A la noble ciudad cacereña de Alcántara se va sobre todo por el puente, que ya lo lleva en su nombre árabe. Pero no hay que pasar por alto que se halla enclavada en un territorio privilegiado. Nada menos que en el corazón del Parque Natural y Reserva de la Biosfera del Tajo Internacional, con la peculiaridad de que está en la frontera con Portugal, algo que funciona como un potente reclamo. Nos entran las ganas ya.
Alcántara es, sobre todo, un cruce de caminos con un más que notable patrimonio natural y cultural en el que sobresale, cómo no, el que es conocido como «el mejor puente romano del mundo». Se construyó en el siglo II d.C. y ahí está, perfectamente conservado; gracias, eso sí, a sucesivas restauraciones. Como si no hubiera pasado el tiempo por él. Recapitulamos. Estamos ante el mejor puente romano sobre el río más largo de la península ibérica. Que nace como Tajo en la Sierra de Albarracín y entra en el país vecino siendo ya Tejo para ir a morir (o revivir) a Lisboa, fundiéndose con el Atlántico.
Tenemos ya puente y reserva natural. Sumemos ahora su impresionante conjunto megalítico con más de 50 dólmenes, el misterioso menhir del Cabezo y el bronce de Alcántara, una placa en bronce con una inscripción latina del 104 a.C., conservada en el Museo de Cáceres, que es un destino ideal. Esto enloquecerá a los amantes de lo prehistórico y lo antiguo. Para luego dar un salto hasta la época en que la villa se hizo señorial cuando fue ganada a los árabes y acogió a la Orden Militar de Alcántara, ya en la Edad Media. Entonces, todo fue ventura, hasta el punto de que, llegado el siglo XVI, muchos alcantarinos hicieron las Américas. Solo hay que abrir los ojos para que la historia se haga real. O pasear por sus calles y detenerse en los escudos nobiliarios que fijan y dan esplendor a muchas de sus casas.
Algo que cobra toda su singularidad al llegar al precioso conventual de San Benito, precisamente la casa matriz de la orden mencionada, que tan importante papel desempeñó en la Reconquista. Constaba de iglesia, convento y hospedería, pero las obras quedaron interrumpidas en tiempos de Felipe II, por lo que la iglesia está inacabada. Imprescindibles su claustro gótico y la fachada renacentista, que es conocida como la galería de Carlos V, dividida en tres pisos y flanqueada por torres cilíndricas. Dentro del templo, hay que prestar atención a la escalera de caracol de la sacristía. Y en lo que fue la huerta del convento hay un auditorio que es sede del Festival de Teatro Clásico de Alcántara. Un hito, sin duda, en el viaje.
El conventual de San Benito con la galería de Carlos V en primer plano.
TURISMO DE EXTREMADURA

Si ya te gustó adentrarte en Albarracín, con historias de duendes y fantasmas, Alcántara te va a encantar porque es una de las villas históricas que, al igual que su puente, ha resistido mejor los vaivenes de la historia. Es de esos lugares que te transportan a otra época y te dejan con la boca abierta por su monumentalidad. La de la iglesia barroca de San Pedro de Alcántara, alzada en el XVII sobre la casa natal del santo franciscano del mismo nombre; la de la iglesia tardorrománica de Santa María de Almocóvar, levantada en 1254 donde la antigua mezquita; la capilla de la Piedad (XVI), integrada en la Biblioteca Municipal; el convento de San Bartolomé (XV), que fue fábrica harinera y es hospedería, y casas señoriales diseminadas por doquier. Del castillo y el recinto abaluartado apenas quedan los restos.
Qué ver en Alcántara y alrededores
Para colmo, el puente, que ya tiene lo suyo a nivel patrimonial, con la grandiosidad de sus casi 60 metros de altura y rayando los 200 de longitud, es a la vez un observatorio de aves, que se cobijan entre sus piedras. Lo hacen los vencejos, instalados entre sus huecos y fisuras, así como una colonia de avión común que anida en sus arcos, llenando de vida esta obra de la siempre sorprendente ingeniería romana. Y no son las únicas aves que la habitan.
En realidad, el puente, en el que se emplearon las técnicas más avanzadas del momento, tenía como fin unir las localidades de Norba Caesarina (actual Cáceres) con la portuguesa Conimbriga (actual Condeixa-a-Velha, en el distrito de Coímbra). Lucen una barbaridad sus seis arcos de medio punto apoyados sobre cinco gruesos pilares, que tienen como remate un arco honorífico de 14 metros de altura que se conoce como Arco del Triunfo, dedicado, como muestra la inscripción, al emperador Trajano, natural de la Bética; o sea, de Andalucía.
Además, a vueltas con la historia, en la entrada hay un templete con otra leyenda; esta dedicada a su ilustre arquitecto. Dice gloriosa y premonitoriamente: «El puente, destinado a durar por siempre en los siglos del mundo, lo hizo Lacer, famoso por su divino arte». Se agradece también saber que se armó con sillares rectangulares unidos a soga y tizón (disposición de los bloques). No termina aún el capítulo, pues hay un segundo puente, el de Segura, con cinco arcos y el mismo origen que su hermano mayor. En su caso, sirve de paso entre los dos países, se llama así por el pueblo portugués del otro lado y salva las aguas del fronterizo Eljas, afluente del Tajo. Tampoco hay que perdérselo.
La Cantera de Alcántara es una piscina natural entre escarpados riscos.
TURISMO DE EXTREMADURA

La lección de arquitectura histórica continúa en la vecina Piedras Albas, por donde pasa la calzada romana que unía Corduba (Córdoba) con Portus Cale (Oporto) y donde está el alucinante, con todas las letras, Canchal de los Dos Ojos o Peña Buraca, un santuario prehistórico rodeado de innumerables tumbas rupestres. Pero, ojo al dato, porque, antes de llegar, toca una paradita en la Cantera de Alcántara para darse un baño como ningún otro. Se trata de una piscina natural única, formada sobre la cantera que se utilizó en la extracción de material de construcción para la presa. El paraje, junto al embalse y dentro del monte conocido como el Cabezo, es particular. En sus escarpados riscos campan a sus anchas las cigüeñas, los roqueros solitarios, los buitres y el búho real.
Este hermoso lago está en la ruta circular Puente Romano de Alcántara. Bueno es saberlo para cuando llegue el frescor otoñal y la hora del senderismo y la naturaleza salvaje. Enlaza con la Cañada Real de Gata, que une Estorninos, Piedras Albas y Zarza la Mayor, paralela al río Eljas, entre encinas y arroyos. Un curso fluvial inalterado en todo su esplendor en el que podrás aprender in situ lo que son las marmitas de gigante.