«Una armadura poética”. Así describe Jonathan Anderson su colección de esta primavera/verano 2021 para Loewe. El ejercicio estético que el norirlandés lleva a la práctica es un auténtico alarde de escapismo con el que pretende plantar cara a la corriente imperante de desidia y astenia que se había instalado en nuestros armarios como consecuencia de la pandemia. “Tenemos que volver a amar la moda –declara–. No sabemos lo que traerá el mañana. ¡Así que disfrutémoslo!”

“Necesitamos alegría, fantasía y escapismo, y eso es más cierto ahora que nunca. No le doy la espalda a la realidad, respondo a ella”.

Michael Halpern

Al igual que muchos otros compañeros de la industria esta temporada, Anderson ha comprendido algo vital sobre el papel de la moda en la actualidad: la felicidad que libera cuando nos da algo que no sabíamos que nos estábamos perdiendo, pero que reconocemos y adoramos en cuanto lo vemos. Una sensación que había sido desterrada del vocabulario estilístico, víctima de un confinamiento que nos obligó a abrazar la funcionalidad doméstica y que muchos creadores proyectaron en colecciones de tintes minimalistas. Y aunque la reacción es comprensible, huir de la dura realidad mediante la ensoñación es una lección que la historia ya nos ha concedido en varias ocasiones. Así fue tras las crisis de la I Guerra Mundial, que desembocó en “los locos años 20” o la venganza del New Look de Dior que siguió al armisticio de 1945. Cansados del chándal, las sudaderas y las deportivas, la industria apela hoy al optimismo con un derroche de excesos: tejidos vaporosos, estampados llamativos y volúmenes imposibles. Todos ellos unidos con la finalidad de inflar nuestro ánimo como si se tratara de organza y tul.

La moda libera felicidad cuando nos da algo que no sabíamos que nos estábamos perdiendo
La moda libera felicidad cuando nos da algo que no sabíamos que nos estábamos perdiendo

Fantasía fue la palabra clave en el imaginario de Guillaume Henry, director creativo de Patou, la legendaria firma de costura francesa fundada a comienzos del siglo XX. “Quería volver a ese amor por la moda que imperaba cuando tenía nueve años y dibujaba vestidos en mi dormitorio. Nadie hablaba del miedo o la economía. Se trataba de diversión, extravagancia, alegría, entusiasmo. Quería volver a esa exuberancia”, explica. Pero que este escapismo no se confunda con frivolidad, ya que nada más lejos, como defiende Michael Halpern: “Necesitamos alegría, fantasía y escapismo, y eso es más cierto que nunca. No le doy la espalda a la realidad, simplemente respondo a ella”.

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