Huellas prehispánicas y casonas históricas en el norte cordobés. *Por Mariana Otero.

Los historiadores aseguran que San José de la Dormida, en el departamento Tulumba, es un testimonio vivo de todo el norte cordobés. Es criolla e indígena, es tierra de descanso. Es un pueblo genuino, auténtico, con historia.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

Aquí, en medio de los cordones serranos, se asentaron los sanavirones, de quienes se conserva un valioso patrimonio arqueológico que habla de las huellas prehispánicas.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

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Por este lugar también entraron los conquistadores en su paso hacia lo que luego sería la ciudad de Córdoba, a unos 125 kilómetros de distancia.

Y, como si fuera poco, en su iglesia hay una imagen única de San José dormido, donada por una feligresa.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

San José de la Dormida fue parte del “camino del bajo”, una ruta alternativa al Camino Real que, por sus condiciones geográficas, era el más transitado por carretas. Las diligencias y los chasquis circulaban por el alto.

Catorce familias españolas fueron los primeros pobladores que se instalaron  alrededor de 1778.

La maestra rural jubilada María Esther Castro, conocida en el pueblo como “seño Teté», cuenta que el lugar era un oasis para las caravanas que recorrían las viejas rutas que conducían hacia el norte. Adquirió el nombre de “Dormida del alto”.

Antes de ser bautizada así, el caserío indígena se llamó “Chipitín” (vocablo autóctono que quiere decir “hombre de río”) y con ese mismo nombre se denominó a las tierras otorgadas como merced al escritor Juan  Nieto en 1585.

Más tarde, explica Castro, en el periodo colonial y ya como parte del Virreinato del Río de la Plata, se convirtió en un lugar de “dormida” o “dormidero”; es decir, un sitio para el descanso y aprovisionamiento de los viajeros rumbo al norte, algunos hasta llegar al Alto Perú.

El nombre actual del pueblo se completó durante la fundación oficial en 1864, durante la gobernación de Roque Ferreyra,  cuando se le agregó San José a la denominación “la Dormida”, en honor al  patrono de la comunidad.

La iglesia de 1882 frente a la plaza San Martín lleva el nombre del santo.

El padre Walter Moyano, ex sacerdote de San José de la Dormida y ahora párroco de Villa Tulumba, cuenta que en la iglesia hay una imagen de San José dormido. Esta advocación de San José recuerda el pasaje bíblico de San Lucas que cuenta que Dios se le apareció en sueños a José cuando la Virgen estaba embarazada. “Le dijo que no tuviera miedo de recibir a María porque el hijo que esperaba no era de ningún hombre sino el hijo de Dios. Esto se lo reveló Dios a José mientras dormía la siesta (…), de ahí la advocación de San José Dormido”, explica.

Un pueblo con identidad

Castro relata que para su urbanización se trazó una cuadrícula de 13 x 13 manzanas con cinco plazas -una en el centro- con la idea de que el pueblo creciera en todas las direcciones. Pero la localidad tomó su propio rumbo y su poblamiento fue lineal como se puede observar en torno a la arteria principal (hoy avenida Perón) que seguía un segmento del antiguo “camino del bajo”.

En la actualidad, viven unas 4.500 personas.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

Igual que otras localidades del norte cordobés, San José de la Dormida es un pueblo con identidad local, con una fuerte impronta religiosa y casonas antiguas, muchas levantadas por inmigrantes entre 1850 y 1900.

La iglesia San José comenzó a construirse en 1878. Fue diseñada y edificada por el constructor e inmigrante suizo Victorio Caldelari.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

La visita a la parroquia es un imperdible por su rica historia que el padre Miguel Cervinato cuenta a los visitantes.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

En el pueblo hay casas emblemáticas como la de “las niñas Caro” donde se levantó una antigua capilla (1822) y un cementerio. También, la de la familia Plate, de donde provenía el arquitecto a cargo de la construcción de la iglesia; y la de la familia Cantizano, donde descansó el obispo Fray Mamerto Esquiú cuando llegó al lugar para bendecir el templo en 1882.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

El docente jubilado Pedro Américo Carreras señala que la casa de las niñas Caro marcó un antes y un después en la historia de San José de la Dormida. Con una fachada de estilo neoclásico italiano fue construida en 1870 para destinarla a un almacén de ramos generales que ofrecía mercadería y proveeduría. Tenía un sótano para la conservación de fiambres, dulces caseros y quesos. 

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

Con el tiempo fue remodelada para construir locales comerciales aunque respetando el estilo.

En el pueblo se recuerda los negocios emblemáticos como los grandes almacenes de Turiano Fernández y José Rustán en El Simbolar.

También el de ramos generales de Secundino Fernández, que se inició en la casona familiar (hoy Museo Regional Sanavirón) y luego se trasladó a su nuevo local comercial sobre Hipólito Irigoyen esquina Gilma Ariza.

San José de la Dormida también es tierra fértil.

Carreras recuerda que en otros tiempos, el río Chipitín, el Huertas Viejas y el Pisco Huasi se aprovechaban para el riego de árboles autóctonos y frutales cuyos frutos se utilizaban para la elaboración de dulces. Los ríos no pasan más por el pueblo, ya que sus cursos fueron desviados.

FOTO: Yonathan Emanuel Leiva. Área de Cultura de San José de la Dormida. Artista Plástico.

En la esquina donde actualmente está la heladería funcionó el comedor de la escuela primaria y, al frente, estaba el establo donde Don Honorio Caro tenía vacas para la venta de leche y fabricación de dulces, quesillos y quesos.

El establo, que fue comprado por Carmen Crespín y Rita Gerona Ocampo en 1944, se transformó en un centro cultural y económico muy importante. Allí se creó la pista, el salón y el bar que fue escenario de bailes, casamientos, bautismos, cine y radioteatro como el de Jaime y Oscar Kloner, Ana María Alfaro y “el tuerto” Barragán.

Por San José de la Dormida también pasó y pernoctó Ernesto “Che” Guevara en 1950 en su raid en bicicleta camino a visitar a su amigo Alberto Granado a San Francisco del Chañar, antes de continuar hacia el norte del país.

En su cuaderno de viajes escribió:

 “A las 4 de la tarde del 29 de enero y luego de una corta etapa en Colonia Caroya, seguí viaje hasta San José de la Dormida donde hice honor al nombre echándome al costado del camino y pegándole una noche magnífica hasta las 6 de la mañana del día siguiente”.

DATOS ÚTILES

Cómo llegar. Se llega por la RN 9 norte.

Museo Regional Sanavirón. Abierto de lunes a viernes de 7:30 a 13 y de 14 a 20. Sábados, domingos y feriados de 15 a 19.

Iglesia San José. El padre Miguel Cervinato cuenta la historia del templo y de San a José dormido a los visitantes.

Los lugares más visitados. El monumento al ciclista, Alto de la Cruz, los Morteritos, casonas antiguas, Museo Regional Sanavirón, balneario Huertas Viejas, camping Pisco Huasi, Polideportivo Municipal, el aguaribay histórico y la gruta de la familia Valdez.