En pleno año 2025 es innegable la existencia de una suerte de culto hacia las bandas sonoras cinematográficas. Ya sean de clásicos imperecederos del Hollywood dorado, de hitos ochenteros o de piezas relativamente recientes, quien más o quien menos ha idolatrado el envoltorio musical de alguno de sus largometrajes de cabecera, llevado un paso más allá su devoción al, incluso, comprar una edición en vinilo absurdamente cara movido, en muchas ocasiones, por la nostalgia.

Este escenario ha propiciado que, en lo que respecta a los eventos en vivo, los conciertos de bandas sonoras hayan proliferado como los hongos, especialmente en unas grandes ciudades donde no es complicado encontrar sesiones dedicadas a sagas, títulos concretos e, incluso, compositores. Sin ir más lejos, Hans Zimmer tiene su propio —y espectacular, todo sea dicho— tour internacional como si de una estrella del rock se tratase.

Tampoco es para tanto

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Pues bien, en medio de esta vorágine, John Williams ha concedido una entrevista para una nueva biografía centrada en su figura en la que ha demostrado que no está reñido haber firmado las partituras de más de 100 películas en toda su carrera —cinco de las cuales le sirvieron para levantar sendos Oscars— para devaluar sin ningún tipo de piedad y con mucha autocrítica la música de cine. Así carga el icónico compositor contra el medio.

“Nunca me gustó mucho la música de cine. La música de cine, por muy buena que pueda ser —y generalmente no lo es, salvo quizá en un tramo de ocho minutos aquí o allá…— simplemente pienso que la música no está ahí. Eso que consideramos como esa preciada gran música de cine… lo estamos recordando de alguna manera nostálgica».

De hecho, Williams hizo alusión a la mencionada tendencia de los conciertos de bandas sonoras.

“Solo la idea de que la música de cine tenga el mismo lugar en la sala de conciertos que la mejor música del canon es un concepto erróneo, creo. Mucha de [la música de cine] es efímera. Es ciertamente fragmentaria y, hasta que alguien la reconstruya, no es algo que siquiera podamos considerar como pieza de concierto”.

Además, el responsable de joyas como ‘Indiana Jones’, ‘E.T.’, ‘La lista de Schindler’ o ‘Tiburón’ —todas ellas tarareables de forma instantánea por propios y extraños—, ha sido particularmente duro con su obra.

“Si pudiera hacerlo todo de nuevo, habría hecho un trabajo más limpio: que la música de cine y la música de concierto fueran más mías, lo que sea que eso signifique, o más unificadas de algún modo. Pero nada de eso ocurrió de esa manera. Lo de las películas era un trabajo que hacer, o una oportunidad que aceptar».

Está claro que ser una leyenda viva que será recordada eternamente por su obra para la gran pantalla no es necesariamente sinónimo de tener en alta estima el arte que te encumbró.

Vía | The Guardian

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