Simone Biles encontró el oro al final del túnel

La medalla de oro del equipo de Estados Unidos en gimnasia artística estaba más cantada que la Marsellesa. Sin embargo, ver feliz a Simone Biles, la mejor gimnasta de la historia, con el quinto oro olímpico, era cerrar un círculo que comenzó y cerró virtuoso pero se había transformado en vicioso.

La historia de la morena de 27 años comienza con sus cuatro medallas doradas -más una de bronce- en Río 2016 a los 21 años para apuntar velozmente al estrellato. Cinco años después, en los Juegos Olímpicos de Tokio, se esperaba que tocara el cielo con las manos, pero terminó renunciando en plena competencia con apenas una plata y un bronce, preocupada.

Problemas de salud mental habían sido más duros que sus rivales. Desde ese momento se conoció la palabra “twisties”, o un bloqueo mental que le genera a un gimnasta la pérdida de la noción espacial cuando está en el aire, en medio de su rutina. Por eso, Biles dejó Asia… y el deporte.

Paralelamente comenzaron a develarse casos similares, como el que afectó a Naomi Osaka, ex N° 1 del tenis que hasta en las conferencias de prensa lloraba, y el de Michael Phelps, el nadador más grande de la historia, quien luego de dejar los laureles confesó que había pensado en suicidarse.

Situaciones delicadas que no se curan con una charla de amigos o una palmada; en las que el deportista se guarda en el recuerdo para privilegiar a la persona.

Biles tuvo suerte y buena compañía. Se refugió en la terapia, sus perros y una nueva vida de casada para salir adelante. Así, en el 2023, dos años después de trastabillar en la prueba de saltos en Tokio, volvió a erguirse y retomó la competencia para sumar más títulos a su brillante carrera que la encuentra hoy con 38 medallas mundiales y olímpicas, como nadie antes.

Ver a Biles sonriente y ganadora, reconforta. Porque no solo es un ejemplo deportivo, sino de que se puede salir del túnel.