a Carrie Bradwhaw y compañía a los altares de la moda del nuevo milenio- dan buena fe de ello.

Y es que de la misma manera que durante una década las peluquerías del mundo se llenaron de mujeres que, fotografía en ristre, exigían el corte de pelo de Jennifer Aniston en Friends, hacerse con un par de Manolos o un baguette de Fendi alcanzaron la categoría de peregrinaje fashion por excelencia. Sin embargo, hoy el poder e influencia global de plataformas como Netflix, HBO o Prime Video entre otras (cuyos ingresos crecieron un 130% durante el segundo trimestre de 2020 según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) han elevado a la enésima potencia su poder de influencia, algo que también las ha convertido en altavoces de tendencias de moda gracias al vestuario de los protagonistas de sus series, independientemente de que se trate de un culebrón ambientado en el periodo de la Regencia en el Reino Unido, un drama existencial protagonizado por adolescentes de la generación Z o un ama de casa neoyorquina de los años 60 reconvertida en monologuista cómica.

«Es un motor indiscutible de la comunicación», afirma Cristina Ureña, jefa de ambientación de vestuario de series como Arde Madrid o la recién estrenada El Cid. «El vestuario transmite emociones y mensajes y a través de la Historia, la vestimenta ha marcado los rasgos sociales de cada época», añade la experta que reconoce que una de las referencias que marcaron su interés por esta disciplina fue Desayuno con diamantes.

Así, con todos los ojos puestos en la pantalla, el público ha empezado a confiar en el predicamento estilístico de sus personajes en lo que se ha considerado un vuelco con respecto a la influencia del street style (personificado por las influencers) hacia el llamado screen style. Según los datos de la plataforma de compra Lyst, las búsquedas relacionadas con este screen style han puesto de manifiesto tendencias independientes de las generadas por el ritmo de las colecciones de la industria.

De arriba a abajo, fotogramas de The Crown, Por qué matan las mujeres y Mrs America. / D.R.

Al caso, algunos ejemplos que lo ilustran: Desde la emisión el 24 de enero de dos episodios especiales de Euphoria, las búsquedas del jersey de Collina Strada que lucía el personaje de Jules crecieron un 154 % mientras que las de la camisa de estampado psicodélico de Stussy (hoy ya agotada) que llevó Rue aumentaron un 50 %; durante sus cuatro primeras semanas de emisión, Bridgerton fue vista en 63 millones de hogares, un periodo durante el cual las búsquedas de corsés crecieron un 123 %, las de diademas de perlas y plumas, un 49 %, y las de guantes largos llegaron al 23 %. Entre los más populares están los tocados de Simone Rocha y Magnetic Midnight, los corsés de Dion Lee, y los vestidos de Brock Collection y Erdem.

Así lo ratifica Jack Carlson, el fundador de la firrma británica Rowing Blazers, que reeditó para la cuarta temporada de The Crown un famoso jersey con estampado de ovejas lucido por Diana de Gales en los años ochenta y que ha logrado agotar varias remesas desde que la actriz Emma Corrin lo luciera en un episodio. «El número de gente que ve Netflix y la televisión es muy poderoso… diría que mucho más potente que cualquier otra forma de exposición que exista en la actualidad», declaró tras ver cómo incluso marcas de moda como Zara y Oysho habían versionado la prenda.

«Hoy nos fijamos más en la ropa que llevan los personajes porque nos identificamos mejor con un perfil determinado y una personalidad que con una modelo al uso», afirma Carlos Díez, responsable del vestuario de series de Netflix como La Casa de Papel o Sky Rojo, que se estrena a mediados de marzo. «Creo que la moda y la ficción se apoyan mutuamente», continúa. Al analizar las claves que una serie requiere para captar el interés estético de la audiencia, lo tiene claro: «Riesgo y personalidad. Algo que la diferencie de otras y que conecte con un público que cada vez se fija y entiende más el vestuario».

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Con todos estos jugosos datos en la mano, las marcas no han tardado en poner en marcha su maquinaria para producir prendas que satisfagan las necesidades de los televidentes, ya sea con vestidos de mangas voluminosas con los que sentirse como una dama de la corte eduardiana, con abrigos extralargos de corte hippy como los que lucía Nicole Kidman en The Undoing y que provocaron todo tipo de lecturas e interpretaciones socio emocionales o con faldas y americanas inspiradas en el uniforme de un exclusivo instituto del Upper East Side. «Para la mayor parte de las marcas, que tus prendas o accesorios aparezcan en televisión es una exposición de valor incalculable» afirmaba la periodista Alexandra Mondalek en Business of Fashion. «Y esto nunca ha sido más cierto que durante una pandemia en la que los espectadores han dedicado horas interminables a ver y revisionar series».