
25/10/2025 08:17hs.
«Habrá que ver si nos podemos sobreponer en esta adversidad, y habrá que ver quiénes están ahí para sostener esta adversidad…”. En seis minutos de ponencia catártica, Marcelo Gallardo casi que expuso el deseo de lo que pretende, ya sin la certeza de que vaya a lograrlo.
River -su River, pues el molde y la materia prima la eligió el propio Muñeco- volvió a perder la oportunidad de dar ese definitivo paso al frente. De parecerse al del bronce que está cada vez más atrás en el almanaque. Y si bien aún tiene posibilidades de dar una vuelta, el contexto no es optimista. Es “un momento de mierda”, en términos catárticos de un entrenador que bajó línea puertas afuera y también hacia adentro.
Gallardo tendrá que pilotear una crisis contracultural para su carrera. Su espalda, robustecida por el 2015, por Madrid y las hazañas ante Boca, son las que le están permitiendo sostenerse en pie en una situación que a otro entrenador le resultaría complicadísimo administrar. A partir de esa misma experiencia tendrá que también exhibir su temple para maniobrar.
Para gestionar, leer los momentos de cada uno de sus jugadores y el suyo, ya que convivir con algo atípico también lo pone a prueba como conductor. ¿Qué quiso decir el deté al manifestar que “al final de la temporada haremos un análisis de cómo seguimos”, o al insistir que “se tomarán las decisiones que se tengan que tomar”? Con el contrato firmado hasta el último día de 2025 y a días de que se celebren elecciones en el club, los puntos suspensivos que dejó al menos generaron inquietud.
Aunque el último día de diciembre a estas alturas para River equivale a hablar de la posteridad. Gallardo lo entiende: antes de esas instancias de definiciones a las que se refirió sin profundizar, tendrá que gestionar un equipo light, demasiado herido. El deté reclamó desde su discurso aquello que él mismo sabe que no aparece: el fútbol, esa presencia que históricamente lo definió. Y que sigue ausente a pesar de una reconstrucción que -por el enorme contraste de jerarquía con sus adversarios- no parece ser argumento para explicar los desacoples.
Porque River ha sufrido a lo largo del año sin parecerse a su autor. No lo consiguió durante el primer semestre con un plantel largo cuando perdió su primera final post regreso (Talleres por la Supercopa Internacional), o frente a Platense, en un mano a mano que por penales fue para el campeón, o en el Mundial de Clubes, donde no logró hacerle daño a Monterrey y marchó en la primera ronda.
Ni tampoco asumió el libreto ya con un proceso de reconstrucción y “reoxigenación” iniciado que implicó nuevas fuertes inversiones: perdió ante Palmeiras e Independiente Rivadavia y sufrió para clasificarse por penales frente a Libertad (en los octavos de la CL) y contra Unión en la Copa Argentina. Rivales que al menos en los papeles estaban en otra escala. Como el propio Independiente Rivadavia.
Sin hacer match desde hace tiempo con el ideal de su manual, Gallardo escucha a la tribuna y le da la derecha. Por eso devolvió su mirada al reconocer que la gente “tiene razón en manifestar su descontento”. Sabe que como conductor no está logrando las respuestas de esos mismos futbolistas a los que scouteó, que eligió y que siguen sin funcionar.
Ese Muñeco que parecía haberle encontrado la vuelta a este River en construcción en aquella victoria en Rosario frente a Racing. Un pragmatismo que quedó en intención. Archivado. Casi un oasis en medio de un cada vez más preocupante desierto de ideas.
Recursos de imaginación y de templanza que serán necesarios en pleno “momento de mierda” que, tal y como dijo el deté, “no son para cualquiera”. A River le quedan escalones para matemáticamente ilusionarse con una estrella (hará falta fútbol para complementar la ecuación). Entre ellas, el superclásico ante Boca que el propio Gallardo supo poner como “objetivo” luego de caer ante Sarmiento. Y así, asegurarse de mínima el ticket a la Libertadores del año próximo: interrumpir la secuencia de clasificaciones consecutivas desde 2015 implicaría otro golpe debajo del cinturón.
Marcelo Gallardo –
La reacción de Gallardo tras el penal de Villa
TyC Sports.
Para ello tendrá que rehabilitar a futbolistas que deberían aportar el ingenio -y por los que insistió. Un Kevin Castaño de indescifrable criterio. Un Juan Fernando Quintero que está lejos de aquella onírica imagen de su primera etapa. Un Maxi Salas que pasó de ser el intérprete ideal del manual a salir en el entretiempo de un partido filoso, preso del tobogán colectivo. Un Sebastián Driussi en el pico negativo de su intermitente aporte ofensivo…
Este contexto es el que ahora fuerza a Gallardo a ser más faro que ídolo. Guiar hacia la orilla a un equipo que flota con tendencias al hundimiento. Para que haya en qué creer.
La conferencia de Gallardo
Marcelo Gallardo –
Gallardo: «Tengo que tener las emociones controladas porque sino te hacen mierda»
El DT de River habló tras la derrota y eliminación de la Copa Argentina frente a Independiente Rivadavia de Mendoza
«Todos podemos tener un mal año deportivo, pero con otras formas», aseguró
🎥 Hector Salerno
CÓRDOBA (ENVIADO).




