
Rosalía está construyendo una mitología propia mientras el pop vive de planificar “eras” como si fueran campañas de marketing. Esto no es una percepción propia, es un hecho. La catalana parece tratar cada disco como una pieza de arte vivo mientras otras artistas piensan en hits. Ella reinventa su propio universo y lo hace alejándose del calendario pop más típico. Se convierte en una performance emocional propia, una exploración artística pura que nos invita a entrar de lleno en su cabeza. En este sentido, Rosalía está más cerca de Björk que de cualquier estrella del pop contemporáneo.
La evolución y destino de Rosalía. Desde el disco de ‘Los Ángeles’ hasta ‘Motomami’, Rosalía ha sido muchas cosas y cada una de sus etapas tiene una coherencia casi obsesiva en la que los sonidos, los gestos, los colores, las letras y la estética encaja como si perteneciera a una misma mitología. Y es que lo que hace Rosalía no es simplemente cambiar de estilo, sino reconfigurar su manera de existir dentro del arte. Mientras otras artistas diseñan eras para ser consumidas, como podría ser el caso de Taylor Swift, Rosalía las usa para transformarse. ‘Motomami’ fue el ejemplo más evidente y lo vimos en la letra de ‘Saoko’ en la que canta «yo soy muy mía, yo me transformo. Una mariposa, yo me transformo».
En ese disco, y tras abrirse en canal con ‘El mal querer’, Rosalía creó un collage de exceso y gasolina que lo prendía todo. Cada de las “eras” en las que nos sumerge tiene una coherencia estética y narrativa total y su nuevo disco, con las pocas pinceladas que tenemos de él, parece que será otro cambio en el que deja atrás el barroquismo para abrazar el minimalismo.
Björk y Rosalía: creadoras de universos. La cantante islandesa Björk hizo algo parecido mucho antes. En ‘Vespertine’, en 2001 y después de años de electrónica, decidió bajar el volumen y su universo pasó de ser gigantesco a volverse algo íntimo y casi microscópico. Ese disco celebraba la intimidad y amor y demostraba que Björk es una maestra del transhumanismo capaz de navegar entre géneros y reinventarse. Rosalía parece moverse en esa misma dirección. Después del frenesí que fue ‘Motomami’, que The New York Times calificó como “fenómeno del pop experimental español”, lo nuevo de la artista catalana parece que dará comienzo a una era más íntima y con «un marcado carácter sinfónico y orquestal alejándose de los sonidos urbanos que definieron ‘Motomami'» como explicaban en Los40. Rompe con eso que funcionaba no por capricho, sino porque como Björk, teme repetirse más que decepcionar a sus fans.
Cambiar antes de desgastarse. Tanto Björk como Rosalía parecen entender algo que el pop muchas veces olvida, y es que el auténtico peligro en la música no es equivocarse sino acomodarse. Cambian antes de que su lenguaje musical se vuelva una costumbre que no refleje quiénes son en realidad, animales con hambre de experimentar. Su proceso creativo se parece más a un diario que a una producción, por eso enseñan fragmentos del making of no para humanizarse, sino porque eso también es parte de su obra y su metamorfosis.
Lo nuevo de Rosalía: una metamorfosis más. En ambas hay un deseo constante de borrar los límites entre la artista y la persona. Rosalía juega con su propia imagen, la desmonta, la remezcla y la disuelve, sabiendo que ser auténtica no es solo mostrarse tal cual, sino reinventarse sin miedo como lo haría cualquier ser humano en su vida. La diferencia con el resto de los mortales es que ella muestra ese cambio a través de su música. Quizá por eso resulta tan difícil predecir qué vendrá después.
Rosalía deja algunas señales, pero lo único seguro es que, igual que Björk no es alguien que se acomode en lo conocido. Entiende que el pop puede ser algo mucho más profundo si se usa para experimentar con la identidad, la emoción y el sonido. Rosalía no está planeando su próxima era: está inventando su próximo lenguaje.
Fotos | Instagram @bjork y @rosalia.vt
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