(Mario Albera) Agobiados por la inflación e inseguridad descontrolada, los argentinos andamos como náufragos agarrados a los restos de la embarcación para poder llegar con vida a la costa. Entiéndase por vida el conjunto de los alimentos y medios necesarios para vivir y por costa llegar a fin de mes. Con la espiral inflacionaria reinante, el ingreso se pulveriza a los pocos días de su cobro. 

En octubre, tenemos que elegir a los conductores de la embarcación; en rigor, de los restos de un país con una moneda nacional destruida y con una pobreza extrema, de casi la mitad de su población. Esos aspirantes a conductores hoy están en campaña electoral y compiten verbalizando ideas y propuestas extravagantes, radicales, en desuso algunas e inviables otras. 

Los tres principales contendientes -Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa- plantean diferencias de forma y de fondo, pero en común abogan por el libre mercado. Alguno más intervencionista (Massa), otro más moderado (Bullrich) y otro más extremo (Milei) Pero tienen en común el respeto por la economía de mercado y el libre juego de los actores económicos. 

Pero pasa que a todos les gana el relato. En el afán por construir una narrativa seductora para el electorado y sumar voluntades, Massa agita la campaña del miedo. “Si gana la derecha habrá ajuste, represión y muerte”, dice, palabras más o menos. Bullrich, si bien después del coletazo inesperado en las Paso luce más moderada, también agita la grieta. “Es todo o es nada”, decía su eslogan de campaña. Y Milei, enarbola un discurso incendiario y reabre la grieta del 2001. La de la sociedad entera contra los privilegios de “la casta política” (Cambiemos y los K)

Los exponentes del discurso “anti grieta” y de “unión nacional”, uno es Horacio Rodríguez Larreta, terminó duramente derrotado, y el otro Juan Schiaretti, tiene remotas chances de triunfar. El electorado pareciera premiar la discordia y el antagonismo con su voto. 

Por eso los tres principales competidores, a su manera, crispan a la sociedad. Prenden la mecha del odio hacia el adversario político, como salieris tardíos de los K. Encima la candidata a vicepresidente de Milei, Victoria Villarruel, organiza un acto para rendir homenaje a las víctimas de las organizaciones guerrilleras. Jorge Fontevecchia escribió este domingo en Perfil que la ira de Milei puede entenderse como una ira buena (si viene a reparar un daño social injusto) o ira mala (si permanece como venganza o intolerancia) Un ánimo de revancha parece impulsar a la nueva derecha libertaria que busca reemplazar como discurso dominante al relato setentista K de los últimos veinte años. 

Por pudor y empatía, los candidatos podrían guardar en el arcón los fuegos de artificio del relato para empezar a brindar un poco de certeza entre tanta incertidumbre, desencanto social y sensación de fracaso. Algunos querrán revancha y patear el status quo, pero la mayoría -lo dicen las encuestas- desea que la democracia alguna vez se vuelva eficaz y los representantes empiecen a responder con soluciones verdaderas. El desclasado pretende ingresar al sistema y el incluido a crecer y progresar. Como diría Jorge Asís, con que puedan lograr un “capitalismo tolerable”, es decir una economía estable, donde se pueda no solo consumir sino también ahorrar y planificar, alcanza. Sobra.

No les pedimos tanto.  ¿O sí?  

 

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