(Mario Albera) Javier Milei comenzó a conformar su gabinete luego de la aplastante victoria en el balotaje del 19 de noviembre que lo consagró presidente electo. 

“Soy el primer presidente liberal libertario de la historia de la humanidad”, se jacta entre sorprendido y orgulloso Milei, quien fue felicitado por su consagración por el Papa Francisco, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Joe Biden, David Cameron, y China. 

Milei convocó para Economía a Luis Caputo; para Seguridad, a Patricia Bullrich; para el Banco Central, a Demián Reidel; y para la Anses, a Osvaldo Giordano. Estos  puestos claves para el manejo de las cuentas públicas, el control de la calle, el tipo de cambio y la asistencia social, reflejan un giro pragmático de Milei de correr a los dirigentes que lo habían acompañado desde sus primeros pasos en la política (Emilio Ocampo y Carlos Rodríguez) para reemplazarlos con un puñado de ex funcionarios de Macri y funcionarios actuales de Juan Schiaretti, ya fogueados en la gestión y, en algunos casos, veteranos de batallas perdidas y ganadas.

Caputo y Reidel aún no fueron confirmados. 

Al postergar la osada idea de la dolarización y el cierre del Banco Central, Milei se aleja del salto al vacío para reconocer los límites que le impone la realidad y entonces decide rodearse de gente avezada en la administración pública, como incluso su ministro del Interior, Guillermo Francos. Consciente de su falta de experiencia en el Estado, teje alianzas para afianzar la gestión. 

El caos

La película podría llamarse “Ayudando a Milei” a formar gobierno de cara a garantizarle la gobernabilidad frente a las amenazas de caos que buscan instalar en forma anticipada sindicalistas, curas villeros, piqueteros y grupos de izquierda. 

La primera en avisar lo que se viene fue la candidata a presidente por el Frente de Izquierda, Myriam Bregman, quien la misma noche del triunfo libertario tuiteó: “A las fuerzas del cielo las enfrentaremos con la fuerza de la movilización en las calles”.  ¡Cuánto envalentonamiento y amor propio para alguien votada solo por el 2% de la población! 

Pero con el paso de los días, el que se animó a sincerar la agresividad por venir en las calles, fue el sindicalista aeronáutico K Pablo Miró, quien sostuvo que Milei va a tener que “cargar muertos” si pretende privatizar Aerolíneas Argentinas, cuando en realidad la idea del presidente electo es que los propios trabajadores administren la compañía. El fiscal Carlos Stornelli denunció penalmente a Miró por “incitación a la violencia colectiva”. 

Mientras el Papa Francisco demostró grandeza llamando a Milei para felicitarlo por su resonante triunfo, algunos curas villeros apuestan a la anarquía. Por caso, el cura Francisco “Paco” Olveira vaticinó un final anticipado del nuevo gobierno y le pidió a los votantes del libertario “que no se acerquen más al comedor”. Se le cayó un mandamiento: “ama a tu prójimo como a ti mismo”.

El secretario adjunto de Smata, Mario “Paco” Manrique, alertó que “muchas de las cosas” que propone Milei “sólo pueden llevar a un estallido social”. El líder del Polo Obrero, Eduardo Belliboni dijo sin tapujos: “Yo quiero que le vaya mal al Gobierno de Milei, porque si le va bien nos va a ir muy mal a los trabajadores”.

La conducción de la CGT le advirtió a Milei que si avanza sobre los derechos laborales y sindicales tomará las medidas que no tomó en cuatro años de inflación descontrolada y salarios reales depreciados en el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el derrotado súperministro Sergio Massa. 

Los gordos cegetistas, que aún no pueden digerir la paliza al peronismo, pretenden trascender el derecho constitucional de huelga para instaurar una especie de dictadura del proletariado en las calles (citando a Carlitos Marx) para contrarrestar el huracán libertario en las urnas.   

Legitimidad

Con un Congreso nacional adverso, Milei se aferra a la legitimidad del respaldo popular del 56 por ciento para llevar a cabo su mandato de cambio del rumbo económico. “El modelo de la decadencia ha llegado a su fin”, sentenció en la noche triunfal. “La sociedad me ha dado un mandato, que es acabar con la inflación”, dice Milei para defender su receta de ajuste. 

El riesgo es paralizar por unos meses la actividad económica tras avisar el freno de la obra pública en el país “porque no hay plata”, dijo. En el caso de Córdoba, el anuncio tiene bajo impacto porque la obra pública descansa sobre el Estado provincial y municipal. 

“Las cosas que no son socialmente soportables no arrancan jamás”, me dijo un dirigente cordobés cuando le pregunté su parecer por las primeras declaraciones de Milei donde habló de “un ajuste de shock” y de privatizar, en un futuro, YPF y las empresas públicas, en su mayoría deficitarias. Este año esas empresas apuntan a un rojo operativo equivalente a los 4.500 millones de dólares. 

La apuesta de Milei es salir del cepo cambiario en cuanto pueda para que el país vuelva a crecer y aumente la reserva de dólares del Central. Hace 12 años que el país está estancado con una población económicamente activa de 6 millones de trabajadores, con salarios promedios de 250 dólares mensuales. Mientras que 8 millones están en la informalidad absoluta. 

Su plan de shock consiste en cortar el gasto público de cuajo para acabar con la emisión monetaria que genera inflación y pobreza. 

Hasta el propio Alberto Fernández, reaparecido tras el triunfo de Milei, reconoció en una entrevista al diario uruguayo “El Observador” que “hay que parar la inflación que deprecia los salarios”. 

El peronismo fuertemente derrotado, una vez procese el duelo, debería reconocer al menos la profunda decepción causada por un modelo inflacionario que pulverizó el valor de la moneda y encareció brutalmente el costo de vida.   

Milei siempre dijo la verdad sobre lo que haría en caso de ser elegido presidente. Quizá no todos, pero la mayoría que lo votó lo hizo consciente o, al menos, escuchándolo repetir a diario su promesa de recortar el gasto público (motosierra) para acabar con el “cáncer de la inflación” y su aclaración de que los resultados no serán mágicos, sino que se verán con el tiempo. 

La legitimidad de derecho Milei la logró con un amplio apoyo mediante el voto popular. Pero la legitimidad de ejercicio dependerá de que su ajuste sea socialmente soportable. Los que lo votaron se aferran a la esperanza. Los que no lo votaron por temor se aferran a la duda comprensible. Y los que no lo votaron por convicción, apuestan a su fracaso. Estos últimos experimentan un orgasmo intelectual incipiente fantasiando con puebladas, entrega anticipada del poder y con la máxima leninista de cuanto peor mejor. 

 

   

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