Claudio Orosz huyó de Argentina antes del Golpe Militar de 1976, cuando apenas era un adolescente. Sin embargo, decidió regresar en plena dictadura: quería luchar contra el régimen que había tomado al país.
Estudió abogacía para equilibrar la balanza de la Justicia, y así fue que llegó a condenar y encarcelar a Jorge Rafaela Videla y Luciano Benjamín Menéndez, dos caras representativas del “Proceso de Reorganización Nacional”.
En el marco de un nuevo Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, Claudio Orosz habló con Mano a Mano sobre su vida, los juicios por violaciones a los derechos humanos y los tiempos actuales de negacionismo.
¿Cómo se produjo su exilio político, antes del Golpe Militar?
Tenía una situación familiar. El suegro del segundo matrimonio de mi padre era un conocido dirigente y abogado del peronismo. Además, en 1975, en la intervención federal en Córdoba, quienes pertenecíamos al Centro de Estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, habíamos sido perseguidos hasta incluso judicialmente. En mi caso en particular, o me iba de Córdoba o me daban tres días de vida, así que mi familia decidió que me fuera: primero a Holanda y luego a Israel, que era el único lugar donde tenía parientes, porque mi papá era primera generación de inmigrantes y víctima del Holocausto europeo. Lo que quedaba de mi familia, o sea, mis abuelos, tíos y primos, habían decidido en su momento irse a Israel. Y allá pude sobrevivir.
¿Cómo fue ese tiempo?
Y era durísimo, porque en la mayoría de los casos teníamos más información de lo que tenía el ciudadano común argentino. Yo intenté seguir militando con tareas de solidaridad con la Argentina durante el tiempo que estuve, mientras terminaba la escuela secundaria. Pero en cuanto pude regresé al país: ya hacia finales del ‘77 estaba trabajando en el interior de Córdoba en una empresa constructora y en el ‘78, por el Mundial de fútbol, pude volver a la ciudad de Córdoba.
Orosz cuenta que decidió volver porque “había que luchar contra la dictadura”. “Así lo demanda la Constitución Nacional, primero; y, en segundo lugar, porque había un proceso que necesitaba de la mayor unidad y militancia posible para que volviera la legalidad y la Constitución”, sostiene.
Una vez instalado en el país, estudió abogacía por la posibilidad de utilizar el derecho como instrumento de control social “que ejercen los sectores poderosos y monopólicos”. “Pero tiene sus atajos donde, con la necesidad de tener un cascarón democrático, puede permitir dar luchas jurídicas con sentido político”, señala.
En este sentido, primero peleó contra las leyes de impunidad que había dictado Raúl Alfonsín por presión de los militares, y después contra los indultos en el gobierno de Carlos Menem.
“Hicimos toda una serie de planteos que primero definieron los Juicios por la Verdad, defendimos a los familiares de los desaparecidos y detenidos”, agrega.
El letrado explica que las apelaciones de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final permitieron reabrir nuevas causas, algunas de ellas que implicaban crímenes en La Perla y en Campo de La Ribera.
Hoy ya lleva trabaja en el 14to juicio por violaciones a los derechos humanos en Córdoba, entre los que se destacan aquellos que llevaron a la cárcel a Videla y Menéndez.
¿Cómo fue enfrentar a Videla y Menéndez, con amenazas de por medio?
Tuvimos que vivir con protección, no solo yo, mis hijos y otros abogados también. Pero la verdad es que nosotros tenemos la convicción de de hacer lo que tenemos que hacer. Esto es juzgar a los genocidas y fue lo que nos motivó como norte para llevarlo adelante. No es una cuestión personal, no es cómo la pasé yo o cómo la pasó otra persona, sino que tuvimos en aquella época una claridad de cómo hacer las cosas organizadas y colectivamente. Ese trabajo colectivo, fundamentalmente a través de los organismos de derechos humanos, familiares e H.I.J.O.S, nos permitió culminar con las condenas.
¿Qué impacto crees que tienen los juicios en la construcción de la democracia en Argentina?
La trascendencia que ha tenido este tipo de juicios es que el propio Poder Judicial sea el que juzgue a los perpetradores de los peores delitos que las convenciones y tratados internacionales han reconocido. Esa trascendencia mundial también tiene una trascendencia nacional, que es que pudimos resolver pacíficamente y a través de la Justicia la etapa más negra y dolorosa de nuestro país, por más que haya un amplísimo porcentaje de la población argentina que haya nacido en democracia, que ni siquiera pueda creer que se puede vivir sin la libertad pública.
En la actualidad, ¿cómo evalúas el papel de la sociedad argentina en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia?
En este momento en el poder hay un discurso negacionista. Ni siquiera pretenden volver a la teoría de los dos demonios, que fue la que imperó al principio de la democracia. Por eso fue muy importante el Juicio de la Junta, que condenó a los que organizaron y mandaron, y luego se empezó a las cadenas de mando, que fueron bajando órdenes, y hasta aquellos que mataron y violaron. Es decir, hay centenas y centenas de resoluciones, muchas incluso quedaron firmes ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y ya no se puede discutir a nivel ni histórico ni judicial que acá hubo un plan sistemático- clandestino de eliminación al opositor político. Entonces, por más maniobras negacionistas que hagan en este momento, esto forma parte del patrimonio cultural y judicial de la Argentina, y que una gran parte de la sociedad lo sigue tomando como propio, más allá de que haya otra parte, por cuestiones ideológicas, conveniencia o de perspectivas de vida, que quieran negar lo que no se puede.
En el final, Claudio Orosz se permite una reflexión, en especial a las generaciones más jóvenes sobre la importancia de recordar y conmemorar el 24 de Marzo.
“Hay que comprender que las políticas de Memoria, Verdad y Justicia son políticas de Estado, y que la necesidad de que cualquier tipo de divergencias o conflicto sea desarrollado de manera democrática. Las nuevas generaciones tienen que entender que vivir en libertad costó mucha sangre, y que esta libertad la tenemos que utilizar contra quienes pretenden quitarnos nuestros derechos y creen que las únicas salidas son las individuales”.