Desde hace unos años, parece que una buena parte de las quejas del colectivo cinéfilo sobre los devenires de la industria se centra en la duración de las producciones que llegan a nuestras salas de cine y plataformas de streaming. Cada vez es menos raro que un largometraje —y tan largo— extienda su metraje hasta cifras que se aproximan o, incluso, superan las tres horas, y ahí están ejemplos recientes como ‘Oppenheimer’, ‘John Wick 4’ o ‘Los asesinos de la luna’ para corroborarlo.

Globalización en tiempo real

No obstante, estos tres títulos, o clásicos como ‘Lo que el viento se llevó’ o la ‘Napoleón’ de Abel Gance, cuyas duraciones son de 238 minutos y 330 minutos —casi nada—, palidecen ante la que, a día de hoy, se considera como la película más larga de todos los tiempos. Se titula ‘Logistics’, abarca 857 horas y verla del tirón supondría gastar la friolera de 35 días —35,7 para ser exactos— plantados frente a la pantalla.

Pero, ¿qué nos cuenta ‘Logistics’ para que abarque nada más y nada menos que 51.420 minutos? Simple y llanamente, el proceso de producción y transporte de un podómetro. Un pretexto con el que los cineastas y artistas suecos Erika Magnusson y Daniel Andersson decidieron explorar los complejos mecanismos que mueven la economía global después de leer un artículo en un periódico alemán que explicaba cómo la fabricación de un cepillo de dientes eléctrico implicaba recibir piezas de diez países diferentes.

A priori, documentar la creación del aparato en cuestión y desvelar de dónde proceden esos pequeños gadets que usamos en nuestro día a día sin importarnos su origen, no tendría por qué durar tantísimo, pero es este aparente desinterés de la sociedad fue lo que movió a Magnusson y Andersson a no usar elipsis de ningún tipo: la cinta captura en tiempo real lo que tarda un objeto cotidiano en llegar a nuestras tiendas desde que sus primeros componentes empiezan a unirse.

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No cabe duda de que el género documental es el más propenso a brindar metrajes especialmente abultados, y joyas como ‘Shoah’ —de unas nueve horas y media—, o propuestas tan especiales como ‘Modern Times Forever’ —de 240 horas— son buenas muestras de ello; pero todas ellas palidecen ante este viaje de Estocolmo a Bao —China— con un podómetro como protagonista y con el tiempo y el consumismo como ejes discursivos.

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