Ni siquiera hay aún fecha de estreno para la tercera temporada de ‘Monster’ y ‘Variety’ ya ha revelado que habrá una cuarta entrega y que, por primera vez, estará basada en la historia de una asesina: Lizzie Borden. Netflix y Ryan Murphy aún no lo han confirmado de forma oficial, pero el prestigioso medio especializado estadounidense asegura saber de buena tinta que ya se encuentra en preproducción. Además de que el rodaje estaría previsto que comenzara este mismo otoño. Pero, ¿qué true crime es este que, en el mundo hispanohablante, no es tan conocido como el de Dahmer o Ed Gein?
A sangre fría en la «Gilded Age». Corría la la Edad Dorada cuando la brutalidad de un asesinato perpetrado a plena luz del día en una casa de clase alta en el centro de Fall River (Massachusetts) conmocionó a la sociedad estadounidense. Andrew y Abby Borden habían sido asesinados a golpes con una herramienta que podría encajar con un hacha. Sin embargo, ni hubo testigos ni se pudo establecer un móvil claro. Eso sí, pronto las sospechas recayeron sobre su hija Lizzie, una mujer soltera de 32 años que vivía con su padre y madrastra. Una dama considerada educada, devota y bien relacionada.
Ser el ideal de mujer victoriana como coartada. Lizzie encarnaba el ideal de mujer victoriana protestante: era un miembro activo de su iglesia, participaba en obras benéficas y tenía una reputación intachable. Mientras que el cuerpo de policía local acababa de incorporar muchos agentes irlandeses, que eran vistos por la élite como de clase inferior. Todo ello fue clave para que, a pesar de las incoherencias en sus declaraciones, su evidente falta de emoción y hasta un intento fallido previo de compra de veneno, la sociedad de la época se resistiera a verla como sospechosa.
La defensa del «solo soy una chica». En el juicio, Lizzie se mostró como una dama indefensa, vestida de luto, que llevaba un ramo de flores en una mano y un abanico en la otra. Reforzaba así su imagen de inocencia ante un jurado totalmente masculino que era mayoritariamente protestante y procedente de un contexto socioeconómico rural. En este contexto, la defensa, financiada con la fortuna del padre de Lizzie, explotó todos los prejuicios de género y clase posibles. Además, se alegó que su comportamiento errático era debido a los efectos de la morfina recetada por su médico tras los asesinatos y lograron que se desestimaran pruebas como el intento de compra de veneno y la quema de un vestido manchado de sangre. De este modo, no quedaron contra ella más que pruebas circunstanciales.
Absuelta, pero no mucho. El veredicto de no culpabilidad fue unánime y tan rápido que su anuncio se retrasó adrede una hora para evitar sospechas. Eso sí, aunque fue absuelta, Lizzie quedó señalada de por vida y fue marginada y despreciada por su comunidad. Su reputación nunca se recuperó y su vida social se vio muy limitada por lo que, con el tiempo, se volvió una figura excéntrica y solitaria en Fall River. Aunque murió en 1927 y nunca se ha podido determinar qué sucedió realmente, quienes pensaban que era culpable atribuían el crimen a una mezcla de desavenencias personales y económicas. No obstante, a pesar de que ha pasado más un siglo, la historia sigue siendo objeto de fascinación. No solo porque es un misterio sin resolver, sino por cómo las dinámicas de clase y género influyeron para que Lizzie quedara en libertad.
Un true crime rentable. Antes de Ryan Murphy, el caso ya había sido objeto de numerosas adaptaciones. Algunos ejemplos recientes incluyen la serie de Prime Video ‘Las Crónicas de Lizzie Borden’, protagonizada por Christina Ricci, y la película ‘Lizzie’, con Chloë Sevigny y Kristen Stewart. En la actualidad, la casa de los hechos es un bred and breakfast en el que los turistas pueden pasar la noche con la esperanza de vivir algún suceso paranormal o solo por el morbo de estar de cuerpo presente en el escenario de un crimen victoriano real. Incluso puedes llevarte un hacha ensangrentada como souvenir.
Foto de portada | Fall River Historical Society y Lizzie Borden House