“Nadie tiene el puesto asegurado, todos son muy importantes en River. Ninguno quiere salir, quiere jugar siempre”. Claudio Echeverri evita el autoelogio. Se sabe importante. Se siente determinante pero lo oculta con una respetuosa modestia: intenta continuar con la misma línea de simpleza que exhibe en cada giro aceitado, veloz pero inteligente.

En cada gambeta picarona. En cada duelo, pues no le esquiva a la fajina. En cada golazo, también. Combo que lo ungió de nuevo como MVP.

“Últimamente me toca asistir», aceptó Echeverri sobre sus cuatro pases-gol. Pero reconoció que «para mí es lindo convertir y más en el Monumental”. Y si el arco que da a Figueroa Alcorta todavía no tiene grabado el nombre del Diablito, entonces en River deberían ir motorizando la idea: cuando el chaqueño de 18 años lo tiene de frente, las probabilidades de que convierta un gol aumentan considerablemente. Por caso, sus tres gritos en la élite los convirtió inflando esa red. Belgrano fue el último en comprobarlo.

River Plate  

Echeverri puso el 1-0 para River

Quizás si Mariano Troilo hubiera contemplado el Diablito ya le clavó un like a ese arco no habría arriesgado tanto en la salida: respetando la línea que Juan Cruz Real bajó desde que asumió la dirección técnica, el zaguero recibió corto de Nahuel Losada y tocó largo pero sin demasiada potencia buscando a Esteban Rolón.

Pecado de juventud: en vez de asegurar con Rébola, lanzó la carnada para que Pablo Solari en modo piraña recuperara y tocara rápido buscando a Echeverri, que ya había tirado la diagonal.

Y el Diablito, en modo crack que cotiza en palos verdes, dominó y zácate: con una combinación de potencia y alta calidad le cruzó el remate a Losada para aumentar su estadística goleadora con River -lleva tres en 24 partidos, los anteriores ante Gimnasia y Nacional- y salir celebrando con Miguel Ángel Borja. Un grito entre sonrisas que sirvió como premio a su rendimiento.

Echeverri y la confianza en su presente

El Diablito celebrando con Borja (AFP).El Diablito celebrando con Borja (AFP).

“Vengo entrenando muy bien y siempre dando lo mejor para poder jugar todos los minutos que me toquen”, reconoció Echeverri, quien pudo haber convertido antes en su arco preferido a través de un tiro libre preciso pero fuerte que el arquero rival desvió al corner.

Un remate con poco ángulo pero que el juvenil se las ingenió para transformar en peligroso en el marco de un partido que volvió a tenerlo como playmaker desequilibrante, con fintas acertadas para romper líneas, aunque también solidario: fue el segundo futbolista de River con más duelos disputados (11) y ganados (6).

Por algo los hinchas de River ya comienzan a sentir nostalgia. A mirar con desgano el 31 de diciembre, deadline de la estadía de Echeverri en Núñez: Girona u otro equipo de La Liga de España será su destino, escala previa al Manchester City.

Mientras tanto, él celebra su presente, le agradece a los fanas por cada aplauso sin dejar de reconocer que “adentro de la cancha soy un hincha más” -quedó en claro con el beso que le dio al escudo post 1-0- y que “cuando me toca un córner o una jugada así, trato de cantar”. Y si son goles, mejor, Diablito…

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