Steve Jobs fue uno de los hombre más ricos del mundo. Viajaba asiduamente junto a su familia y cambiaba de coche pasados unos meses. Vivía sin mirar el dinero y tampoco se esforzaba por acumularlo en grandes cantidades. Simplemente, disfrutaba de su fortuna junto a sus seres queridos. Pero antes de morir, tomó una importante decisión que cambió el futuro de sus hijos.

Se estipula que Steve se marchó de este mundo dejando una fortuna que rondaba los 10.200 millones de dólares. Cualquiera hubiera pensado que ese dinero iría a parar a sus hijos, pero no fue así. Jobs se lo dejó todo a su esposa para evitar el derroche de un dinero que no habían ganado sus descendientes.

Es decir, el fundador de Apple quiso dar una gran lección a sus hijas. Puesto que el dinero lo había ganado él, los jóvenes no sabrían lo que es el esfuerzo si heredaban tal cantidad de millones por arte de magia. Por ese motivo, Prácticamente todo recayó en Laurene Powell, su viuda.

Tal y como publicaba Fortune, el inversor Warren Buffet hizo algo similar. Él mismo reconoció que cada Navidad entregaba 10.000 dólares a su familia hasta que comprobó que «lo gastaban demasiado rápido». En este sentido, Steve intentó educar a sus hijos en la ley del esfuerzo.

Steve Jobs Steve Jobs

Reed Paul Jobs, Erin Sienna Jobs y Eve Jovs. Ninguno de ellos recibió herencia del que fuese CEO de Apple por un motivo que su madre dejó claro en una entrevista: «No es correcto que las personas acumulen una gran cantidad de riqueza que equivale a millones y millones que generaron otras personas. No es justo», dijo en The New York Times.

Fotos | Wikipedia

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