En los primeros años de la animación sonora, dar vida a los personajes requería algo más que talento artístico: hacía falta una voz que resonara con autenticidad. En ese periodo fundacional de los estudios Warner Bros., los dibujos animados aún estaban en proceso de definir sus identidades y estilos, y la elección de una voz para un nuevo personaje podía marcar el éxito o el fracaso de toda una serie.
Uno de los casos más peculiares y simbólicos de esta etapa fue el de un actor cuya historia personal se mezcló de forma inseparable con el personaje que interpretaba: Joe Dougherty, actor de voz originario de Ohio, fue el encargado original de prestar su voz a uno de los personajes más emblemáticos de la animación de Warner Bros: el cerdito Porky, sin saber que su condición ayudaría a formar la identidad del personaje, aunque eso le costaría su despido.
Dougherty padecía de tartamudez en la vida real, un rasgo que los creadores decidieron incorporar directamente al personaje, dándole una dimensión única y distintiva. La elección parecía lógica: el personaje necesitaba sonar auténtico, y nadie podía reproducir esa condición de manera más verosímil que alguien que la viviera a diario.
Sin embargo, lo que al principio parecía una ventaja pronto se convirtió en un problema práctico para el estudio. Grabar con Dougherty resultaba sumamente complicado: su tartamudez, lejos de poder controlarse para adaptarse al ritmo de la animación, generaba múltiples tomas fallidas y grabaciones extensas que requerían edición constante. Esto no solo incrementaba los costos de producción, sino que también retrasaba significativamente los plazos de entrega, un lujo que Warner Bros. no podía permitirse en un contexto donde la eficiencia lo era todo.
Debido a estas dificultades, Dougherty fue finalmente reemplazado por Mel Blanc, quien no solo pudo imitar la tartamudez con precisión, sino que además aportó una gama mucho más amplia de matices vocales y cómicos al personaje. Blanc no padecía tartamudez, pero supo convertirla en un recurso humorístico deliberado y rítmico, mucho más manejable desde el punto de vista técnico. Así, comenzó su legendaria carrera como «el hombre de las mil voces» y se consolidó como uno de los pilares de la animación estadounidense.
Dougherty vivió el resto de su vida alejado del foco mediático, y su contribución ha sido en gran parte eclipsada por la fama de su sucesor. Pero para los conocedores de la historia del cine animado, su papel es una pieza fundamental de los orígenes de un personaje que, con su peculiar manera de hablar, conquistó a generaciones de espectadores.
Fotos de IMDB | Wikimedia
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