Ángeles Castillo

Nerja ya promete un verano azul, que por algo se rodó aquí la mítica serie televisiva de los ochenta. Se ve claramente cuando uno se asoma al balcón de Europa y recorre su costa, más allá de la emblemática playa de Burriana, con especial mención al Ayo, histórico chiringuito donde se sirven paellas desde hace más de 50 años. Pues todavía se tiene más la sensación de estar mediterraneando en la pequeña pedanía de Maro. Un pequeño y precioso pueblo blanco , a un paso de la famosa Cueva de Nerja, que ha sabido conservar su encanto, pese a los excesos del boom turístico de nuestro reciente pasado.

Lo mismo que le ocurre, aún más, al bello Frigiliana. Ambos comparten la privilegiada naturaleza que los envuelve, el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. En el caso de Maro, además, acentuado por estar en medio del Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, una estrecha franja paralela a la costa. Porque si por algo es conocido Maro es por sus magníficos acantilados, que alcanzan los 75 metros de desnivel y van a caer a hermosas playas y calas, escalonándose en áreas de cultivo distribuidas en terrazas.

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A su amparo queda la playa de la Caleta, con su encanto salvaje y la fama que le dio salir en Verano azul, donde se la llamaba Cala Chica, y la del barranco de Maro, de cantos rodados y a la que se va a pie por un sendero de cañaverales y plantaciones subtropicales. Pero dentro de esta silueta costera impresionante se lleva la palma la Cascada Grande, casi secreta, que se desliza aprovechándose de la sorprendente verticalidad de la roca desde los 15 metros.

Una caída de agua que viene de la Cueva de Nerja a través del arroyo Sanguino y que solo puede verse desde el mar. Es un clásico hacer el paseo en piragua entre los cortados, remando entre estrechos pasadizos. Eso quien no tenga barco para el cabotaje o no quiera bracear. En cualquier caso, lo importante es no perderse el imponente espectáculo natural con el estruendo de la cola de caballo al desembocar.


La Cascada Grande de Maro, en mayúsculas.


TURISMO DE NERJA


Como puede imaginarse, es zona de gran valor medioambiental. Las formaciones geológicas, con las cuevas a la cabeza, así lo testimonian. Además, en tierra, el matorral mediterráneo se convierte en tupida, y algo mágica también, alfombra. Mientras, por sus cielos vuelan las gaviotas, sombrías o reidoras, algún que otro alcatraz y hasta rapaces. Y en su mar no es difícil ver a un delfín ceremoniosamente saltar.

Por qué te va a encantar Maro y sus alrededores

El paraje de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo va de la torre de vigilancia costera de Maro hasta la cala Calaiza, que pertenece a La Herradura, ya en Granada, y es una de las playas que no están masificadas debido a su acceso oculto entre los pinos. Pero, ojo al dato, porque es muy buena ruta de senderismo para cuando deje de apretar el calor. O para madrugadores, a quienes se les recompensará tarde o temprano con el mejor de los baños. La transparencia del agua y el perfil rocoso del litoral, con grutas submarinas incluso, resultan paradisiacos. Qué decir de la cala del Pino, de vuelta a Nerja, que hay que ganarse descendiendo por una pronunciada senda y que, sí, luego hay que subir. Pero merece la pena. Es un edén.


Así es la playa de la Caleta, al abrigo de los acantilados.


TURISMO DE NERJA


Mar aparte, hay que estar atento al jardín botánico junto a la Cueva de Nerja, a los restos de una calzada romana en el barranco de Maro, al acueducto del Águila (XIX) en el barranco de la Coladilla y a la torre vigía de la Marquesa, de las que salpicaron la costa en el siglo XVI para atisbar a los persistentes piratas. Permaneciendo nosotros vigilantes porque en los días claros puede aparecer en el horizonte África. Por lo demás, Maro, como Nerja, también tiene su balcón, en la plaza de la iglesia de las Maravillas, del siglo XVII y arquitectura popular. Y, al igual que ella, un ingenio, de donde salía el azúcar, que funcionó desde 1582 hasta bien entrado el XIX.

A vueltas con la historia, Maro fue una villa o factoría romana dedicada al comercio, entre Sexi, actual Almuñécar, y Caviclum (Torrox), y después una alquería musulmana eminentemente agrícola y consagrada a la miel de caña y la seda. Llegó a ser un señorío y todo. Destacó siempre por su fértil vega, que alumbró desde bien temprano sabrosos frutos tropicales. No olvidemos que estamos a un paso de Salobreña y Motril. O, aún mejor, en la Costa Tropical, aunque Maro pertenezca a la Axarquía malagueña. Axarquía, al este en árabe. Donde quedan igualmente Algarrobo, Árchez, Canillas de Aceituno o Cómpeta. Una delicia de ver.

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