Mucho antes de convertirse en marquesa, influencer o personaje recurrente de la televisión, Tamara Falcó ya tenía un relato personal muy interesante. En 2014, durante su testimonio en el programa religioso Cambio de Agujas, dejó una confesión que entonces pasó desapercibida, pero que hoy permite entender muchas de las decisiones (y el discurso) que ha ido construyendo con los años.

«Cuando era pequeña sí que tenía a Dios, pero en la adolescencia le perdí de vista», admitía Tamara con una franqueza poco habitual en los entornos donde suele moverse. Aquel distanciamiento, contó, no fue producto de una rebeldía repentina, sino de un desencanto. Una discusión con un sacerdote en plena adolescencia lo desencadenó todo: «No supo darme lo que necesitaba. Ni cariño, ni amor, ni respuestas». Fue entonces cuando tomó una decisión simbólica y práctica: se salió de clase de religión y se cambió a ética.

Pero la verdadera ruptura no fue solo institucional, sino espiritual. Según contó en aquella entrevista, pasó años completamente perdida, convencida de que podía llenar ese hueco con logros materiales. «El Señor me fue llevando por un camino extraño… podía permitirme todas las cosas materiales, pero nada me llenaba», explicó. Tenía todo lo que muchos desean y, sin embargo, sentía un vacío constante. «Todas las metas que me fijaba, materialmente las conseguía. Y con bastante facilidad. Lo raro es que cuando aparecían las cosas, otra vez sentía ese sentimiento de vacío».

Fue entonces, en ese silencio interno, donde ocurrió algo inesperado. Tamara, por iniciativa propia, compró una Biblia. Comenzó a leer, casi como quien busca sentido más allá del ruido, y llegó a los Diez Mandamientos. Ahí encontró algo que hasta entonces le había faltado: una estructura de vida. «Comprendí que si eso se hubiera seguido, nadie me habría hecho daño. Ni yo habría hecho daño a nadie», explicó.

Ese fue, según ella, el primer paso de su conversión. Desde entonces, Tamara ha hecho de su fe una parte visible y central de su discurso público. Pero, al margen de eso, su relato en Cambio de Agujas deja algo claro: su regreso a la espiritualidad no fue una pose, sino una respuesta ante un tipo de éxito que nunca logró saciarla.

Fotos | Antena 3

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