De nuevo, nos sumergimos en el Cantábrico en un lugar tan especial como la desembocadura del río Artibai, que es donde se ubica Ondarroa, en la costa más accidentada de Vizcaya, concretamente en el extremo oriental, casi ya en Guipúzcoa, mirándose cara a cara con el monumental Mutriku. Allí donde se imponen los abruptos acantilados y se alza casi con insolencia la Peña del Fraile. Este pueblo marinero hasta decir basta no defrauda. Tampoco sus playas, esperándonos a mar abierto.
Ondarroa tiene todo lo que se podía esperar y más incluso. Y quizá haya que citar aquí el puente de Itsasaurre, obra del arquitecto e ingeniero valenciano Santiago Calatrava, que le puso vanguardia, como acostumbra, a este enclave que enamora a los turistas con su inconfundible sabor medieval. Llegó a tener muralla con cinco puertas «in illo tempore».
Porque, una vez dentro del casco antiguo, lo que hay son calles estrechas y empinadas, donde se agolpan las casas, las casonas y las casas-torre, luchando por ganarse un espacio y conservando todo el encanto de las villas pesqueras vascas y hablando a gritos de su relación con el mar. Lo hace la Cofradía Vieja (siglo XIV), actual oficina de turismo, que está junto al mercado de abastos, y las mismas callejuelas, igualmente marineras, donde uno se puede topar, por ejemplo, con la Torre Likona, del XV, una de las más antiguas de Euskadi, perteneciente a la familia materna de San Ignacio de Loyola.
O con la iglesia gótica Andra Mari, de la misma época. Te llamarán la atención sus ventanales, pináculos y rosetón. Y no solo eso. También saber que fue construida sobre una gran roca y contemplar de qué forma corona la ciudad con toda su solemnidad. Es, como todo aquí, emblemática. Impresiona verla desde el río, luciendo las grandes arcadas en los bajos que se utilizaban para amarrar y proteger los barcos. Aún se pueden ver las argollas.
Una estampa de Ondarroa presidida por la iglesia Andra Mari.
TURISMO EUSKADI

En los altos, en cambio, se asientan los Kortxeleko Mamuak, doce estatuas de estilo flamenco-borgoñón que representan a todas las clases sociales de la Edad Media. Está el rey, el pífano, un músico que toca un violín folk, dos peregrinos, dos ballesteros, una nodriza, una reina, un monje, un joven escudero y un caballero.
Y, junto a ellos, el fantasma de Leokadi, una mujer de la parte vieja que fue castigada y convertida en piedra. A un pueblo así no podía faltarle su leyenda. Es más, Leokadi suele bajar de la iglesia a mezclarse con el pueblo para las fiestas de agosto. El último día, que es el Día del Marinero, los participantes visten el tradicional atuendo de los pescadores. Nada desentona.
Qué ver en la parte vieja de Ondarroa
Al lado de Andra Mari tenemos el ayuntamiento, de finales del siglo XVIII, de estilo neoclásico e inspiración toscana, con balcón principal y dos columnas en su fachada. Y, dándole la vuelta a la iglesia, el camino de ronda, bautizado como korreta. Lo siguiente es el santuario de la Antigua, patrona de los ondarreses y, en particular, de los trabajadores del mar, que fue el primer templo y cuyas campanadas, se cuenta, tenían el don de sanar a los enfermos mentales.
Entre medias, es obligado parar en el mirador de Pixape para recrearse con las vistas del pueblo, el puerto, el mar y la playa. Ese conjunto tan cantábrico, tan vasco, tan marinero y pintoresco. Después ya será cuestión de cruzar todos los puentes como en un juego cortazariano inventado.
Desde el puente Viejo o Zubi Zaharra, que une las orillas del Artibai, fue en origen levadizo y de madera, así como destruido y construido varias veces a lo largo de los siglos, hasta el giratorio, conocido popularmente como el puente de la Playa, que se inauguró en 1927 como pasarela de Alfonso XIII. Todo muy «real». Se construyó para ir desde el pueblo a la playa de Arigorri y se hizo giratorio para que los barcos pudiesen remontar el río. Al parecer, es un caso único en España y no hay muchos de su tipo en el mundo.
La playa de Saturrarán está entre Ondarroa y Mutriku.
TURISMO BIZKAIA

Lo que nos sitúa en otro puente con espíritu internacional, el de Calatrava, que representa el esqueleto de una ballena para unos y un barco del revés para otros. Ya es cuestión de imaginación, pero, en cualquier caso, muy propio. Se levantó en 1995, está hecho de hierro y cemento, y va directo al puerto, que, pese a no gozar del esplendor de antaño, sigue aportando riqueza a la villa, de lo que da fe la renovación de la flota pesquera con la incorporación de las últimas tecnologías. De hecho, es uno de los puertos más importantes de la cornisa cantábrica.
Y no nos podemos olvidar de las playas, ahora que buscamos el mar hasta en sueños. En este sentido, Ondarroa nos lo pone muy fácil. Porque, como decíamos, el propio puente giratorio cruza a la playa de Arigorri, con fina arena dorada, numerosos bares y zonas de ocio, además de un paseo marítimo que lleva hasta la playa de Saturrarán, que ya pertenece a Mutriku y, por tanto, a Guipúzcoa. O sea, un lujo. Y en Saturrarán reposa la famosa peña de los amantes. Su historia, búscala, es de fábula.