Las redes sociales se convirtieron en el escenario principal de un fenómeno en ascenso: jóvenes influencers, o “manosantas digitales”, que aseguran haber encontrado la clave del éxito financiero y ofrecen compartir su conocimiento a cambio de dinero. Promocionan sus cursos viviendo una vida de lujos, mostrándose en autos alta gama, viajando a destinos exóticos y luciendo relojes de lujo. Su discurso es directo: “Si no sos millonario, es porque vos no querés”.

El modelo de negocio sigue un patrón. A través de plataformas como Instagram, TikTok y Facebook, estos “mentores” captan seguidores a quienes presentan una oportunidad única para alcanzar la tan mentada libertad económica. Sus cursos prometen ingresos elevados en poco tiempo, en oportunidades hasta 10.000 dólares mensuales, sin necesidad de estudios universitarios ni experiencia previa.

Matías Cardozzo ha ganado fama como uno de estos “jóvenes millonarios” que muestran su vida sin tapujos y no dudan en hablarle a su público de manera despectiva (incluso llegó a decir tras el repudio que genera en las redes que “lo mismo hicieron con Jesucristo, fue un perseguido”). El problema de “el Colo” Cardozzo es que no todo lo que muestra es real. Realiza una puesta en escena de bienes que no son propios, o se filma viajando en primera clase de un avión como si realmente lo hiciera.

Revocatoria en Anisacate: la Justicia dio marcha atrás y la intendenta mileista Contini se quedará en su cargo

La manipulación emocional, el uso de estrategias de marketing agresivas y la falta de regulaciones convierten a estos cursos en un terreno peligroso para quienes buscan mejorar su situación económica. ¿El engaño es permanente? ¿La farsa que ostentan los jóvenes se traslada a los cursos que venden? Estimar la cantidad de jóvenes que ofrecen este tipo de cursos es imposible. Pero por lo que se puede ver en redes sociales, el número es significativo. No quedan dudas de eso.

Modus operandi

Navegando en redes sociales, a los jóvenes les aparece un video motivacional. La mayoría va por un “me gusta” sin pensarlo demasiado. Poco después, el algoritmo hace su trabajo: otro video similar aparece en la pantalla, luego otro y después otro. Sin que nadie se dé cuenta, ya se está adentro del embudo. El siguiente paso es lograr seguir a los “traiders”. Una vez que eso pasa, el contenido comienza a invadir los feeds. Tarde o temprano, alguien responde una historia o realiza un comentario a una publicación, lo que da pie a recibir material “gratuito”. Finalmente, se puede terminar en un grupo de WhatsApp. En ese momento, el juego ya comenzó.

“Es el momento más fácil de la historia para ganar entre US$ 1.000 y US$ 40.000 de la noche a la mañana”, se podía leer en el grupo de un conocido vendedor de cursos cordobés. Mensajes como éste se repiten en redes sociales y chats privados, donde supuestos emprendedores aseguran tener la clave de la libertad financiera con una inversión mínima y sin conocimientos previos.

Estos cursos, que suelen durar entre tres o cuatro días o hasta dos o tres semanas, prometen enseñar estrategias para generar ingresos rápidamente. La metodología de venta incluye la creación de eventos “gratuitos” en los que se ofrece una muestra del contenido para luego incentivar la compra del curso completo. En muchos casos, se emplean estrategias de marketing agresivas como la escasez artificial —“últimos cupos” y “últimos minutos”— y descuentos extremos que van del 80% al 90%.

El miedo a perder una oportunidad única (conocido como FOMO, por sus siglas en inglés) es una de las tácticas más utilizadas. “Tenés dos posibilidades: que tu vida siga como está o tomar acciones”, se suele leer en los mensajes de estos grupos. Luego, el grupo de WhatsApp se da de baja, pero antes de cerrarse llega un último mensaje: “Mañana lanzamos un nuevo producto: vas a poder copiar el modelo de negocio y descubrir el detrás de escena para ganar más de 400.000 dólares al mes con 20 años. Además de muchísimas sorpresas, todo esto por 100 dólares”.

El principal público de estos cursos está compuesto por personas de bajos recursos y jóvenes con poca o nula experiencia en el ámbito financiero. La promesa de grandes ganancias con una mínima inversión resulta tentadora, pero plantea interrogantes sobre la viabilidad real del modelo de negocio.

La experiencia, desde adentro

Franco Dato, uno de los jóvenes que comercializaba este tipo de cursos, aceptó el diálogo con Perfil Córdoba sobre el funcionamiento del negocio digital y el crecimiento de este fenómeno, especialmente en Latinoamérica. El dato no es menor, teniendo en cuenta que la mayoría evita el contacto con la prensa.

Comenzó el juicio a Edgar Bacchiani: dijo que compró 14 inmuebles y cinco autos de alta gama en sólo tres años

Según Dato, “la venta de cursos consiste en empaquetar y compartir conocimientos adquiridos a lo largo de la experiencia en un área específica”, como en su caso, el marketing digital. Él mismo vivió este proceso: “Durante mi camino como emprendedor me encontré con una agencia de marketing que trabajaba con negocios, coaches online, psicólogos y médicos, entre otros, y fue allí donde descubrí que podía enseñar a otros lo que yo hacía”.

Para Dato, este modelo de negocio es el futuro de la educación en la región: “La rama de los cursos hoy en día es el presente y siento que va a ser el futuro de la educación convencional en Latinoamérica”. Además, destaca que los cursos ofrecen una opción más accesible, ya que “no están impuestos por nadie y uno decide si quiere entrar”.

El joven reconoció que “la industria de la educación financiera” generó controversias debido a la falta de controles, lo que dio lugar a estafas y malas prácticas. Consultado sobre si estaba de acuerdo con que algunos personajes desvirtuaron el verdadero propósito de vender cursos y crear contenido valioso, no dudó en expresar su postura. “Coincido en un 101% en que todo se desvirtuó”, afirmó, refiriéndose a cómo algunos actores del sector mostraron contenidos superficiales que no representan la verdadera esencia de lo que debería ser el negocio. Según su visión, el problema radica en que “las personas que vendían los cursos no eran conscientes del tipo de público que los consumía”, lo que llevó a una desconexión y a que se desvirtuara la idea original.

¿Realidad o sólo ilusión?

“Ellos (los que compran los cursos) son los responsables de cuánta plata van a ganar. No hay nadie en el medio que le vaya a hacer ganar más o menos plata, porque no depende de nadie”, afirmó Dato al referirse a quienes ingresan al mundo de los negocios digitales.

El joven señala que el deseo de libertad financiera es una de las principales motivaciones de quienes buscan “oportunidades” fuera del “mercado laboral tradicional”. En este sentido, comentó que la cifra de 10.000 dólares mensuales fue ampliamente romantizada por muchos, pero que ingresos menores pueden brindar independencia si se sostienen en el tiempo.

Sobre la comercialización de cursos y mentorías, remarcó que el resultado depende del esfuerzo individual. “No es la información que yo te dé, no es el curso que te ofrezca, no es la clase que te pueda dar, no es lo que yo te diga ahora, sino cómo lo usa la persona y la mentalidad que tiene”, explicó. Además, diferenció los cursos de los servicios profesionales, ya que estos últimos ofrecen resultados tangibles, mientras que el éxito en la formación online depende de la aplicación del conocimiento adquirido.

Conexión directa entre Córdoba y Bogotá: Avianca, a un paso de operar la ruta

En cuanto a la tendencia de jóvenes, por lo general de 16 y 17 años, que buscan generar ingresos digitales, Dato indicó que muchos lo hacen en respuesta a modelos convencionales impuestos por la familia y la educación tradicional. Según su experiencia, quienes logran mantenerse en este camino son aquellos que desarrollan disciplina y capacidad de asumir riesgos. Por otra parte, subrayó que el crecimiento económico de cada persona está vinculado a su compromiso con el aprendizaje y la ejecución. “Si más del 50% de los alumnos lo hicieron, vos también podés hacerlo. Pero depende mucho de uno y no tanto del curso”, concluyó.

La marca personal, clave

En la mayoría de los casos, los cursos suelen estar diseñados para crear una marca personal. Utilizan técnicas de marketing agresivo y estrategias para falsear el éxito. Suelen explicar que de esta manera es cuando la gente compra y por eso se puede ver a muchos alquilando autos, casas de lujo y demás.

Siguiendo esta línea, Dato explica que el éxito del negocio no está en el contenido del curso, sino en la imagen de quien lo vende: “la marca personal es tu esencia, tus valores, tu historia de vida”. En su visión, lo que realmente atrae a los clientes no es tanto el contenido del curso en sí, sino la conexión que logran establecer con la persona que lo vende.

Además, dejó en claro que la autenticidad es clave en la construcción de una marca personal sólida: “La marca personal sos vos. Y qué tan bien utilices la persona que sos y qué tan genuino seas, va a atraer a ese tipo de personas”. Dato advierte que la forma en que se presenta una marca personal también determina el tipo de audiencia que se atraerá: “Si sos una persona que bardea en redes sociales, que quiere imponer cosas que no existen, que está en contra del público argentino, vas a atraer a ese tipo de personas, lamentablemente”.

Para Dato, las grandes marcas ya comprenden este concepto, apalancando sus productos en la fuerza de la marca personal de sus representantes, un fenómeno que ve como el futuro del marketing digital.

Emprendedores digitales y la duda legal: ¿Cómo facturan sus ingresos?

En los últimos años, la proliferación de cursos online y mentorías despertó cuestionamientos no sólo sobre su efectividad, sino también sobre su legalidad. Vender un curso no es ilegal, pero no declarar las ganancias sí lo es. El interrogante surge al observar a monotributistas de categoría A -el escalón más bajo del régimen fiscal argentino- exhibiéndose con autos alta gama, mansiones y viajes por el mundo. ¿Cómo justifican estos ingresos?

Una de las estrategias más utilizadas es la creación de sociedades en el extranjero, especialmente en Estados Unidos. Si bien operar con una empresa en otro país no es ilegal, los especialistas advierten que quienes residen en Argentina deberían tributar también en el país. Franco Dato explicó cómo maneja su estructura financiera. “No voy a fijarme por ahí lo que hace el resto, porque no tengo mucha información, me enfoco mucho en mí. Hoy en día tengo dos empresas situadas en Estados Unidos, a mi nombre, que son dos LLC”, afirmó.

Según Dato, todos los ingresos de sus cursos y consultorías ingresan a estas sociedades, donde tributa anualmente. “Todos los fondos que yo recibo van a esa empresa en Estados Unidos, y por lo tanto yo, al final de año, le pago un porcentaje de todo lo que me ingresó, como en efecto de impuesto, a Estados Unidos”.

El emprendedor detalló que utiliza bancos como Mercury y Bank of America, además de pasarelas de pago como Stripe. “Eso es lo que yo utilizo. Después, hay gente que, por ejemplo, usa Voyager, financieras o criptomonedas, pero yo tengo dos empresas, estoy en Estados Unidos y recibo pagos por ahí”, explicó.