Almirón no quiso ir a la YPF

Los próximos días quizás arrojen más luz sobre este desenlace: 24 horas después de la final perdida por la Copa Libertadores, Jorge Almirón dejó de ser el técnico de Boca. Aunque tal vez la térmica con el plantel ya lo había hecho decidirse en el vestuario mismo, se lo comunicó a Juan Román Riquelme después de que el dirigente arengara al equipo para que jueguen “cinco finales” en busca de meterse en la Libertadores 2024.

¿Qué pudo detonar tan drásticamente esta renuncia, sin esperar dos meses hasta el fin de su contrato ni disputar lo que falta en busca de ganar la Copa Argentina (está a dos partidos) o subirse a los cuatro primeros de la tabla anual?

Por un lado, si Almirón vio que entre sus jugadores perdió autoridad por las decisiones deportivas que fue tomando, no querrá estirar la agonía, arriesgándose también a perder, con él al frente, las metas que todavía persigue Boca. Por otro lado, el DT puede perfectamente sentir como una sentencia a plazo fijo que Boca haya perdido con Fluminense.

Él ya ha visto, como todos vimos, que Miguel Ángel Russo y Sebastián Battaglia habían ganado títulos locales, pero no habían podido conseguir la Séptima. Y que una vez ocurrido eso, ya quedaba cero paciencia para defecciones en el juego y rachas de resultados. Algo parecido pasó con Hugo Ibarra, que ganó una liga, pero a quien no le veían uñas de guitarrero para lo que, ya más que ser “el gran” objetivo, devino obsesivamente “el único” objetivo.

Discusiones sobre el nivel al margen, en la Copa llegó muy lejos (estar en la final es dificilísimo). Pero Almirón parece percibirse como un DT que, aun si ganara la Copa Argentina y volviera a meter al equipo en la Libertadores, por haber fracasado en el lance que Boca hoy no perdona, su destino era la estación de servicio donde el Consejo despidió a Battaglia.