Ángeles Castillo

¿Cómo sonará Bach en una palloza? Pues a música celestial, tal y como demostró el ensamble Fisión Atlántica el pasado junio en la aldea de Piornedo. Ya sabíamos que las montañas de los Ancares de Lugo eran mágicas, como toda Galicia, casi mitológica, pero ahora ha quedado más en evidencia. Sobre todo porque se conjugó con piezas del repertorio ancarés.

El «milagro» sucedió en la Casa do Sesto, una de las pallozas que hacen de Piornedo una reserva de la arquitectura tradicional única, que funciona como museo y que, por tanto, se puede (y se debe) visitar. Son un testimonio vivo, y precioso, de la vida rural, además de las viviendas más primitivas del norte peninsular. En estas tierras las había desde Navia de Suarna, donde vive y tiene su asociación el director de Sirat, Oliver Laxe, hasta O Courel, gran obra maestra de la naturaleza. Pero hoy su presencia se limita a los montes de Cervantes.

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El proyecto musical, que comportó también la grabación de un disco, pretende poner a las pallozas, siempre amenazadas y necesitadas de rehabilitación, en el punto de mira. Hay hasta una asociación que las defiende, la Asociación de Teitos de Piornedo. Y no es para menos, por lo que significan y porque son realmente un conjunto encantador en medio de semejante paisaje. Haciéndonos viajar a otros tiempos, más en consonancia con la naturaleza, y devolviéndonos la magia que tanto cultivaron un Bioy Casares o un Cunqueiro, aquí en Galicia, sin necesidad de cruzar el charco.

Y su origen hay que buscarlo en la época prerromana, nada menos. Por eso recuerdan tanto a la aldea de los irreductibles Astérix y Obélix. Son, tal y como explican desde la Casa do Sesto, «la herencia más directa de las casas castrexas ya que están construidas con los mismos materiales (paredes de piedra, estructura de madera y techo de paja) y presentan una distribución interior similar». Es más, hasta se podría decir que son la evolución de los castros.


Las pallozas son construcciones que nos transportan a la época prerromana.


TURISMO GALICIA


Lo llamativo es que las pallozas fueron habitadas hasta hace poco. Por poner un ejemplo, la misma Casa do Sesto se remonta a 1770 y fue vivienda habitual de la familia propietaria hasta dos siglos después, es decir, hasta 1970, según figura en su página web, y permanece abierta al público desde 1989. No es la única, claro. En total, se conservan 14 y están catalogadas como Bien de Interés Cultural.

El irresistible encanto de las pallozas

Se trata de construcciones tradicionales características de estas zonas montañosas de Galicia y León. Son circulares o elípticas, con muros de piedra y los famosos teitos de paja, por lo general centeno, y están pensadas para soportar las duras condiciones climatológicas. Porque dicho material entrelazado, en una capa de medio metro, hace impermeable y aislante la cubierta, manteniendo la temperatura entre 15 y 18ºC tanto en verano como en invierno. Además, los tejados son inclinados para que no se acumule la nieve.

Piornedo, por los muchos piornos que lo habitan, arbusto que se utilizaba para hacer carbón junto al brezo, pertenece al concello lucense de Cervantes, nombre que nos devuelve a lo literario. Concretamente, es de la parroquia de Donís, dentro de la Reserva de la Biosfera Ancares Lucenses y Montes de Cervantes, Navia y Becerreá, destino ideal para los amantes de la naturaleza.


La capilla de San Lorenzo es otro de los hitos de Piornedo.


WIKIPEDIA/AMADOR LOUREIRO


Estos montes son, en sí mismos, un espectáculo natural. Más cuando se encuentran salpicados de estas construcciones, que tanto se están tratando de reivindicar, así como la vida rural, cada vez más dificultosa. Piornedo está a casi 1.200 metros de altitud en lo alto del valle que forma el río Veiga Cimeira, que vierte sus aguas al emblemático Ser, afluente del Navia. Pero aún se puede subir más alto, por supuesto. Hasta el pico Agulleiro (1.684) y hasta el Mustallar, que roza los dos mil metros, coronándose como la cima provincial. Desde estas alturas se disfruta de unas impresionantes vistas de las aldeas de Suárbol y Balouta, ya en León, muy visitables también.

Pero no solo de pallozas, hoy utilizadas para guardar ganado, pasto o aperos de labranza, vive Piornedo, pese a su protagonismo. También de los típicos hórreos, de los que disfrutamos en el pueblo marinero de Combarro y que no faltan por estos lares; de la hermosa capilla de San Lorenzo y de una fuente que a la entrada del pueblo reza: «Hízose en 1787. Viva Piornedo».

La aldea es francamente bella, escondida entre montañas, tapizadas estas de castaños, encinas, robles, abedules y acebos. La tierra del oso y del lobo; no hay que olvidarlo. Pero su belleza se la da, paradójicamente, su aislamiento, que lo pone todo tan difícil. Apenas treinta habitantes, cuando a principios del siglo XX eran más de 200. Sobrecoge estar aquí, y mucho, la verdad.

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