Elena Romero Vargas

España cuenta con localizaciones preciosas que producciones nacionales e internacionales utilizan como escenario para series o películas que acaban gozando de una fama más que justificada. Si Juego de Tronos puso en el mapa enclaves únicos de la geografía española, esta vez es una serie nacional la que nos descubre paisajes únicos del norte de España que, además, son destinos perfectos para escapadas de verano.

En esta caso, hablamos de la serie Ángela, un thriller psicológico protagonizado por Verónica Sáchez y Daniel Grao que trata sobre una mujer con una vida aparentemente perfecta que, en realidad, sufre malos tratos a manos de su marido. Esta historia de misterios, secretos y giros de guion sorprendentes se ha colado entre las más vistas de Netflix. Pero de ella no solo destaca la apasionante historia que mantiene al espectador pegado a la pantalla, también las localizaciones en las que se desarrolla la trama que despierta el deseo de visitarlas.

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La historia de Ángela se desarrolla en el País Vasco, en concreto, en la provincia de Vizcaya, y nos deja toda una ruta de sitios que, si tienes el norte como próximo destino, tienes que tener en el radar. Uno de los pueblos que aparece en la serie y que sobresale por el encanto pesquero de sus calles es Mundaka, que más allá de lo pintoresco que resulta, es uno de los enclaves más importantes en la escena surfera española.

Mundaka se ubica al norte de la provincia de Vizcaya, en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, y tiene un vínculo con el mar tan importante que, según cuenta la leyenda, incluso le debe su nombre a ella. Según cuenta la tradición que se remonta al siglo XV, Mundaka viene de la expresión latina munda aqua, que quiere decir agua limpia, haciendo honor a la calidad del agua en la zona.


Surfistas en Mundaka, Vizcaya.


Mundaka Turismo


Pero la relación de Mundaka con el mar no se queda ahí, y es que si por algo es famoso este pueblo, es por su legendaria ola izquierda, única en Europa en esta categoría. La imponente ola nace en la barra de Mundaka y llega hasta la playa de Laida. Puede llegar a alcanzar los 4 metros de altura en un recorrido de 400 metros de largo, todo esto en forma de tubo, lo que la convierte en la delicia de cualquier surfista experimentado que disfruta de montar la ola y de las vistas que se aprecian a través de ella.

Esta particularidad hace de Mundaka uno de los destinos favoritos de los amantes del surf, especialmente en época de competiciones. Pero el pueblo vasco cuento con muchos más atractivos que cautiva a todo aquel que se acerca a conocerlo. Es una parada ideal para disfrutar en verano por el buen ambiente que allí se crea, pero cualquier momento del año es adecuado para dejarse cautivar por el encanto único de Mundaka.


Mundaka. Vizcaya.


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Qué ver en Mundaka

La primera parada de este pueblo pesquero no puede ser otra que el puerto, el centro neurálgico de la región que presume de conservar intacto su encanto tradicional y de albergar en el las numerosas embarcaciones que consiguen una estampa única. Es un puerto pequeño y acogedor con vistas increíbles al mar (cone spectáculo de surf incluido) y a la isla de Izaro.

Desde el puerto nacen las calles hacia el casco antiguo de Mundaka. Casas marineras con el color que caracteriza estos pueblos forman un entramado de calles estrechas y encantadoras que conservan el trazado medieval original. En el casco antiguo destacan construcciones como la iglesia de Santa María, de estilo gótico-renacentista y con vistas al puerto.


Ermita de Santa Catalina, Mundaka, Vizcaya.


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Otro de los edificios más impresionantes de Mundaka es su biblioteca, ubicada en la zona más antigua del puerto. Antiguamente fue un hospital de peregrinos que pasaban por allí en su camino hacia Santiago de Compostela, pero también fue refugio de enfermos contagiosos. Además, este edificio de estilo neoclásico fue utilizado también como lonja y como matadero, sobrenombre por el que aún se le conoce.

Si visitas Mundaka merece la pena alejarse un poco del centro para visitar la ermita de Santa Catalina, uno de los puntos más emblemáticos del pueblo. Este edificio de transición entre el gótico y el renacimiento se encuentra en un cabo que se adentra en el mar y no solo sorprende por la grandeza de la construcción en sí, sino por el paisaje que la rodea y las vistas preciosas al Cantábrico que se tienen desde allí.

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