El actual escenario internacional está marcado por una guerra comercial global, con Estados Unidos y República Popular China como principales protagonistas. El conflicto se profundiza con la aplicación de aranceles cada vez más elevados a las respectivas importaciones, lo que genera gran incertidumbre en el comercio, la economía, las finanzas, la estabilidad y la vida misma de todos los países del planeta.

Apenas asumida la presidencia de Estados Unidos por segunda vez (20 de enero de 2025), Donald Trump mostró su postura proteccionista, nacionalista e industrializadora, al aplicar elevados aranceles a las importaciones de la República Popular China.

En el contexto de la actual rivalidad, recordaremos aquí la política de Puerta Abierta en China, una iniciativa estratégica de Estados Unidos implementada a fines del siglo XIX, con fuerte impronta comercial, que tuvo como escenario al entonces Imperio Chino.

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La derrota ante Japón en 1895 sumergió al Imperio Chino en una crisis interna. Desde mediados del siglo XIX, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y Japón estaban presentes en China, y se encontraban en plena expansión imperialista y carrera armamentista. Esas potencias aprovecharon la debilidad del imperio, y forzaron tratados desiguales a fin de obtener mayores beneficios y concesiones exclusivas para sus intereses económicos, comerciales y estratégicos, que ampliaron sus esferas de influencia.

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A fines del siglo XIX, Estados Unidos se hallaba en un proceso de crecimiento industrial y agrícola y de expansión comercial, impulsado por el presidente William McKinley (1897-1901), quien aplicó una política nacionalista y proteccionista que defendía el control de mercados, los aranceles a las importaciones, el desarrollo de la industria nacional, el aumento de la producción agraria y el fortalecimiento del mercado interno.

Esas políticas y su lema “prosperidad en casa, prestigio en el extranjero”, lo convirtieron en referente histórico y político para Donald Trump, y en un antecedente del “Make America Great Again”.

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La necesidad de participar en el comercio mundial impulsó a Estados Unidos hacia los prometedores mercados del Imperio Chino, escenario de una intensa actividad y competencia económica, comercial y estratégica entre las potencias que poseían allí esferas de influencia (Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Japón).

Estados Unidos temía que las potencias instaladas en China levantaran altas barreras comerciales y aplicaran tarifas especiales en aduanas, ferrocarriles y puertos, lo que podía afectar su acceso a los mercados chinos, y provocar conflictos que alteraran el inestable equilibrio internacional.

El presidente Mc Kinley confió la solución de la situación a su secretario de estado John Hay, quien, a través de hábiles maniobras diplomáticas dio origen, entre 1899 y 1900, a la política de Puerta Abierta en China. Esa iniciativa fue posible gracias al triunfo contra España (1898), que permitió obtener las islas Filipinas y Guam, claves para comerciar con China y expandirse por el Pacífico, y se consolidó con la anexión de las islas Hawai (1898) y la construcción del Canal de Panamá (1903-1914).

John Hay anunció la política de Puerta Abierta en China a través de una serie de notas a los gobiernos de las potencias con intereses y esferas de influencia en China (septiembre de 1899 y julio de 1900), y mostró audacia y decisión para mantenerla y hacerla realidad tras la derrota de la violenta rebelión xenófoba de los bóxers chinos (1900).

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La propuesta de Hay consistía en una política de comercio abierto a todos los países, que incluía libre movimiento de mercaderías y capitales; igualdad de oportunidades, derechos y privilegios; compromiso de no aplicar tarifas especiales; proteger la integridad del Imperio Chino y cooperación para contener disputas. John Hay aseguró para Estados Unidos su política y sus mercados en China, y logró que todas las potencias aceptaran sus propuestas.

La Puerta Abierta en China formalizó la política de Estados Unidos en el Pacífico y Asia Oriental. Mantuvo su vigencia hasta mediados del siglo XX, cuando se produjeron importantes cambios en el escenario regional con el triunfo del comunismo y la proclamación de la República Popular China (1 de octubre de 1949), e inspiró la actual política estadounidense en Asia-Pacífico.

El secretario de estado John Hay, gracias a su política de Puerta Abierta en China, permitió a Estados Unidos implementar una propuesta de libre comercio para mantener sus intereses mercantiles y estratégicos, y asegurar la estabilidad económica y política entre las potencias.

En el presente, la República Popular China ya no es un mero espectador o campo de batalla entre las potencias, sino un activo protagonista global, con el cual Donald Trump compite a través de una política proteccionista que recuerda a William Mc Kinley. Así, ante la gran rivalidad comercial de estos tiempos, aquel espíritu pragmático de equilibrio y apertura de John Hay a través de la Puerta Abierta parece muy lejano.