En un encuentro atravesado de igual manera por la intelectualidad y el sentido del humor, los escritores Osvaldo Baigorria y Martín Kohan conversaron en la Feria de Editores (FED) ante una sala colmada sobre la relación material y emocional con el libro, el fetiche del papel y el vínculo ambivalente entre la lectura, la escritura, la relectura y el subrayado.
En un puntapié que se pareció mucho a un picadito de fútbol, en donde un jugador le pasa la posta al otro y las cosas fluyen, Baigorria y Kohan debatieron sobre la dimensión del objeto material del libro en el acto de la lectura. «Somos los libros que nos han mejorado», dijo al cierre de esta charla el autor de «Correrías de un infiel», citando a Jorge Luis Borges.
El título de la charla era “Acumuladores de libros”; la sala de conversaciones de la FED se llenó de personas que incluso decidieron escuchar a los autores parados porque ya no quedaban sillas. El debate se abrió con la palabra clave: ¿los libros se acumulan? ¿Son las lecturas, acaso, las que se acumulan?
“El título de la charla me resulta un poco incómodo. Lo que a mí me parece que se acumulan son las lecturas que se hacen en los libros y de los libros. Yo añadiría, además, en libros ajenos. En bibliotecas y ahora por internet”, sostuvo Baigorria.
El escritor lanza por estos días “Según”, un libro de Caja Negra que se denomina una autobibliografía: un relato coral que profundiza entre los autores en estricto orden alfabético, el orden y el azar componen la obra y le otorgan los sentidos. Por su parte, Kohan participó del encuentro con un ensayo del libro “Bibliotecas”, editado por Godot, en donde se aborda el rol y los secretos de las bibliotecas de distintos autores.
Posiblemente la sala se dividió en dos: como hinchadas de los equipos, algunos se habrán sentido más identificados con Baigorria, y otros con Kohan. Las posiciones fueron dispares, aunque con algunos puntos de encuentro: la lectura y la escritura como columna vertebral.
Baigorria perdió su primera biblioteca, de tantas otras perdidas posteriormente por mudanzas o separaciones, en un allanamiento policial en tiempos de dictadura de Alejandro Lanusse, en el año 1972. Los militares cayeron quizás por azar, y se llevaron todos los libros de autores rusos: Chejov, Dostoievski, «Guerra y Paz» de Tolstoi. Después, lo citaron para recuperarlos, pero nunca fue.
“Tengo una relación ambivalente con los libros. Me conecto más con la pérdida de libros que con la acumulación. He perdido muchos libros a lo largo de mi vida. No me conecto tan bien con el objeto como con la acción de leer”, explicó el autor, y dio detalles de muchos años de vida nómade en que vivió viajando por América y Europa.
La mayor experiencia de movimiento, en cambio, para Kohan, fue entre un departamento de Caballito a uno en Almagro. “De todos modos, comparto la vacilación respecto a la palabra acumulador, porque tiene algo de diagnóstico, supone que hay un problema. Me hace pensar en Marie Kondo, con quien sólo comparto las iniciales. Prefiero atesorar”, explicó Kohan entre las risas de los espectadores.
En este punto, el autor de “Bahía Blanca”, “Confesión”, “Me acuerdo” y “Las Ciencias Morales”, entre otros libros, profundizó en el placer que le causa el peso y la materialidad del libro, la sensualidad de la dimensión del tacto cuando leemos, lo sensorial como aspecto fundamental en el momento de la lectura.
“Uno lee subrayando. La incorporación de esta actividad es material. Uno lee con el gesto de la escritura. Hacemos trazos y entonces se vuelve una práctica que conjuga ambas actividades: leer y escribir”, agregó Kohan.
¿Entonces qué sucede cuando uno pierde libros? ¿Cuando los presta, los cede a alguien por un rato y no vuelven, incluso cuando sufre el robo de algún ejemplar de la biblioteca? Porque, y en esto coincidieron los dos: en algún momento se sufren robos de la biblioteca.
“Cuando uno pierde libros, pierde sus subrayados. Pierde las huellas materiales de la práctica. A los falsos amigos que se llevan libros, yo les querría decir: robame todo, pero dejame los subrayados. Decime cual libro querés, y te lo regalo. Pero no te lleves mis subrayados”, dijo, un poco en chiste y un poco en serio, Kohan.
En este sentido el autor reforzó que para él leer es eminentemente subrayar, porque en ese acto se producen líneas de sentido: el cuerpo y la lectura en pos de sentido. “Entendí que si no subrayo, no entiendo lo que leo. Entonces es una función que no estoy dispuesto a perder.”
La experiencia lectora de cada uno marca qué cosas nos interesan cuando subrayamos un libro. ¿Qué muestran los subrayados del momento de la vida en que subrayamos? ¿Cómo afecta esto la relectura de los libros marcados?
“Uno mira el libro que subrayó y se encuentra con uno mismo como extraño. Se pregunta por qué me interesó tal cosa en tal momento. Entra el debate en torno a la identidad. Al haber pasado tantos años nómade me acostumbré a leer en bibliotecas públicas, no subrayaba libros propios. Hoy tengo muchos libros tuyos (a Martín Kohan) en este Kindle”, dijo el autor de “Según” ante la mirada sagaz del hincha fanático de Boca Juniors.
La (suave) rivalidad irrumpió también, con humor, en la cuestión de ser nómade o sedentario: a Martín Kohan le gusta más la vida yendo de la cama al living. Le resulta fascinante e inalcanzable, pero no puede con las carpas y la vida al aire libre que pregona Osvaldo Baigorria. Aunque ahora también «Ozzy», como le dicen, esté asentado en Buenos Aires hace algunos años.
La conversación luego viró en torno a la posible separación entre las lecturas y subrayados por trabajo o por placer. ¿Son actividades que se pueden disociar? ¿Se puede planificar el modo en que se aborda una lectura?
“Creo que son inseparables. Para mí leer por trabajo o por placer es lo mismo. Creo que, como todo es placer, nos pagan tan mal para hacernos sufrir de alguna manera”, dijo entre risas Kohan.
“A veces tomo un libro y no sé qué voy a hacer después con eso. No tengo obligación y subrayo, y de repente se me ocurre algo que puedo hacer: un curso, un texto. Me dejo sorprender por eso”, agregó Baigorria.
Hacia el cierre de la charla, los autores cruzaron ideas sobre el objeto libro como fetiche: ¿se cuidan o se marcan? Baigorria le dobla las puntas, las de arriba y las de abajo. Cuando dijo esto, Kohan se agarró la cabeza. Él los abre en 22 grados, como mucho, y casi no puede entrar el lápiz. Sufre cuando ve a alguien planchar un libro en el lomo tanto como cuando ve un jugador de fútbol romperse una pierna.
Ambos coincidieron en que la lectura es una actividad en la que hay que detenerse, vacilar, volver atrás. La pasión compartida por la lectura lenta, en donde subrayar es también volver a algo que se perdió en la vorágine de la lectura. “No entiendo mucho la gente que dice ‘este libro me lo comí, no pude parar’. Para mí leer es exactamente lo contrario,” agregó Kohan.
En esta charla se abordaron todos los modos en que se pueden acumular o perder libros: nomadismo, sedentarismo, mudanzas, viajes. Parejas que se rompen y compartían libros y entonces tienen que ver cómo resuelven. Bibliotecas escindidas como parte y evidencia de una vida que se desarma.
Baigorria cultivó el desapego gracias al nomadismo. Muchas exparejas tendrán hoy sus libros. “Es una cruz que he llevado adelante, de la cual, quizás, también puedo vanagloriarme”, agregó.
“Me desvela saber por qué una persona que nos quiere en algún momento nos deja de querer. Cómo alguien que dijo querernos para siempre, deja de hacerlo. Por eso, sugiero no compartir bibliotecas, hasta tanto no sepamos qué pasa con ese misterio”, concluyó Kohan.