Este otoño, Juan Carlos I e Iñaki Urdangarin publicarán sus respectivas memorias, y en los pasillos de Zarzuela se respira tensión. Según revela Monarquía Confidencial, la consigna dentro de la Casa del Rey es tajante: «En Zarzuela, la consigna es no hacer comentarios sobre las memorias de Urdangarin». Un silencio que no es casual, sino una estrategia deliberada para evitar que el incendio se propague. Porque este no es un capítulo más. Es, como reconocen fuentes próximas al entorno del rey, «una situación muy difícil».
Y es que los dos libros —el del emérito y el del exduque consorte— llegarán con apenas semanas de diferencia. El de Juan Carlos, previsto para final de año con el sello Planeta, se titula Reconciliación. Se anuncia como un recorrido honesto por su trayectoria, esa que ha cruzado décadas de historia española entre luces y sombras. Un intento, quizá, de reconquistar el relato después del exilio, los escándalos y los silencios impuestos. Pero Felipe VI no lo aprueba.
Al parecer, el monarca está «completamente en desacuerdo» con que tanto su padre como su excuñado revuelvan aspectos íntimos y controvertidos del pasado familiar. Sabe que la publicación de ambas memorias despertará un revuelo nacional que no traerá nada bueno a la institución. Todo lo contrario. Además, sabe que, de algún modo, esto afectará a la imagen de Leonor.

El caso de Iñaki Urdangarin preocupa especialmente. El exmarido de la infanta Cristina, condenado por el caso Nóos y apartado del primer plano público desde su entrada en prisión, estaría ultimando un libro de tono más personal, emocional incluso. Se teme que incluya episodios sensibles sobre su paso por la cárcel, su ruptura con la familia real, su relación con Cristina y, sobre todo, su visión interna de la Corona. En un momento donde la heredera comienza a asumir protagonismo institucional y se juega su proyección como futura reina, cualquier revelación inoportuna podría tener un impacto directo sobre su imagen.
Desde dentro, hay desconcierto. La infanta Elena, cuentan las fuentes, ignora deliberadamente el revuelo y no ha querido implicarse. Pero el silencio no implica tranquilidad. Muy al contrario, en Zarzuela hay una sensación latente de incomodidad. Porque lo que está en juego no es solo la reputación de quienes escriben, sino la del proyecto de continuidad que representa Felipe VI.

El emérito busca legitimarse ante la historia. Urdangarin, quizás, reconciliarse consigo mismo y con el relato que lo arrastró. Y hacer negocio, claro. Pero lo que para ellos puede ser catarsis, para la Casa del Rey es exposición. Y de la más peligrosa: la que no se controla.
Por eso, el silencio ha sido la única respuesta. No hay comunicados ni aclaraciones. Solo contención. Porque en la monarquía, cuando no se puede controlar la narrativa, se intenta minimizar el eco. Pero hay algo que está claro: cuando estos libros lleguen a las librerías, no habrá vuelta atrás. Y las palabras, una vez publicadas, quedarán plasmadas para siempre.
Fotos | Casa Real
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