Las islas Cíes, en la ría de Vigo, están ancladas en nuestros pensamientos. Como si fueran una Ítaca atlántica a la que volver siempre. Pero hay otro plan en la misma línea marítima. Y es verlas en el horizonte desde Baiona, sumando encanto a las Rías Baixas. Curiosamente, la primera villa de Europa que supo del descubrimiento de América. Es lo que se conmemora con la fiesta medieval La Arribada en marzo. Y con la réplica de la carabela La Pinta, glorificando el puerto. Pero ahora es verano y toca disfrutar de su espléndida costa salpicada de islas, islotes y playas que son grandes arenales, integradas, por fortuna, en el centro urbano.
Ahí está esperando a que pongamos la toalla y probemos su mar la de Ladeira, la más larga, con dunas y la flecha de Punta da Foz, apuntando sobre el estuario del mismo nombre y famosa por su biodiversidad y, por tanto, protegida. Un lujo, sin duda. Muy cerca queda la de Santa Marta, donde va a desembocar el río Baíña, trazando de camino una muy apetecible senda fluvial. Llegamos luego a la de Ribeira, llenándose ya de barcos porque está junto al Club de Yates. Y seguidamente, poniéndonos los dientes largos, la de Barbeira, con una pequeña arboleda que es de agradecer. Todas estas playas, cada una a su manera, son perfectas para la desconexión.
Aquí ya nos encontraríamos en lo mejor de lo mejor de esta ciudad pontevedresa, más allá de sus orillas, y es el paseo que circunvala la península del monte Boi, con su hórreo -eso que no falte-, llevándonos de vuelta por el Atlántico, pero también haciendo la ronda por el castillo de Monterreal y sus murallas, que guardan el Parador de Baiona. Antes de conquistar el castillo, citemos las otras dos playas que quedan de este otro lado, que son Os Frades, donde se bañaban los frailes del convento franciscano que estaba intramuros, y la de A Cuncheira, abierta al mar.
Por qué te va a encantar Baiona
Por el paseo del monte Boi, la vista sobre la ciudad, el puerto y el océano es magnífica, aderezada con esta fortaleza que tiene nada menos que tres kilómetros de muros, que se dice pronto, y que fueron levantados entre los siglos XI y XVII. Aunque, al parecer, ya fue un sitio amurallado desde muchísimo antes. La suma de costa y castillo no nos podía entusiasmar más. Y el lugar, desde luego, es estratégico. Aquí fue donde nació la ciudad, como privilegio otorgado por los Reyes Católicos para la defensa de los ataques corsarios, empezando por el deFrancis Drake, corsario al servicio de la reina Isabel I de Inglaterra, en 1585. De película, pero real. De hecho, esta fortaleza resultó clave en las guerras anglo-españolas.
El paseo del monte Boí está entre el recinto amurallado y el Atlántico.
PARADOR DE BAIONA

Los castillos, por pura esencia, han solido estar en el punto de mira y han terminado corriendo las más variopintas suertes. Este se convirtió en residencia de gobernadores militares, pasó por las manos del marqués del Pazo de la Merced, ya en el XIX, que hizo de las ruinas un palacio neogótico, y terminó siendo adquirido por el entonces Ministerio de Información y Turismo (1963) para convertirlo en un Parador de nueva planta, que tiene tanto de castillo medieval como de palacio señorial gallego, con su majestuosa escalera de piedra. Más atractivos: las antiguas caballerizas fueron transformadas en la clásica bodega gallega.
Así es el paseo marítimo más bonito de España
De nuevo, nos topamos con una panorámica magnífica, sobre la hermosa bahía de Baiona, con las islas Cíes ejerciendo su influjo y todo el litoral. Lo maravilloso es que se conserva la muralla con sus tres torres. La del Reloj, a la entrada, donde estaba la campana que daba la alarma en caso de ataque; la de la Tenaza, que defendía el puerto, y la del Príncipe, probablemente la más antigua y prácticamente un faro para los barcos. Se llama así por el príncipe portugués Afonso Henriques, que estuvo preso en ella en 1137.
En cuanto al paseo en sí mismo es, francamente, espectacular. Hay que ir de cabeza, para reafirmarse en el amor/fe a las Rías Baixas y a Galicia en general. El recorrido en cuestión tiene su inicio en la playa de A Cuncheira y llega hasta la Torre del Reloj, junto a la Puerta Real, con pasadizo secreto y todo. Es perfecto para recrearse en los arenales mencionados y en la multitud de calas con aguas cristalinas, a alguna de las cuales se puede bajar por escalinatas de piedra. También para divisar las islas Estelas, además de Monteferro, Panxón y Praia América, ya en el vecino Nigrán.
El hermoso casco antiguo de Baiona.
TURISMO DE BAIONA

Para hacerlo, además, entre árboles, sobre todo pinos, y con zonas para descansar. La de A Figueira, en concreto, hay que probarla. De paso, para rendir homenaje a los marineros. Hay una escultura que lo hace. No se nos puede olvidar en ningún caso llegar hasta el faro de Cabo Silleiro. A los faros, ya se sabe, se les encuentra en lugares únicos. Y son únicos ellos también. Este, activo todavía, se alza sobre la bahía de Baiona y es hoy un hotel boutique con 17 habitaciones. Pero hay otro faro más antiguo, que acoge una encantadora taberna con increíble terraza, O Faro Pequeno, junto a la playa de los Cristales. Te iluminará. Teníamos que decirlo. También que aquí te podrás entregar al «arte del mar en pequeñas capas». Por ejemplo, a las finas láminas de cigala, limón y AOVE.
Después (o antes) estaría muy bien perderse por el casco antiguo, que es conjunto de interés histórico-artístico, y dar fe de sus calles estrechas y empedradas, con soportales que le confieren un aire especial. Y ya para cerrar el círculo, nunca mejor dicho, acercarse a ver, para creer, el Outeiro dos Lameiros, a 180 metros de altitud en la Serra da Groba, que cuenta con más de veinte rocas con grabados, puro arte abstracto, cuya antigüedad anda por los 4.000 años. Hay representaciones zoomorfas en las que es fácil adivinar caballos o ciervos. Y, para colmo, un gran panel de 15×5 metros con más de setenta cuadrúpedos, que es alucinante. Se ve, sin necesidad de echarle mucha imaginación, un pez. Al fin y al cabo, esto es mar de navegantes.