La fragilidad financiera de Argentina a manos del gobierno libertario quedó expuesta en un hecho inédito: el «rescate» liderado desde Washington por Scott Bessent, el secretario del Tesoro estadounidense. La maniobra dejó entrever no solo las limitaciones programa económico del gabinete de traders, sino un entramado de redes que cruzan Wall Street, fondos globales y empresarios locales.

Bessent, un operador de mercados «agresivo» que hizo su carrera como mano derecha de George Soros, en 2025 pasó a integrar la lista de los macrotraders que se volcaron a la función pública. Un nicho integrado por otro aprendiz de Wall Street: el ministro de Economía, Luis Caputo, al igual que buena parte del equipo argentino que encara las negociaciones para equilibrar las cuentas públicas en la recta final hacia las elecciones del 26 de octubre.

«Muy buena conversación con Scott Bessent sobre la coordinación del apoyo a las reformas integrales de la Argentina», escribió este 3 de octubre Kristalina Georgieva, directora del FMI. La frase dejó claro que el trader norteamericano, que apuesta por relanzar el liderazgo estadounidense en el FMI y el Banco Mundial -según declaró- se convirtió en un interlocutor clave en las negociaciones más sensibles de la economía argentina.

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La jugada de Bessent para bancar a su aliado en el Cono sur puso en primer plano no solo la dependencia del gobierno de Javier Milei respecto de operadores de mercado con pasado en Wall Street, en función de su alineamiento total con ese centro de poder económico, sino también la trama de redes que cruzan a financistas globales, bancos de inversión y empresarios locales que se encargan de traducir las decisiones financieras en la economía real.

De Soros a Key Square: un trader en el centro de la escena

El nombre de Bessent incomoda tanto en Buenos Aires como en Washington. No es un académico ni un tecnócrata clásico, sino un operador de mercado que construyó su reputación a base de apuestas riesgosas sobre monedas y activos financieros. Fue director de inversiones de Soros Fund Management entre 2011 y 2015, y manejó operaciones globales que incluían desde especulación contra el yen japonés en 2013 —con ganancias cercanas a los 1.000 millones de dólares— hasta apuestas sobre mercados emergentes.

Quien lo introdujo al círculo de Soros fue el legendario Jim Rogers, actual consultor financiero y autor de frases como: «Hay que comprar acciones cuando hay sangre en las calles». Lo demostró al adquirir títulos rusos tras la anexión de Crimea en 2014, cuando buena parte de los inversores huía del riesgo geopolítico.

En 2015, con 2.000 millones de dólares de capital semilla aportados por Soros, fundó Key Square Group, un fondo de inversión con sede en Nueva York. Allí consolidó un perfil pragmático y agresivo. En su entorno más cercano aparece otro apellido polémico: Robert Citrone, también exSoros, hoy al frente de Discovery Capital Management. Este año, Citrone reportó ganancias del 52% en su fondo gracias a apuestas sobre bonos argentinos, a las que calificó como «lo mejor que he visto desde el dólar/yen en 2013». Aquella operación, justamente, fue coordinada por el mismo equipo en el que se encontraba Bessent.

El puente argentino: Soros, Elsztain y los traders de Milei

El desembarco de Bessent en la agenda argentina reactivó viejas memorias: las del vínculo de George Soros con el empresario Eduardo Elsztain. En los años noventa, Soros apoyó con 10 millones de dólares las primeras inversiones de IRSA, la compañía inmobiliaria del hoy presidente del grupo, y se convirtió en socio estratégico. La sociedad se prolongó durante la década, hasta que en 1999 el magnate húngaro-estadounidense se desprendió de casi el 5% de IRSA, vendido por 28 millones de dólares a un fondo administrado por JP Morgan y el grupo O’Connor, según publicó el diario La Nación.

Posteriormente, las filtraciones de los Paradise Papers y los Panama Papers revelaron además estructuras offshore que vincularon a Elsztain y Soros en sociedades inmobiliarias registradas en Bermudas y otros paraísos fiscales. Entre los argentinos, también aparecieron nombres como el de Luis «Toto» Caputo, que saltó a la función pública con Mauricio Macri y retomó con Javier Milei como ministro de Economía.

El interrogante persiste: ¿hasta dónde llegaron y en qué condiciones se mantuvieron esas inversiones conjuntas? No está claro cuánto tiempo permaneció Soros en IRSA ni si existieron nuevas operaciones después de la salida formal de 1999. Lo que sí supo PERFIL de una fuente cercana al entorno de Elsztain es que hoy no hay contacto con Bessent, más allá de haber compartido un mismo ecosistema financiero en los noventa.

Sin embargo, los nexos son evidentes. Elsztain, Soros, JP Morgan y la actual mesa económica de Milei forman parte de una misma genealogía de operadores. Caputo (ex JP Morgan), Santiago Bausili (ex JP Morgan, hoy presidente del BCRA), José Luis Daza (actual secretario de Política Económica) y Demian Reidel (titular de Nucleoeléctrica Argentina SA, con pasado en banca de inversión) se formaron en los mismos bancos que actuaron como bisagra entre capitales globales y la economía real argentina.

Una economía en manos de traders

El gobierno libertario eligió rodearse de operadores de mercado antes que de economistas con experiencia en producción o desarrollo. La lógica es clara: para conseguir dólares, se prioriza la mesa de dinero por encima del establishment empresarial local, que si bien aprueba medidas como el RIGI todavía está expectante de las condiciones para hacer efectivas las inversiones. Pero no basta con que los traders se sienten a operar: las decisiones deben traducirse en inversiones concretas en sectores como el agro, la energía o la construcción. Ahí es donde figuras como Elsztain funcionan como bisagra entre Wall Street y la economía local.

El riesgo es que ese pragmatismo —útil en el corto plazo para estabilizar mercados— deje al país demasiado expuesto a intereses financieros externos. Ejemplo de ello fue la decisión de “retenciones cero”, celebrada en Buenos Aires pero que irritó a lobbies agrícolas de Estados Unidos al perder parte de su cuota de mercado frente a China. La medida generó fricciones internas en Washington, donde algunos congresistas cuestionaron el salvataje a Milei con recursos del FMI y la posibilidad de operaciones de compra de deuda soberana.

El propio Bessent intentó despejar dudas con un mensaje: «America First no significa America Alone. Es un llamado a una colaboración más profunda y respeto mutuo entre socios comerciales». Pero esa interpretación abre interrogantes. ¿El rescate a la Argentina responde a la necesidad de preservar la estabilidad regional o es un movimiento para ampliar la influencia de Wall Street sobre las economías emergentes?

Mientras Milei apuesta su supervivencia política a la confianza de traders que supieron convivir con Soros, Citrone o JP Morgan, en Estados Unidos crece la inquietud, tal como evidenció el enojo del lobby sojero ante el anuncio del «rescate» de Argentina, un país que aprovechó la oportunidad de avanzar en el mercado chino que respondió al garrote arancelario de manera recíproca. Así, la economía argentina parece hoy atrapada en un tablero global donde operadores internacionales mueven piezas, y los empresarios locales funcionan como anclaje de la economía real.