(Mario Albera) Hoy me hackearon la cuenta de Mercado Pago, la billetera virtual de Mercado Libre. Y, por primera vez desde que disfruto el avance de las nuevas tecnologías, sentí una absoluta desprotección y desconcierto.
Desconcierto porque no creo haber sido víctima de un descuido o torpeza ya que en ningún momento suministré información sensible de la cuenta hackeada. Por caso, la contraseña fue creada hace años y olvidada en el arcón de los recuerdos. Mis ingresos a la cuenta eran por la huella digital de un dedo. Tampoco extravié un dispositivo electrónico de donde pudieran hacerse de la clave. En definitiva, es un misterio cómo accedió el hacker a mi cuenta.
Desprotección porque uno puede admitir ser víctima de una estafa virtual, cada vez más frecuentes. Y en ese sentido, hasta puede aceptar que al ser vulnerado le lleven los fondos allí depositados. En mi caso, era poco dinero. Pero la desprotección sobreviene porque el hacker se gestionó a mi nombre un préstamo por 177 mil pesos y efectuó una transferencia por 186.500 pesos.
Las dos alertas por WhatsApp que me llegaron desaparecieron automáticamente. Y las notificaciones del préstamo y la transferencia dormían en mi casilla de correo electrónico. ¿Cómo es que alguien no solo puede hackear tu cuenta, sino además gestionar un crédito sin que no exista una escala previa de notificación para bloquear el ardid delictivo? De ahí viene la sensación de desprotección.
La estafa sucede en cuestión de segundos, en un pestañeo, sin tiempo para la reacción.
La transferencia del préstamo y de parte de los fondos de la cuenta tienen como beneficiario al titular de otra billetera virtual. Tengo el nombre y apellido del beneficiario, la entidad de la billetera y el número de CVU. Presumí que este podría ser un nombre ficticio, pero a través de una fuente pude confirmar que es un nombre real. Tengo en mi poder el domicilio, edad, y toda la información financiera del presunto estafador virtual, que entregaré a la Policía para profundizar la investigación y esclarecimiento.
La denuncia la radiqué en la Unidad Judicial 5 (Sumario 12995527), en barrio Güemes. Esta acción es necesaria para reclamar a Mercado Libre por un endeudamiento fraudulento del que fui víctima.
Creo en las nuevas tecnologías, en los avances que posibilitan y en los progresos para hacer la vida más práctica. Pero hecha la tecnología, hecha la trampa. El yin y el yang, los opuestos de la vida, cosas que pasan.
La desprotección que uno siente cuando es víctima de estafas como estas te hace replantear si vale la pena insistir con la herramienta, por más ágil que sea como plataforma de pago y gestión de fondos a terceros. Porque cuando la violabilidad ya no depende de un error forzado o no forzado para que te hackeen, la cosa pasa a ser más seria por el nivel de inseguridad existente.
El hecho me sirve como escarmiento porque cuando un tercero me contó que había sido víctima de esta misma estafa lo escuché con descreimiento, como desconfiando de sus habilidades para impedirlo. Ahora admito que es imposible.
Prometo contarles cómo termina esta historia.
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